Ballena Franca Austral en Península Valdés

La temporada de avistaje de ballenas francas en las costas de la Provincia de Chubut, particularmente en la Península Valdés, se extiende por lo general de mayo a diciembre, con las mejores posibilidades de avistaje durante los meses de septiembre y octubre. Pero nosotros tuvimos la buena suerte de avistar varios ejemplares todavía a finales de noviembre. La fuerza poderosa que convoca año tras año a las ballenas francas son los rituales del aparejamiento y reproducción, que también constituyen un espectáculo maravilloso para el viajero y se repite todos los años gracias a la eficiente labor de protección que desarrollan diversos organismos de la zona. Para asegurarse de que esto se cumpla rigurosamente, solo seis empresas de turismo están autorizadas para organizar excursiones para el avistaje, las cuales toman todas las medidas necesarias para que no se perturbe la tranquilidad del hábitat ballenero, sobre todo cuando las ballenas están con sus crías. Además, para la seguridad de los excursionistas, obligan a que todos, sin excepción, a ponerse un chaleco salvavidas durante el trayecto marítimo, por si alguno pudiese caer al agua.

Todos sin excepción tuvimos que usar chaleco salvavidas.
Las ciudades de Puerto Madryn, Trelew y la pequeña localidad de Puerto Pirámides, esta última ubicada en la Península Valdés, son las puertas de entrada para conocer de cerca el extraordinario mundo de las ballenas francas que se acercan a las costas patagónicas para efectuar el eterno rito de su reproducción. El avistaje se realiza tomando una embarcación en Puerto Pirámides, un pueblecito de pocos cientos de habitantes. Para lo cual contratamos los servicios de una eficiente agencia de viajes que nos envió en un excelente automóvil expreso que condujo un guía de turistas que se comportó de manera muy agradable.


Lejana vista de la ciudad Puerto Madryn desde la embarcación.

En Puerto Pirámides se aborda una embarcación apropiada después de que todos los pasajeros se ponen un chaleco salvavidas. Luego comienza el recorrido bordeando la costa en distintas direcciones, para luego dirigirse una o dos millas mar adentro, en busca de las ballenas de las que se cree que todavía existen unas 2000. La primera parada se hace por lo general en La Lobería, perpendicular a Puerto Pirámides. La navegación a lo largo de la costa permite también observar varias colonias de cormoranes, que construyen sus nidos contra el acantilado y allí crían a sus pichones, como así también de otros ejemplares de la avifauna costera. Esta pequeña localidad se encuentra en la Península Valdés, a 97 kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn, en la Provincia de Chubut. Enclavada en la pequeña Bahía de Pirámides hay un bello accidente geográfico de aguas cristalinas y rodeada de acantilados que asemejan pirámides, de de donde vino la razón de su nombre. Su entorno es un paisaje desértico, típico de la Patagonia Atlántica. A principios del siglo XX, creció con la explotación industrial de sal. Mucho tiempo después fue el turismo su principal actividad económica, que le ha venido dando el perfil que tiene actualmente.
De Puerto Pirámides salen las embarcaciones para el avistaje de ballenas que congrega a miles de turistas entre los meses de mayo y noviembre. La mayor afluencia de estos gigantescos y pacíficos cetáceos se registra entre septiembre y noviembre. Sin embargo, nosotros llegamos a finales de noviembre y todavía pudimos avistar algunos ejemplares.
La embarcación se alejó de la costa, se pararon los motores y por un momento reinó un silencio de expectación, interrumpido sólo por los sonidos mezclados de los pingüinos, las gaviotas, los gaviotines y los cormoranes.
La espera fue un momento de suspenso. Alguien observó a lo lejos una concentración de aves. La lancha se acercó y, de pronto, cuando todo el grupo está atento, algo plateado y blanco saltó al lado de la embarcación y en seguida se escuchó el fuerte ruido de un cuerpo que golpeaba la superficie del mar.


La primera sorpresa que tuvimos fue ver un raro ejemplar de ballena albina. El guía nos explicó que no es fácil verlas aparecer.
Esta aparición causó un momento de euforia. Todos los turistas gritaron, hablaron en varios idiomas, se mezclaron los gritos de los niños con los de los mayores y, como fin de fiesta, un instante más tarde vimos aparecer otras ballenas de color negro o gris obscuro. Después hizo su aparición una ballena todavía más grande, nadando jundo a su cría.


Poco a poco fueron surgiendo a la superficie otras ballenas, como si fuesen submarinos.


Algunas se acercaron a la embarcación.


Fue impresionante ver tan cerca a esos monstruos marinos.


Poco después se acercó aún más a nosotros una de las ballenas.
La ballena franca austral (Eubalaena australis) es un mamífero perteneciente al orden de los cetáceos, que comprenden a las ballenas, delfines y marsopas y pertenece al suborden de los mysticetos, que son grandes ballenas con barbas como órgano alimentario.


Las ballenas francas australes miden cerca de 15 metros de largo y algunas de ellas pesan entre 50 y 60 toneladas.
Su cuerpo es curvado, de color negro o gris obscuro y con manchas irregulares de color blanco en la superficie ventral. Otra característica distintiva de esta especie son sus aletas pectorales anchas y cortas, no poseen aletas dorsales, ni pliegues en la panza. La cabeza es redondeada y mide cerca de un tercio del largo del cuerpo. Posee dos orificios respiratorios, por lo cual al expulsar el aire, se ve la típica nube en forma de “V” que puede alcanzar hasta 4 metros de altura. Mide aproximadamente 15 metros y pesa entre 40 a 60 toneladas. Su distribución es exclusiva del Hemisferio sur, entre los 20 º y 64º.
Durante la Estación de reproducción, del otoño a primavera, se observan diferentes poblaciones de ballenas francas frente a las costas de Sudamérica, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia y al finalizar la temporada se dirigen hacia las áreas de alimentación, que en el caso de la población de Península de Valdés podría encontrarse circundante a las islas Georgias del sur.
El aspecto más característico de estas ballenas, es la presencia de callosidades en la parte superior y costados de la cabeza. El tejido de las mismas es de epidermis de consistencia córnea. Cada ballena tiene un único patrón de callosidades que no varía con el transcurso de los años, lo cual permite individualizarlas y así identificar a los distintos ejemplares. La ballena franca tiene su primer cría de los 7 a los 9 años de edad. La mayoría de hembras son observadas en Península Valdés solamente los años que tienen cría, lo cual sucede por lo general una vez cada tres años. Las crías al nacer miden en promedio 5,5 metros.

Una ballena enseña a nadar a su cría a su lado.
Para que puedan verla mejor les agrando esta foto:

Es ejemplar el amor maternal de las ballenas.
El período de gestación de la ballena dura alrededor de un año y las primeras crías comienzan nacer a partir del mes de junio y hasta mediados de octubre. Durante ese período la península se convierte en una cuna de crías, que allí pasan sus tres primeros meses de vida.
El apareamiento de las ballenas francas es un evento espectacular. Se produce dentro de un grupo que oscila desde los dos a los diez ejemplares. Frecuentemente la hembra se coloca con el vientre hacia arriba con el aparente fin de evitar ser apareada, pero cuando se tiene que dar vuelta para respirar, los machos se zambullen inmediatamente y tratan de aparearla. Los machos siempre compiten intensamente por la hembra. Finalmente, la hembra se deja poseer por varios machos, pero solamente acepta como padre de su cría al que más la ha satisfecho.

La ballena azul tiene un órgano sexual proporcional a su tamaño y produce mucha esperma. Su maduración sexual es entre los 7 y los 17 años de edad.
Se cree que produce 400 galones de esperma al año, de los cuales solo el 10% deja adentro de su compañera de aparejamiento, lo que indica que 260 galones quedan esparcidos en el mar, lo cual contribuye a lo salado del agua. ¿Usted ha tragado agua de mar alguna vez?

El período de lactancia de las crías es de 18 meses.

Una ballena madre juega con su cría todo el tiempo.

El animal más grande que existe en la actualidad pasa la mayor parte de su vida sin alimentarse y solo aprovecha los meses de verano para tamizar cantidades siderales de organismos que por su tamaño se encuentran entre los más insignificantes que habitan en el mar. La ballena franca es un misticeto (que posee barbas) que pertenece a la familia de los balénidos y agrupa a las ballenas que se alimentan a través del sistema de filtración.
De cada lado de la mandibula superior cuelgan aproximadamente 225 barbas que llegan a medir hasta 2,50 metros. Las barbas tienen los bordes externos lisos, mientras que los internos están deflecados para permitir un eficiente filtrado y están constituidas por queratina. Ésta es una proteína común en la naturaleza que se la encuentra como matriz estructural de pelos, uñas y cuernos.
Gracias a la composición molecular de la queratina, las barbas de las ballenas son muy fuertes y, al mismo tiempo, flexibles. La estrategia de alimentación de la ballena franca es por barrido de superficie. Nada lentamente, con la boca entreabierta, manteniéndose a veces en la superficie y otras parcialmente sumergida. A medida que avanza, el agua entra en su boca por el frente, pero no se acumula sino que se escurre por los costados pasando previamente por las barbas, donde quedan miles de presas tamizadas por una red de malla fina. El krill, que es una especie de camarón muy pequeño, algunas especies de copépodos, y estadios larvales de vertebrados e invertebrados que viven en los fondos barrosos, componen el menú de las ballenas francas. Una de las indicaciones de que la ballena franca se esta alimentando es la constatación de que se desplazan en zigzag, de un costado hacia el otro, mientras nadan con la boca abierta siguiendo cursos que a veces son tortuosos.
Se cree que los saltos de las ballenas francas obedecen a que están jugando y que probablemente lo hacen para imitar a los delfines, aunque también hay quienes creen que es una forma de llamar la curiosidad de quienes las están observando. ¡A saber! Pero el caso es que sus saltos y zambullidas son sumamente impresionantes.

El período de gestación de estas ballenas es entre 10 y 12 meses.

La vida aproximada de las ballenas es de 60 años.

Para un fotógrafo inexperto es difícil fotografiarlas cuando están en el aire porque aparecen y desaparecen muy pronto, y sólo se las capta cuando entran de nuevo al mar.
Mientras las ballenas francas permanecen en aguas patagónicas, los adultos se alimentan ocasionalmente. La supervivencia en este periodo se basa en las reservas grasas acumuladas durante el verano. La capa adiposa de una ballena franca bien alimentada puede tener 0,5 metros de espesor y representa un seguro de vida durante la temporada de reproducción. La ballena franca austral fue declarada Monumento Natural por Ley, y su actual población, distribuida en todos los mares del hemisferio sur de aguas templadas y subantárticas no supera los 7000.
Las ballenas francas de Península Valdés constituye una de las poblaciones más grandes todavía existentes, compuesta aproximadamente por 2,500 individuos. Cada año unos 600 ejemplares aproximadamente se dan cita en los golfos Nuevo y San José, entre mayo y diciembre. Estas ballenas casi desaparecieron bajo los arpones de la industria ballenera y a pesar de que ahora es una especie protegida, se debe continuar protegiéndola de potenciales amenazas, que aunque sean menos directas son igualmente letales. Actualmente, si bien su población crece a una tasa del 7,1 % anual, es necesario protegerlas.

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