Esta es realidad nacional

En los medios de comunicación escritos de hoy hay varios artículos que se refieren a diferentes temas y acontecimientos que estamos viviendo y les recomiendo que lean detenidamente, pero entre todos me ha parecido excepcionalmente brillante el que escribió en el periódico Prensa Libre la excelente columnista Carolina Vásquez Araya en su habitual columna denominada El Quinto Patio. Esta destacada periodista nació en Chile, pero ya lleva muchos años residiendo en Guatemala y se ha convertido en una de las mejores columnistas que hay en el país. Por considerar que este artículo en particular debe ser leído por todos los guatemaltecos y que debemos meditar sobre su contenido, me permito reproducirlo en esta página para que lo lean personas que quizás no lo leyeron en el mencionado diario y vuelvan a leerlo quienes ya lo han leído.
EL QUINTO PATIO
Carolina Vásquez Araya
Nuestro mundo particular
Al hablar de la violencia que rodea a la población guatemalteca, se asume, sin mayores titubeos, su condición de hecho inevitable como parte de la realidad y hasta como una expresión extraña y patológica de la idiosincracia nacional.
Ya no sorprende a nadie la noticia del asesinato de otro ser humano. La prensa amarillista nos las trae a diario y en abundancia. Pilotos de autobuses, taxistas, mujeres, empresarios, estudiantes, adolescentes y hasta niños irrumpen a través de las páginas, para mantenernos atrapados en la verdadera forma de vida a la cual nos han condenado la ineficacia de los gobernantes y nuestra propia pasividad.
La impunidad con la cual operan criminales de altos vuelos sería inexplicable, si no fuera por las abundantes evidencias de la participación de policías, jueces, fiscales y funcionarios cualquier nivel en prácticamente todas las esferas del crimen.
Para comprender la dimensión de este fenómeno, basta con investigar el sistema de reciclaje en que los elementos ?depurados? de algunas dependencias públicas se han especializado, y gracias al cual encuentran refugio fácil en otras instituciones, desde las cuales delinquen cómodamente, recibiendo, encima de eso, un sueldo pagado por sus propias víctimas.
Otros, más proclives a la privatización de sus servicios, se organizan en empresas de seguridad desde las cuales tienen una visión privilegiada de los hábitos y los bienes de los ciudadanos, quienes de esta forma se convierten en un objetivo fácil para cualquier operativo, desde el robo de vehículos, el asalto domiciliario, la violación o el asesinato, hasta una extorsión de largo plazo.
No deja de ser cínica la afirmación del presidente Colom, al calificar de nefasta a la administración anterior. Para entonces, él ya era un dirigente político. Mientras Berger gobernaba, Colom aparecía en los medios y construía la plataforma de su campaña. Desde esa tribuna tuvo acceso a información privilegiada y conocía perfectamente cuáles eran las fortalezas y debilidades del gobierno de su antecesor.
Sin embargo, usó la vieja estrategia de esperar a que el rival se hundiera en sus propios enredos. Eso quizás lo favoreciera en su momento, pero deja en evidencia su pobreza de espíritu, su escaso liderazgo y su indiferencia por el bienestar de la Nación. Solo muestra ese egoísmo atávico impreso en los genes de los políticos locales como una marca de identidad. Es obvio que si todos los presidentes anteriores permitieron la degradación de la administración pública, apañando toda clase de actos de corrupción, no será Colom quien ponga un alto a lo que se ha convertido ya en una forma de gobierno.
elquintopatio@gmail.com
Y en el acostumbrado recuadro enmedio de la columna hay esta frase que me ha impactado especialmente: Nos hemos acostumbrado a tal punto a la violencia, que comienza a convertirse en parte del paisaje

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