Punta Tombo y los pingüinos

Teníamos dos objetivos principales para hacer una escala en Puerto Madryn en nuestro viaje de Ushuaia a Buenos Aires, donde dos días más tarde debíamos abordar el avión de TACA para volar de regreso a Guatemala: el primero de ellos era ir la Península Valdés a avistar ballenas francas, y el segundo fue ir a Punta Tombo a visitar la colonia de pingüinos patagónicos de Magallanes que, año tras año, vienen a aparejarse y las hembras ponen uno o dos huevos que calientan hasta que nacen sus pichones. Se dice que todos los años se dan cita aquí más de medio millón de de pingüinos.
En vista de que no disponíamos de mucho tiempo, en la operadora de turismo receptivo Nieve Mar Tours, ubicada en la avenida Roca 493, contratamos un automóvil expreso con un guía para que nos llevara a Punta Tombo y, después, al terminar la visita a la reservación de pingüinos, nos dejase en el aeropuerto de Trelew, que está más cerca de Punta Tombo que de Puerto Madryn. Tuvimos la buena suerte que el vehículo que nos dieron era moderno y cómodo y el guía fue un hombre agradable y simpático, de nombre Rogelio Rhys, descendiente de galeses, excelente conductor e insuperable como guía. Pero, sobre todo, un experto en materia de pingüinos. Nos contó que durante el tiempo que no hay turismo se dedica a afinar pianos. No cabe duda de que este guía de turistas es un estudioso de música y sabe todo lo concerniente a la historia de la Provincia de Chubut, particularmente de estos lugares. En su opinión, el gobernador de la Provincia de Chubut, señor Mario Das Neves, está trabajando muy bien y tiene buenas posibilidades presidenciales. Además, nos demostró que es buen imitador del graznido de los pingüinos. Entre las muchas anécdotas simpáticas que nos contó, nos dijo que hace muchos años algunos no llamaban por su nombre al acto sexual, sino lo llamaban “indifundi indisheguen” (¿?), lo que nos hizo mucha gracia. A mí me inspiró a tragarme una pastilla de Viagra o Cialis para proponerle a una guapa muchacha que conozco que haga “indifundi indisheguen” conmigo, pero no lo hice para no exponerme a ser mal interpretado. Este simpático guía nos hizo muy amena la excursión y quedamos satisfechos de su comportamiento educado y de todo lo que nos explicó.

Vimos varios miles de pingüinos en Punta Tombo.
Los primeros pingüinos llegan a Punto Tombo en septiembre y se quedan hasta mediados de marzo, pero el espectáculo es aún mayor a partir de noviembre, cuando revientan los huevos y nacen los pichones. Todos los años, junto con la llegada de la primavera, los días un poco más largos y templados, y el sol tibio, arriban los pingüinos magallánicos a poblar las costas de la Provincia de Chubut hasta que, ya con sus hijos, vuelven al lanzarse al mar para nadar hasta las costas de Brasil.

En ambos lados de la senda hay nidos de pingüinos.
Uno de los grandes atractivos de la reserva de Punta Tombo es que se puede caminar tranquilamente entre los numerosos pingüinos y observar de cerca cómo construyen sus nidos, cómo calientan sus huevos, alimentan a los pichones, cuáles son sus ritos de apareamiento, las peleas por la defensa del territorio y de los huevos que están empollando y corren peligro de ser comidos por los depredadores, y sus incansables caminatas entre el mar y el nido para ir en busca de alimento. En fin, la vida de estos enternecedores animales ante los ojos de los visitantes.
Pero hay un estricto requisito: aunque una persona se encuentre a pocos centímetros de una de estas aves, jamás debe molestarlas, ni mucho menos tocarlas. No hay que olvidar, ni por un momento, que los visitantes se encuentran en una reserva, un sitio especial dedicado a preservar su hábitat natural y posibilitar una efectiva protección y conservación de la fauna. Además, si bien los pingüinos son inofensivos en condiciones normales, al sentirse amenazados se defienden con su pico, que es muy fuerte y filoso.
Esta reservación de pingüinos fue creada en 1979 por un decreto del gobierno de la Provincia de Chubut con el fin de proteger uno de los sitios con mayor diversidad faunística de la República Argentina, además de ser la mayor colonia continental de pingüinos de Magallanes.
Punta Tombo se encuentra rodeada del típico paisaje árido y solitario de la meseta patagónica. Este paisaje está vacío en apariencia porque si se aprende a mirar con detenimiento se descubre toda la vida que guarda entre sus arbustos y bajo un cielo que parece infinito. Por supuesto que hay ovejas merino australianas, el típico ganado patagónico traído originalmente por los galeses, pero también pueden cruzarse por la ruta manadas de guanacos y choiques, especie de avestruces o ñandúes, liebres patagónicas o maras, zorros, martinetas y algún piche o peludo.
A medida que uno se aproxima a la costa, comienza a rodearle una febril actividad faunística. Una gran cantidad de aves marinas habitan esta punta rocosa: gaviotas australes, skúas o salteadores, cormoranes reales y de cuello negro, palomas antárticas, gaviotines y petreles. También llegan hasta estas costas numerosos lobos marinos y pasan por sus aguas muchas ballenas francas, delfines y orcas.
El ingreso a la reserva se hace por el puesto del Guardafauna, donde desemboca el camino. Allí se paga un boleto de ingreso y se obtiene la información que sea necesaria acerca de las distintas sendas y la forma de comportarse con los animales.
El área de estacionamiento para los vehículos se encuentra dentro de la reserva, por lo que es necesario caminar esos metros con mucha precaución porque es territorio de pingüinos.
Una vez en el área de sendas verá que la zona de acceso permitido se encuentra delimitada por un alambrado que debe ser respetado estrictamente.

El macho empolla el huevo hasta que nace el pichón.
También hay que tener mucho cuidado con los nidos, que son excavaciones entre los arbustos y al costado de las sendas, y con los huevos que están bajo el celoso cuidado del macho.

La hembra mantiene caliente y alimenta al pichón.
Las familias de pingüinos se encuentran generalmente bajo los arbustos, pero también caminan por todos lados, en un constante ir y venir entre el mar y los nidos a buscar creel, su alimento acostumbrado, para llevarlo a la hembra y al pichón.

Mientras la hembra alimenta al pichón, el macho vigila la entrada del nido para impedir que puedan entrar intrusos.
El recorrido en automóvil desde Puerto Madryn puede hacerse en poco más de dos horas. Hay que recorrer el tramo de la Ruta Nacional 3 que la separa de Trelew 67 kilómetros asfaltados, luego tomar la Ruta Provincial 25, hacia Rawson, la capital de la provincia, situada a 80 kilómetros de Puerto Madryn, donde, a 7 kilómetros de camino también asfaltado, se encuentra el empalme con la Ruta Provincial 1 que lleva a Punta Tombo por un corto camino de ripio. Desde este empalme son 107 kilómetros los que se han recorrido. Afortunadamente, hoy casi toda la carretera está asfaltada, gracias a que hace poco tiempo hizo una visita a Punta Tombo la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y, aunque ella llegó en helicóptero, las autoridades de la provincia asfaltaron los tramos que hasta entonces todavía eran de ripio. En esta parte se debe circular con velocidad moderada porque puede aparecer de pronto en el camino algún animal, y no hay que olvidar que la carretera atraviesa estancias que son propiedades privadas. Los últimos 22 kilómetros de la carretera de ripio y donde está Punta Tombo forma parte de la estancia que pertenece a una familia de ascendencia italiana de apellido La Regina.
Este es un recorrido que debe ser planeado para una jornada completa, ya que en total consume unas cinco horas desde Puerto Madryn y suele ser bastante fatigante por la cantidad de kilómetros que hay que recorrer en automóvil y la caminata de cuatro kilómetros que hay que hacer por la senda de ripo en la reserva. Francamente, fue una excursión fatigante. Lo ideal habría sido salir de Puerto Madryn temprano por la mañana para poder aprovechar bien el día, ya que teníamos que estar en el aeropuerto de Trelew a las 6:30 de la tarde para tomar el avión a Buenos Aires. Pero nosotros comenzamos el viaje en el hotel Territorio de Puerto Madryn, poco antes del medio día y primero fuimos a almorzar al puerto de pescadores Rawson, donde nos habían dicho que hay un excelente restaurante de mariscos y comprobamos que no fue mentira, ni exageración. ¡Tienen razón! Este restaurante es tan bueno que cuando llegamos estaba totalmente lleno y en la mesa vecina había dos chinos que viven en Comodoro Rivadavia y vinieron desde allá solamente a comer, a pesar de que tuvieron que recorrer una considerable distancia.
Punta Tombo posee una particularidad única que hace que año tras año miles de turistas visiten la zona para observar esta maravilla natural en su estado puro: es de fácil acceso y se puede observar gran número de pingüinos patagónicos de Magallanes y, por sobre todo, está a corta distancia.

Son muy distinguidos estos pingüinos patagónicos.
Estas aves marinas caracterizadas por su plumaje blanco y negro, llegan a medir aproximadamente 50 centímetros y a pesar cerca de 5 kilogramos. Usualmente tienen un promedio de vida entre 18 y 29 años.
En el mes de octubre, los pingüinos machos arriban a las costas chubutenses para anidar, aparearse y tener sus crías, para luego emprender su viaje de regreso a las costas de Brasil, al noroeste de Sudamérica durante el mes de abril.

Había miles de pingüinos reunidos en la playa.
Es imponente ver esta colonia de más de medio millón de ejemplares en sus nidos o cuevas y escuchar su particular graznido, parecido al de los burros, y el piar silbante de los pichones que llenan el ambiente de fantásticos sonidos. Quien visita la zona tendrá la oportunidad de observar cómo estas aves que nadan sobre las olas con tanta elegancia y agilidad, se desplazan con tanta torpeza sobre la tierra.

Hay 18 especies de pingüinos, de las cuales 4 son de aguas cálidas.
Además, es posible observar en esta zona gaviotas, skúas, el fabuloso petrel gigante, cormoranes, ostreros y las especies autóctonas de la estepa como guanacos, maras, peludos, el ñandú petiso o choique y los zorros grises. Cabe destacar que esta Área Natural Protegida cuenta con un importante valor arqueológico por los restos de asentamientos indígenas que allí se encuentran.

El autor de este blog con su amado hijo Alejandro.
Punta Tombo es una estrecha franja pedregosa de 3 kilómetros de largo por 600 metros de ancho que se adentra en el Océano Atlántico. La existencia del pronunciado accidente geográfico se debe a un afloramiento de roca cristalina, de origen prejurásico, que ha resistido la erosión marina. Sobre este sustrato, zonas de canto rodado y, fundamentalmente, amplias áreas de arena muy fina y compactada, resultan ideales para que los pingüinos caven sus nidos. Vastas zonas del suelo están literalmente minadas de cuevas de poca profundidad, donde año tras año los pingüinos ponen sus huevos y crían a los pichones.
La pendiente suave de estas playas facilita, así mismo, el desplazamiento terrestre de las aves que varias veces al día efectúan el trayecto entre los nidos y el mar para alimentarse con plantom y creel. Los pingüinos, si bien alertas a la intromisión humana, no se asustan ni abandonan sus nidos, por lo que la interacción es muy directa. Para evitar accidentes y perjuicios a los animales, desde la conformación de la reserva se han construido pasarelas que permiten circular a los visitantes sin peligro de derrumbar las cuevas a su paso.
Los pingüinos machos llegan a las playas a fines de agosto, y reacondicionan el mismo nido, pozo o cueva que utiliza la familia año tras año. Hay que tomar en cuenta de que los pingüinos son animales monógamos y por lo general las parejas son fieles. A principios del mes de octubre, las hembras hacen una puesta de dos huevos, que empollan durante cuarenta días. En ese lapso la pareja se turna para alimentarse y cuidar el nido. Cualquier pequeño descuido de su parte es aprovechado por las gaviotas y otras aves para robarles los huevos. Para fines de abril, los pichones ya han aprendido a nadar y a alimentarse por sí mismos, y emprenden con sus padres su periplo anual por el Atlántico.

Los machos bajan al mar para buscar plantom y creel que suben a los nidos de sus pichones.
Con algunas variaciones, según la temporada, se ha contabilizado en Punta Tombo la presencia de cerca de medio millón de ejemplares de pingüinos de Magallanes, lo que la convierte en la mayor pingüinera continental de esta especie.

Los pingüinos son monógamos y fieles hasta la muerte. No se puede decir lo mismo de los seres humanos.
Otras especies de aves que nidifican el lugar, incluyen a las gaviotas cocineras, la gaviota gris o austral, los skúa, el cormorán real y el cormorán de cuello negro, patos vapor, y ostreros. La reserva es visitada también por palomas antárticas, petreles y gaviotínes, todos los cuales son implacables depredadores que se mantienen tratando de comerse los huevos de pingüinos.

Impresionante caso de infinita ternura maternal.
Esta hembra perdió el huevo que estaba empollando (quizás se lo robó una de las aves depredadoras), por lo que lo sustituyó con una piedra redonda del tamaño del huevo, probablemente para hacerse la ilusión de que sigue empollando, o para practicar para cuando vuelva a poner dos huevos el año próximo.
Después de almorzar deliciosamente en el restaurante de mariscos de Puerto Rawson, sobre el río Chubut, fuimos a visitar a los pingüinos de Punta Tombo, donde tuvimos que caminar a pie cuatro kilómetros por un sendero de ripio, lo cual es bastante cansado; pero fue una experiencia inédita inolvidable de la que no me arrepiento. Después de esta experiencia, el guía solo nos regresó 20 kilómetros al aeropuerto de Trelew, donde en vista de que había que hacer una larga espera pagamos unos cuantos dólares para poder ingresar al salón VIP a esperar a que llegara el avión procedente de Ushuaia que, como ya es habitual, venía retrasado.
Pero, finalmente, más de dos horas después de la hora anunciada abordamos el avión que nos llevó al Aeroparque Jorge Newbery, en Buenos Aires, donde ya nos estaba esperando un automóvil expreso (o “remise”, como les llamán allá) de la agencia receptora de turismo que en pocos minutos nos condujo al hotel Plaza Francia, donde únicamente nos quedamos un día, el último día de nuestro largo periplo al “fin del mundo”, al final de la Patagonia Sur Argentina, porque al día siguiente teníamos que abordar el avión de TACA para regresar a Guatemala.

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