Mi homenaje a Irena Sendler


Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910. También es conocida como “El ángel del gueto de Varsovia”. Fue propuesta por el gobierno de Polonia como candidata al premio Nobel de la Paz 2007. La iniciativa fue del presidente Lech Kaczynski y contaba con el apoyo oficial del Estado de Israel a través de su primer ministro, Ehud Olmert, y de la Organización de Supervivientes del Holocausto residentes en Israel. Y había cierta premura para que se le concediera ese año, porque ya tenía 97 años de edad y habría de cumplir 98 años el 15 de febrero del presente año. Pero en vez de concedérselo a ella se lo dieron a Al Gore, el ex Vicepresidente de los Estados Unidos, junto al Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, ?por sus esfuerzos para construir y diseminar un mayor conocimiento sobre el cambio climático causado por el hombre y poner las bases para la toma de las medidas que sean necesarias para contrarrestar ese cambio?.
Las autoridades de Auschwitz habían expresado su apoyo a la candidatura de Irena Sendler, porque la consideraban uno de los últimos héroes vivos de su generación que ha demostrado una fuerza, una convicción y un valor extraordinarios frente a un mal de naturaleza extraordinaria como fue el genocidio nazi contra los judíos. Tradicionalmente se anuncia al ganador de ese premio a mediados de octubre y la ceremonia de entrega se realiza invariablemente el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, el industrial sueco Alfred Nobel, inventor de la pólvora.
Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual llevaba los comedores comunitarios de la ciudad. Allí trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que además entregaban ropa, medicinas y dinero.
En 1942, los nazis crearon un gueto en Varsovia, e Irena, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota. Ella misma lo cuenta: “Conseguí, para mí y mi compañera, Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases también para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto.”
Irena Sendler salvó a 2,500 niños del gueto de Varsovia y su explicación del por qué lo hizo fue la siguiente: “La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”.
Cuando Irena caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la estrella de David, como signo de solidaridad con los judíos y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias judías a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto, pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños iban a morir en el gueto si permanecían en él. Muchas madres y abuelas eran reticentes a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible, pero que resultó fatal para ellos. Algunas veces, cuando Irena o sus colaboradoras volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que ya todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.
A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano del 42, consiguió rescatar a más de 2,500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de papas, ataúdes… etcétera. En sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.
Irena quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales y sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.
Los nazis se enteraron de sus actividades y el 20 de octubre de 1943 Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y conducida a la infame prisión de Pawiak, donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja encontró una estampa de Jesús Misericordioso con la leyenda: ?Jesús, en vos confío?, la cual conservó consigo hasta el año 1979, cuando se la obsequió al papa Juan Pablo II.
Ella era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos. Soportó la tortura y se negó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Fue sentenciada a muerte. Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán que se apiadó de ella se la llevó para un “interrogatorio adicional” y al salir le gritó en polaco “¡Corra!”. Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes, e Irena continuó trabajando con una identidad falsa.
En 1944, durante el levantamiento de Varsovia, colocó sus listas de los niños a salvo en dos frascos de vidrio y los enterró en el jardín de la casa de su vecina para asegurarse de que si ella moría llegarían a las manos indicadas. Al finalizar la guerra, Irena misma los desenterró y entregó las notas al doctor Adolfo Berman, el primer presidente del comité de salvamento de los judíos sobrevivientes. Lamentablemente, la mayor parte de las familias de los niños había muerto en los campos de concentración nazis. En un principio los niños que no tenían una familia adoptiva fueron cuidados en diferentes orfanatos y poco a poco se les envió a Palestina.
Los niños conocían a Irena solamente por su nombre clave, “Jolanta”. Pero años más tarde cuando su foto salió en un periódico después de ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra, un hombre la llamó por teléfono y le dijo: “Recuerdo bien su cara, usted es quien me sacó del gueto.” Y así comenzó a recibir muchos llamados y reconocimientos.
En 1965 la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de ?Justa entre las Naciones? y fue nombrada ciudadana honoraria de Israel. En noviembre de 2003 el presidente de la República de Polonia, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil polaca: la Orden del Águila Blanca. Irena fue acompañada por sus familiares y por Elzbieta Ficowska, una de las niñas que salvó, “la niña de la cuchara de plata”.
Irena Sendler murió ayer, 12 de mayo del 2008, y nunca podrá recibir el premio Nobel de la Paz, porque éste solamente se les otorga a las personas que están vivas. Tampoco le han hecho una película como La Lista de Schindler, que basada en el libro El Arca de Schindler, del escritor Thomas Kennealy, hizo en 1993 el cineasta de Hollywood Steven Spielberg sobre la vida del empresario alemán Oskar Schindler, quien salvó de la muerte en campos de exterminio nazis a un millar de judíos en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Quizás algún día a algún productor cinematográfico se le ocurrirá la idea de hacer también una película biográfica sobre Irena Sendler.
Pero donde ella está no le hará falta tener el premio Nobel, ni que hayan escrito un libro y hayan producido una película sobre su vida. Ni tampoco necesita de este humilde homenaje póstumo que le rindo con estas sencillas palabras que son fruto de mi admiración.

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