El pueblo tiene la palabra

Hoy es un día de mucha trascendencia histórica para Guatemala, nuestra Patria, porque cinco millones 990 mil 31 guatemaltecos empadronados estamos convocados para elegir, entre catorce binomios de candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de la República, a los dos compatriotas que van a gobernar este país durante el siguiente período de cuatro años, a los alcaldes de todos los municipios y a los diputados al Congreso de la República. O sea que hoy habremos de escoger con nuestros votos a quienes la mayoría de la población desea que dirijan el rumbo que seguirá nuestro país a partir del 14 de enero de 2008 hasta el 14 de enero 2012. Que Dios nos ilumine para que sepamos escoger atinadamente a quienes van a asumir esa trascendental responsabilidad y no tengamos que arrepentirnos después de haber confiado en ellos sin que lo merezcan.
Gobernar un país no es cosa fácil. Sobre todo un país como Guatemala, donde desde tiempos ancestrales predominan enormes divisiones económicas entre quienes tienen demasiado y viven en opulencia y quienes carecen demasiado y sobreviven en la miseria más patética e injusta. Comprendo que es muy difícil acortar las distancias entre unos y otros, pero hay que hacerlo hasta donde sea prudente y posible. Y esto no debe ser quitándoles a los primeros, sino dando oportunidades para progresar a los segundos. En Guatemala deben imperar la seguridad y la justicia en un ámbito de legalidad y de estado de derecho, con la brújula ecuánime que nos conduzca hacia el bien común. Ojalá que quienes vayan a ser electos hoy sean dignos de confianza y se propongan firmemente conducirnos hacia el progreso económico, social y cultural y garanticen a todos la seguridad y la justicia en un marco democrático en el que deben ser respetados los derechos humanos.
Hago votos porque el resultado de esta elección sea el que más conviene a nuestra Patria y no vaya a ser motivo de otra decepción más en nuestra Historia. Hoy es oportuno invocar la famosa expresión latina Vox populi, vox Dei, o sea “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Y cuando esta voz es legítima expresión de la mayoría, debe ser respetada y acatada por todos. Por consiguiente, la elección debe ser libre y transparente en un país en el que se quiere vivir en democracia, con un estado de derecho, y no debe haber trampas, ni imposiciones, ni presiones, sino debe ser respetada la legítima voluntad de la mayoría, manifestada en las urnas electorales. Esperemos que hoy así sea, y confiemos en que así será.
Son catorce los binomios de compatriotas que hoy van a participar en esta encuesta definitiva, y todos han tenido oportunidad para tratar de convencer a los votantes con sus campañas publicitarias. Algunos candidatos han gastado muchos millones de quetzales y han empleado todos los recursos de propaganda a su alcance para tratar de convencer de que ellos deben ser los escogidos porque creen que son los más inteligentes y preparados para gobernar adecuadamente nuestra Patria, de acuerdo a los dictados de la Constitución de la República y de las leyes vigentes. Quiera Dios que sepamos escoger a quienes realmente garanticen que son inteligentes y están preparados y capacitados para ser nuestros gobernantes, y no vayan a ser un nuevo fraude y un nuevo motivo de decepción en nuestra Historia.
Cualquier observador incauto podría creer a simple vista que si hay catorce binomios en esta elección es porque aquí abundan las personas que están debidamente capacitadas para gobernar este país, aunque es obvio que algunos de ellos participan sólo porque la Constitución no es demasiado exigente para imponer otros requisitos que ser guatemaltecos de nacimiento y tener la edad estipulada. Pero Dios sabe que algunos de ellos realmente no poseen las condiciones ideales que son deseables en los gobernantes.
El pueblo de Guatemala tiene hoy la palabra y va a expresar su voluntad en las urnas. Quiera Dios que no vuelva a equivocarse como lo hizo en otros casos anteriores. Para no ir muy lejos, concretamente se equivocaron quienes votaron por el binomio integrado por los nefastos Alfonso Portillo Cabrera y Francisco Reyes López en las elecciones de 1999, a pesar de que el primero de ellos era un homicida confeso por haber matado a balazos a dos estudiantes mexicanos de la universidad de Chilpancingo, estado de Guerrero, y el resultado fue tener que soportar un período de cuatro años de incapacidad, populismo barato y corrupción sin medida ni castigo. Y, en mi opinión, se volvieron a equivocar quienes, hace cuatro años, votaron por el binomio compuesto por Óscar Berger Perdomo y Eduardo Stein Barillas, sólo porque el primero prometió en su eslogan de campaña que con él todos íbamos a ganar, y los únicos que ganaron fueron ellos y sus parientes, colaboradores y allegados, porque han pasado bien estos cuatro años gozando de las mieles del poder y se enriquecieron sin haber logrado resolver algo importante de la problemática nacional.
Alguien dijo con mucha insensatez que yo me he equivocado siempre porque nunca he apoyado a los candidatos que resultaron ganadores, que me he equivocado al oponerme a quienes han ganado las elecciones y haber escogido a quienes las han perdido. Sin embargo, me siento satisfecho de haber sido un opositor a esos dos binomios antes mencionados porque al final de cuentas ha sido evidente que no me equivoqué, puesto que ambos resultaron desastrosos para nuestra sufrida Patria. Y una elección, cuando es legítima, no debe ser como una lotería en la que se debe votar por quienes vayan a ganar, sino por quienes son las mejores opciones. Ojalá que así sea.
Pido a Dios que el pueblo de Guatemala no vuelva a equivocarse hoy para no tener que lamentarlo durante los próximos cuatro años. A mi avanzada edad, es probable que no viva cuatro años más para ver el resultado, pero deseo que esta vez no se vuelva a cometer otro error como los que he mencionado antes, sino tengan mucho éxito en su gestión quienes sean electos.

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