Quiénes mataron a los Kennedy (2)


La primera edición de este libro fue publicada en Barcelona (España) en abril de 1965 por Editorial Nueva Fontana, dos años después del asesinato del presidente John F. Kennedy y causó enorme sensación en todos los países de habla hispana, pero “inexplicablemente” no pudo ser publicado en Inglés ni en los Estados Unidos de América. Como puede verse, muestra dónde recibió JFK los impactos de las balas que le dieron muerte.
A manera de preámbulo, el autor dice entre otras cosas: ?Este libro fue escrito en enero de 1964. Su demora para encontrar editor es la historia de un peregrinaje contra el miedo a revelar la verdad. El 28 de septiembre de 1964 la Comisión Warren hizo conocer el resultado de sus ?investigaciones?, ya iba a entrar en prensa Estos mataron a Kennedy. Para su autor, no hubo novedades en lo que el informe Warren afirmó. Por lo tanto, este libro no ha cambiado ni una sóla frase desde su génesis en enero de 1964. Y no hubo novedades porque el autor ya sabía qué diría el informe Warren. Y lo sabía porque, al revés de lo que todo el mundo creía, no se reunió para ?descubrir? quiénes realmente mataron a Kennedy, sino para ?demostrar? que Oswald lo hizo solo y que en él terminaba todo. En definitiva, la Comisión Warren sólo terminó el trabajo que el pequeño gángster Jack Ruby inició el 24 de noviembre al asesinar a Oswald?. Con lo que trata de decir que Ruby silenció a Oswald para impedir que pudiese ser interrogado y declarara lo que sabía, y la Comisión Warren se encargó de ponerle punto final a la investigación.
A continuación reprodujo la declaración del más notable ideólogo liberal contemporáneo, Sir Bertrand Russell, cuando conoció el Informe Warren: ?El asesinato del Presidente norteamericano afecta la paz del mundo. Una conspiración para matarlo tendría graves consecuencias. Sólo por esta razón, la Comisión Warren TENÍA que explicar las desconcertantes anomalías ocurridas en el asesinato; y, posteriormente, con todos los recursos de la Casa Blanca, el FBI, el Servicio Secreto, la Policía de Dallas, la CIA y otras agencias gubernamentales a disposición de la Comisión, su informe fracasa evidentemente en despejar las dudas sobre la verdad original del asesinato. Hemos visto alteración de evidencia médica, tres versiones oficiales contradictorias del asesinato, la circulación de la descripción de Oswald más de 20 minutos antes que fuera muerto Tippit -¡como asesino de Tippit!-, informe fabricado por las autoridades de Dallas, testigos presenciales ignorados, mentiras sobre el número de balas, un desfile de distorsiones y evidencias fabricadas. (Se refiere a J. D. Tippit, un policía motorizado que interceptó a Oswald y trató de detenerlo, pero éste lo mató).
Sigamos. “La Comisión Warren está en sí misma compuesta de hombres tan relacionados con las agencias de investigación de los Estados Unidos, que son inaceptables para formar jurados?.

El autor de este libro que llegó a ser un “best-seller” en español fue el periodista chileno Robinson Rojas, quien a pesar de su éxito nunca publicó el resultado de sus siguientes investigaciones.
El prólogo de este libro fue escrito por los diputados demóctratas-cristianos del Parlamento chileno Patricio Hurtado Pereira y Alberto Jerez Horta, y en unos de sus párrafos dice: ?Pasará mucho tiempo sin que el mundo pueda saber a ciencia cierta ?quiénes mataron a Kennedy. Pero la interrogante de la multitud debe ser satisfecha por investigadores responsables que, de alguna manera, den al mundo una respuesta exacta frente a un hecho histórico de tan vastas proyecciones en el futuro inmediato de nuestro tiempo?.
Más adelante analizan la situación de declinación que, a pesar de haber sido los vencedores de dos guerras mundiales, comenzaba a sufrir la preponderancia mundial de los Estados Unidos y los peligrosos ensayos a los que se metió en Corea y Vietnam, que fueron haciendo que ese gran país comenzara a perder su posición hegemónica, cuando de pronto, como un milagro, surgió la figura esperanzadora de John F. Kennedy que produjo las transformaciones radicales con su presencia en la Casa Blanca, particularmente las relacionadas con las realidades dramáticas en el interior del país, las temibles desigualdades entre blancos y negros, las constantes criminales acciones del Ku Klux Klan, el permanente temor a las mafias y la sorda rebeldía de más de 17 millones de norteamericanos que, según las propias palabras de Kennedy, ?algunos días se quedan sin almorzar?.
Según estos parlamentarios demócratas-cristianos chilenos, Kennedy llegó al poder ?para tratar de recuperar el prestigio perdido de su país en el mundo y para ello impulsó el desarrollo de la cohetería experimental hasta alcanzar un nivel parecido al de la Unión Soviética y, cuando lo hubo logrado, firma el tratado de proscripción de los experimentos nucleares y desafía al mundo proponiendo que sean un ruso y un norteamericano, juntos, los que lleguen a la Luna; captó el drama de los millones de negros discriminados y formuló su reforma a la ley de igualdad de derechos civiles; habla en una concentración multitudinaria de negros y logró transformar el rostro sombrío de los preteridos en una mirada de esperanza; formuló un plan ambicioso para la América Latina y trató de transformar el imperialismo en una alianza de pueblos para el progreso con el programa Alianza para el Progreso que planteó en un discurso que pronunció ante los embajadores latinoamericanos en 1961 y lo tomó de manera tan personal que lo puso en manos del esposo de una de sus hermanas?.
Luego siguen diciendo: ?Este libro trata de descifrar el enigma de nuestro tiempo, de señalar las fronteras que separaban a Kennedy de los sectores reaccionarios de su país que deseaban perpetuar la vergüenza de la desintegración racial, el negocio de la guerra, la explotación del imperialismo. El inmenso poder de los 1000 norteamericanos que controlan toda la maquinaria económica de los Estados Unidos y que no estaban dispuestos a ceder en las conquistas alcanzadas por los círculos financieros que ahogan el alma norteamericana y detienen el progreso de muchos pueblos de la Tierra.
?Kennedy estaba contra ellos y el autor de este libro, a través de sus páginas, nos va mostrando en un lenguaje rudo la magnitud del poder del dólar acumulado y la impotente batalla de un hombre por conseguir que su país cumpla un rol histórico en función del interés superior de la humanidad y no del mezquino interés del negocio y del dinero?.
Y concluyen: ?El mundo exige que se haga luz sobre este hecho que cubrirá de vergüenza a muchas generaciones de norteamericanos, luz que aún está lejos, pero que contribuye a acercarla a nuestros días el valeroso testimonio en defensa de los verdaderos valores humanos que hace el autor de este libro en su vigorosa denuncia de los asesinos de Kennedy?.

John F. Kennedy (JFK), 35o. Presidente de los Estados Unidos.
Para poder explicarnos un poco mejor de dónde pudo haber venido este crímen, es indispensable que hagamos unos cuantos recordatorios oportunos. Por ejemplo, que en 1954 el 34º. Presidente de los Estados Unidos, General de cinco estrellas Dwight D. Eisenhower (1953-1961) y su controvertido vicepresidente, Richard Milhous Nixon, hicieron aprobar en el Congreso y en el Senado una Ley de Reforma Tributaria que favoreció a los grandes consorcios de ese país, en particular a los petroleros, a tal grado que el Senador por Massachusetts, John F. Kenendy, lo calificó de ?demostración cabal de la disgustante intimidad que existe entre los que gobiernan y algunos de sus gobernados?, porque en resumen esa ley aumentó las excepciones de impuestos ?a las grandes ganancias?.
Y desde que Kennedy sucedió en la Casa Blanca al General Eisenhower comenzó a tratar de impulsar una nueva reforma tributaria que tenía como principal objetivo anular esos privilegios a los más ricos de la Unión Americana, y se proponía hacerla en 1964 para emplearla como arma electoral en su campaña de reelección y obligaría de alguna manera al Congreso y al Senado a aprobarla.
JFK estaba firmemente decidido a cambiar muchas cosas que favorecían a los más grandes consorcios multimillonarios, particularmente a los petroleros de Texas que estaban libres de impuestos de todas las ganancias de sus compañías subsidiarias que operaban en el extranjero, lo que aprovechaban compañías como la Standard Oil de Nueva Jersey y sus cinco asociadas en el petróleo del Cercano Oriente, Venezuela y el resto del mundo, y la General Motors con sus fábricas de automóviles en Europa y Australia. Para poder satisfacer ese propósito, Kennedy comenzó en mayo de 1962 a sacar adelante su proyecto, lo cual causaba desasosiego a las empresas que sabían que iban a ser afectadas, particularmente las grandes compañías petroleras de Texas, que por razones inexplicables recibían un tratamiento privilegiado que se les permitía deducir de los ingresos brutos de los pozos de petróleo en producción un 27.5 por ciento libre de impuesto, basado en la “curiosa” teoría que mientras más petróleo se extrae, más pobres serán en el futuro cuando deje de haber petróleo. La evasión de impuestos de los petroleros por ese 27.5 por ciento alcanzaba en 1962 más de mil doscientos millones de dólares, de acuerdo a los precios del barril de crudo de aquellos días. ¡Imagínense lo que sería ese 27.5 por ciento con los precios actuales!
Los megamillonarios petroleros de Dallas Haroldson Hunt y Clift Murchisson vivían temblando de pensar que Kennedy les iba a quitar esos privilegios que producían un millón de dólares a la semana por el 27.5 de excepción de impuestos, pero cabe sospechar que dejaron de temblar el 22 de noviembre de 1963, cuando en su propia ciudad fue asesinado el presidente que estaba decidido a cambiar esa situación privilegiada en su segundo mandato.
En la primera semana de octubre de 1963 se destapó un escándalo en Washington cuando se descubrió que desde la oficina del líder de la mayoría del Senado se manejaba una red de prostitutas sólo para los parlamentarios que era administrada por un abogado de 35 años de nombre Bobby Gene Baker, secretario del líder de la mayoría, Mike Mansfield, quien ganaba un salario de 19,600 dólares anuales y su secretaria privada Carolyn Tyler era una ex reina de belleza de 24 años de edad y con medidas anatómicas 105-64-105, quien cobraba 8 mil dólares al año. En diciembre de 1962 Baker compró una casa cerca del Capitolio en la que instaló a la Tyler y a Mary Alice Martin, secretaria de la oficina del senador demócrata por Florida George Smathers, quienes se encargaban de que todos los que la visitaban gozaran de muchos placeres, por lo que muchos parlamentarios entraban y salían durante las horas del día y de la noche y la música se hacía escuchar en las vecindades.
El mismo Baker organizó también un club privado (after-hours) para después de la hora en que era prohibido vender licor en Washington. Se llamaba Quorum Club y funcionaba en una suite de tres habitaciones del hotel Carrol Arms, cercano al Capitolio, que obtuvo permiso para funcionar ?para propósitos literarios y promoción de la convivencia social?, y era atendido sólo por mujeres jóvenes y atractivas. El resultado de la investigación que sobre estas alegres actividades realizó una comisión nombrada por el Senado nunca se dio a conocer a la prensa ni al público. Al saberse las proyecciones de este escándalo, un funcionario de la Casa Blanca comentó ?Esta es una buena noticia para el presidente Kennedy porque ahora podrá doblarles la mano a los congresistas que hasta ahora no lo han dejado gobernar como quiere?.
Tres días después de que trascendió este escándalo, comenzaron a hacerse los arreglos para la gira a Texas en busca de su reelección de Kennedy, primero a San Antonio, después a Houston y, para terminar, en tercer lugar a Dallas. Mas no pensaron que la gira terminaría tan dramáticamente por terminar la vida del presidente.
Pero el tiempo ha seguido pasando y todavía no se ha esclarecido quién o quiénes mataron a John F. Kennedy. La verdad sigue sin saberse. Y no es fácil aceptar que a 44 años de distancia de este magnicidio, aún no se haya establecido quiénes lo mataron, ni por qué lo mataron, ni está claro quién o quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de ese crimen cometido el 22 de noviembre de 1963 en una calle de la ciudad de Dallas, sede de multimillonarias empresas petroleras. Y a pesar de lo que ha dicho la Comisión Warren, nombrada ad hoc por su sucesor, Lyndon B. Johnson, ha habido otras versiones que la contradicen. 44 años más tarde todo sigue en el más profundo secreto y aún éste es celosamente guardado. ¡Y esto no puede seguir así! (Continuará)

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