Barack Obama es el 44o. Presidente de USA

Disculpen mi retraso
En cumplimiento del mandato de la Constitución de los Estados Unidos de América, el 20 de enero se llevó a cabo en la ciudad de Washington, Distrito de Columbia, la ceremonia de juramentación del Presidente Barack Hussein Obama y del Vicepresidente Joseph Biden, triunfadores en las elecciones del 4 de noviembre del año pasado para sustituir al hasta entonces Presidente George W. Bush y al Vicepresidente Richard Cheney, respectivamente. Y el nuevo mandatario pronunció un impactante discurso compuesto de 2,401 palabras y tomó solamente 18 minutos. Muchas personas creyeron que estaba improvisando, pero la verdad es que lo leyó en un teleprompter. He creído que a mis lectores les podría interesar leer una buena traducción de ese importante discurso y, aunque ya había obtenido primero una copia de la traducción que hizo la agencia noticiosa española EFE, no me pareció que estaba bien hecha y solicité a la embajada de los Estados Unidos en Guatemala una traducción oficial, pero cuando recibí la que me enviaron me pareció que estaba aún peor que la que tenía antes, por lo cual decidí hacer otra traducción del texto completo original y más apegada al texto en inglés. De ese trascendental hecho, en el que por primera vez en la historia de ese gran país asume la presidencia un ciudadano afroamericano, les ofrezco esta breve crónica que hubiese querido publicar ayer, pero, lamentablemente, me retrasé por tener que hacer la traducción que publico más adelante.


Se calcula que entre 1.5 y 2 millones de personas se reunieron para presenciar la ceremonia en las 3 millas de distancia que hay en el National Mall entre el monumento a Abraham Lincoln y el Capitolio, pasando por el Obelisco del monumento a George Washington. Nunca antes en toda la historia de la juramentación de los 43 presidentes anteriores se habían juntado tantas personas. Tal es el grado de simpatías y expectativas que ha despertado el joven politico afroamericano Barack Hussein Obama. Ojalá que no sean demasiadas las expectativas del pueblo estadounidense, ni sean fuera de proporción, ni esperen que el cambio prometido ocurra pronto. Por eso insisto en que hay que desearle buena suerte. Finalmente, sólo quiero hacer hincapié en que, a pesar de la mesura del discurso, “se le salió el cobre”, como decimos popularmente, al recordar que hace menos de 60 años, debido a la discriminación racial que imperaba, a su padre no le habían servido en un restaurante. Y es de tomar en cuenta también que, a pesar de la crisis por la que ese país está pasando, se gastaron más de 150 millones de dólares para hacer esa impresionante ceremonia digna de cualquiera de los más poderosos imperios de la historia mundial.
La senadora por California Diane Feinstein hizo el papel de maestra de ceremonias y abrió la ceremonia para dar la bienvenida a la numerosa concurrencia. “El mundo nos está observando”, dijo para comenzar. El coro del los marines del ejército norteamericano cantó el Himno Nacional de los Estados Unidos de América. Luego el pastor evangelista Joseph E. Lowery, que ha luchado en todo el mundo contra la discriminación racial, se dirigió hacia el estrado para expresar una petición a Dios. Después, la poetisa afroamericana Elisabeth Alexander, nacida en Harlem (Nueva York), recitó un poema alusivo que ella escribió para la ocasión. Luego la popular cantante Aretha Franklyn, conocida como “la reina del soul” interpretó la canción spiritual “My country ‘Tis of Thee” (Mi país es tuyo, en español); después el pastor evangélico Rick Warren tomó la palabra para hacer un discurso, rezó un Padre Nuestro y pidió que EE. UU. trabaje conjuntamente en la misma dirección.


El primero en hacer su juramento fue el nuevo Vicepresidente, Joseph Biden, mientras su esposa, Jill, sostenía una pesada vieja Biblia familiar y sus hijos lo observan con filial admiración. Por cierto que a algunos observadores les pareció “extraño” (para llamarlo de alguna maner) que “Jillie”(como la llama su marido) haya asistido a una ceremonia tan importante con botas y una falda demasiado corta que no le llegaba ni a las rodillas.


Después de que el Vicepresidente Joseph Biden hizo su juramento, el presidente Barack Obama pronunció su juramento de ley repitiendo las palabras que le iba diciendo el honorable John Roberts, presidente de la Corte Suprema de Justicia y puso la mano izquierda sobre la vieja Biblia que usó Abraham Lincoln en 1861 cuando fue juramentado presidente, mientras levantaba la derecha. Los relojes ya marcaban las 12:15 por el retraso que produjo la participación del extraordinario cuarteto integrado por el violinista israelí Itzhak Perlman, el violonchelista estadounidense de origen chino Yo-Yo Ma, la pianista venezolana Gabriela Montero y el clarinetista afroamericano Anthony McGill, quienes interpretaron una composición de John Williams, el músico que ha recibido más premios Oscar por numerosas películas. A esa hora Obama ya se había convertido automáticamente en Presidente, a pesar de que todavía no había sido juramentado, porque la Constitución de los Estados Unidos de América establece que a partir de las 12:00 horas del día 20 de enero, el presidente electo se convierte en presidente en funciones aunque todavía no haya sido juramentado. Las palabras del juramento que pronunció el nuevo presidente fueron:”Yo, Barack Hussein Obama, juro solemnemente desempeñar con fidelidad el cargo de Presidente de los Estados Unidos”. Observan la escena la nueva Primera Dama, Michelle Obama, y sus dos hijitas menores, Sasha y Malía. A la derecha puede verse al presidente saliente, George W. Bush, con su esposa Laura, así como también al ex presidente William Clinton con su esposa, Hillary Clinton, quien a partir de ayer desempeña el importante cargo de Secretaria de Estado, después de haber sido confirmada por el Senado por una votación de 94 votos en favor y 2 en contra. La juramentación del presidente Obama terminó cuando el juez Roberts le dijo: “Felicitaciones, señor Presidente”. Sin embargo, el miércoles 21 Roberts tomó de nuevo el juramento a Obama “para estar seguros” (vale decir “por aquello de las dudas”) porque el martes 20 se equivocó cuando dijo el texto que manda la Constitución y Obama lo repitió de manera equivocada. Esta ceremonia tuvo lugar en el cuarto de mapas de la Casa Blanca y tuvo una duración de muy pocos minutos.


El discurso presidencial estuvo compuesto por 2,401 palabras, fue sencillo, sobrio y prudente, sin ningún tipo de alardes retóricos ni emocionales, como corresponde a un estadista, y duró solamente 18 minutos. A diferencia de los kilométricos discursos improvisados que solía pronunciar el desaparecido dictador comunista cubano Fidel Castro Ruz y le imita el dictador venezolano Hugo Chávez Frías. O como el desafortunado resumen del reciente “informe” al Congreso de su primer año de gobierno que improvisó el presidente Álvaro Colom Caballeros, que tuvo tan larga duración que hasta el presidente de la Junta Directiva del Congreso, diputado Roberto Alejos Cámbara, unos cuantos de los embajadores acreditados en nuestro país y varios dignatarios visitantes cerraron los ojos durante un rato… y no creo que haya sido precisamente para concentrarse más en lo que decía el mandatario, sino porque no podían controlar su somnolencia.
Traducción que yo hice del discurso del Presidente Obama.
“Compatriotas:
“Me encuentro hoy aquí, frente a ustedes, con humildad por la tarea que enfrentamos, agradecido por la confianza que me han otorgada, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados. Agradezco al presidente Bush su servicio a nuestra nación, así como la generosidad y cooperación que ha demostrado a lo largo de esta transición.
“Cuarenta y cuatro estadounidenses han sido juramentados como presidentes. Estas palabras han sido pronunciadas durante crecientes olas de prosperidad y en aguas tranquilas de paz. Sin embargo, a veces el juramento se hace en medio de nubarrones y tormentas. En estos momentos, Estados Unidos se ha mantenido no sólo por la pericia y habilidad o visión de quienes han estado en los altos cargos, sino porque nosotros, el pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antepasados, y a nuestros documentos fundamentales.
“Así ha sido. Y así debe ser con esta generación de estadounidenses.
“Que estamos en medio de una crisis es algo bien sabido. Nuestra nación está en guerra contra una red de largo alcance de violencia y odio. Nuestra economía está debilitada como consecuencia de la codicia e irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo a la hora de tomar decisiones difíciles y preparar a la nación para una nueva era.
“Se han perdido casas y empleos, y se han cerrado empresas. Nuestro sistema de salud es caro; nuestras escuelas han fallado demasiado, y cada día aporta nuevas evidencias de que las maneras como utilizamos la energía fortalece a nuestros adversarios y amenaza a nuestro planeta.
“Estos son indicadores de una crisis, según los datos y las estadísticas. Menos tangible, pero no menos profunda, es la pérdida de confianza en nuestro país, un temor persistente en que el declive de los Estados Unidos es inevitable y de que la siguiente generación debe disminuir sus expectativas.
“Hoy les digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los podremos resolver fácilmente en un corto período de tiempo. Pero Estados Unidos debe saber que les haremos frente.
“Estamos reunidos porque hemos escogido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y dogmas caducos que durante tanto tiempo han estrangulado a nuestra política.
“Seguimos siendo una nación joven, pero -según las palabras de las Escrituras-, ha llegado el momento de dejar a un lado los infantilismos. Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu de firmeza: de elegir nuestra mejor historia; de llevar hacia adelante ese valioso don, esa noble idea que ha pasado de generación en generación: la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la posibilidad de alcanzar la felicidad plena.
“Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. “Debe ganarse. Nuestro camino nunca ha sido de atajos o de conformarse con menos. No ha sido un camino para pusilánimes, para quienes prefieren el ocio al trabajo o buscan sólo los placeres de la riqueza y la fama.
“Más bien ha sido para quienes han asumido riesgos, los que actúan, los que hacen cosas, algunos de ellos reconocidos pero más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su trabajo quienes nos han llevado a hacia adelante por el largo y difícil camino hacia la prosperidad y la libertad.
“Por nosotros empacaron sus pocas posesiones materiales y viajaron a través de los océanos en busca de una nueva vida. Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y se establecieron en el Oeste, soportaron el látigo y araron la dura tierra. Por nosotros lucharon y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.
“Una y otra vez, estos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron hasta tener llagas en las manos para que podamos tener una vida mejor. Veían a Estados Unidos más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales, más grande que todas las diferencias de origen, riqueza o facción.
“Este es el viaje que hoy continuamos. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando comenzó esta crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado, o el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuído. Pero el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables, ese tiempo ciertamente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo, y volver a empezar la tarea de rehacer a los Estados Unidos.
“Porque donde miremos hay trabajo que hacer. El estado de la economía exije una acción audaz y rápida, y actuaremos no sólo para crear nuevos empleos, sino para levantar nuestros cimientos para crecer. Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos mantienen unidos. Pondremos la ciencia en el lugar que se merece y aprovecharemos las maravillas de la tecnología para aumentar la calidad de la sanidad y reducir su costo.
“Utilizaremos el sol y el viento y la tierra como combustible para nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y universidades para enfrentarnos a las necesidades de una nueva era.
“Todo esto lo podemos hacer, y todo esto lo haremos. Algunos cuestionan la magnitud de nuestras ambiciones y sugieren que nuestro sistema no puede tolerar planes demasiado grandes. Sus memorias son cortas porque han olvidado lo que este país ha hecho; lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une al interés común, y la necesidad a la valentía. Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que ya no sirven los argumentos políticos estériles que nos han consumido durante tanto tiempo.
“La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona, ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajos con un salario decente, los cuidados que puedan pagar y una jubilación digna. Donde la respuesta es sí seguiremos avanzando. Donde la respuesta es no, pondremos fin a los programas. Y a quienes manejamos dinero público se nos pedirán cuentas para que gastemos con sabiduría, cambiemos los malos hábitos y hagamos nuestro trabajo a la luz del día, porque sólo entonces podemos restablecer la confianza que es vital entre un pueblo y su gobierno.
“La cuestión para nosotros tampoco debe ser si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival, pero esta crisis nos ha recordado a todos que sin vigilancia el mercado puede descontrolarse y que una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece únicamente a los ricos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Interno Bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra habilidad para extender oportunidades a todos los que la deseen; no por caridad, sino porque es el camino más seguro hacia el bien común.
“En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, redactaron una constitución para garantizar el imperio de la ley y de los derechos humanos, una constitución que ha crecido con la sangre de las generaciones. Esos ideales todavía siguen iluminado al mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia. Y a los otros pueblos y gobiernos que hoy nos están observando desde las grandes capitales hasta la pequeña aldea donde nació mi padre: sepan que Estados Unidos es amigo de cada nación y cada hombre, mujer y niño, persigue un futuro de paz y dignidad, y estamos listos para asumir el liderazgo una vez más.
“Recuerden que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con tanques y misiles, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones. Ellos comprendieron que sólo nuestro poder no puede protegernos, ni nos da derecho a hacer lo que nos plazca. Sabían que nuestro poder crece a través de su uso prudente, que la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de templanza, humildad y moderación.
“Somos los guardianes de este legado. Guiados de nuevo por estos principios podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen aún mayor esfuerzo, incluso una mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Comenzaremos a dejar a Irak, de manera responsable, a su pueblo, y a forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán.
“Con viejos amigos y antigüos contrincantes, trabajaremos sin descanso para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder el espectro de un planeta que se está calentando. No vamos a pedir perdón por nuestra forma de vida, ni vamos a vacilar para defenderlo, y para aquellos que pretenden lograr sus fines fomentando el terror y sacrificando a inocentes, les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y no se le puede romper; que no pueden perdurar más que nosotros y los vencemos.
Porque sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fuerza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos e hindúes y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas de cada rincón de esta Tierra; debido a que hemos probado el trago amargo de una guerra civil y la segregación, y hemos resurgido más fuertes y más unidos de ese negro capítulo, no podemos evitar creer que los viejos odios se desvanecerán algún día, que las líneas divisorias entre tribus pronto se disolverán; que mientras el mundo se hace más pequeño, nuestra humanidad común se revelará; y Estados Unidos tiene que desempeñar su papel en el nacimiento de una nueva era de paz.
“Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino adelante basado en interés mutuo y respeto mutuo. Aquellos líderes en distintas partes del mundo que pretenden sembrar conflictos, o culpar a Occidente de los males de sus sociedades, sepan que sus pueblos los juzgarán por lo que puedan construir, no lo que destruyan. A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción, el engaño y la represión a los disidentes, tienen que saber que están en el lado equivocado de la Historia, pero les tenderemos la mano si están dispuestos a abrir el puño.
“A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a trabajar con ustedes para que sus siembras florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; den de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas.
“Y a aquellas naciones que, como la nuestra, disfrutan de relativa abundancia, les decimos que no podemos permitirnos más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en consideración las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado y nosotros tenemos que cambiar con él.
“Al contemplar el camino que tenemos ante nosotros, recordemos con humilde agradecimiento a aquellos estadounidenses valientes que en este mismo momento patrullan desiertos lejanos y montañas distantes. Ellos tienen algo que decirnos, igual que los héroes caídos que yacen en el cementerio nacional de Arlington, y nos susurran desde tiempos lejanos. Les rendimos homenaje no solo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino también porque encarnan el espíritu de servicio; la voluntad de encontrar un significado en algo más grande que ellos mismos. Sin embargo, en este momento -un momento que definirá una generación- es precisamente este espíritu el que tiene que instalarse en todos nosotros.
“Por mucho lo que el gobierno pueda y deba hacer, en última instancia esta nación depende de la fe y la determinación del pueblo estadounidense. Es la bondad de apoyar a un extraño cuando se rompen los diques, la abnegación de los trabajadores que prefieren recortar sus horarios antes que ver a un amigo perder su trabajo, lo que nos hace superar nuestros momentos más oscuros. Es la valentía del bombero al subir una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre para cuidar a un hijo lo que al final decide nuestra suerte.
“Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Los instrumentos con los que les hacemos frente podrían ser nuevos. Pero esos valores de los cuales depende nuestro éxito -el trabajo fuerte y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo- son cosas viejas. Esas cosas son verdaderas. Han sido la fuerza silenciosa detrás de nuestro progreso durante toda nuestra historia. Lo que se exige, por tanto, es el regreso a esas verdades. Lo que se nos pide ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento de parte de cada estadounidense de que tenemos deberes para con nosotros mismos, con nuestra nación, y con el mundo; deberes que no aceptamos a regañadientes, sino que acogemos con alegría, firmes en el convencimiento de que no hay nada más gratificante para el espíritu, tan representativo de nuestro carácter, que entregarlo todo ante una tarea difícil.
“Este es el precio y la promesa de la ciudadanía. Esta es la fuente de nuestra confianza, el saber que Dios nos llama a dar forma a un destino incierto. Este es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo, por lo cual los hombres, mujeres y niños de todas las razas y de todas las creencias puedan unirse en una celebración a lo largo y a lo ancho de esta magnífica plataforma, por lo que un hombre cuyo padre, hace menos de 60 años, no habría sido servido en un restaurante, ahora está ante ustedes prestando el juramento más sagrado.
“Así que señalemos este día haciendo memoria de quiénes somos y de lo largo que ha sido el camino recorrido. En el año del nacimiento de Estados Unidos, en uno de los meses más fríos, un reducido grupo de patriotas se juntaba ante las menguantes fogatas en las orillas de un río helado. La capital se había abandonado. alrededor de fogatas casi apagadas en las costas de un río congelado. La capital fue abandonada, el enemigo estaba avanzaba, la nieve estaba manchada con sangre. En un momento en el que el desenlace de nuestra revolución estuvo más en duda, el padre de nuestra nación ordenó leer al pueblo estas palabras: ?Que se cuente al mundo del futuro que en la profundidad del invierno, cuando nada podía sobrevivir, salvo la esperanza y la virtud, la ciudad y el país, alarmados ante un peligro común, se enfrentaron a él?.
“Estados Unidos de América: ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras privaciones, recordemos esas palabras eternas. Con esperanza y virtud, sortearemos nuevamente las corrientes heladas, y soportaremos las tormentas que nos caigan encima. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos a permitir que este viaje terminase, no dimos la vuelta para retroceder, y con la vista puesta en el horizonte, y la gracia de Dios sobre nosotros, sacamos adelante el gran regalo de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones venideras.
“Dios los bendiga. Dios bendiga a los Estados Unidos.” (Fin del discurso)


Después de las dos juramentaciones, el presidente Barack Obama y el Vicepresidente Joe Biden recibieron felicitaciones de algunas de las personalidades que les rodeaban, entre ellos el ex presidente William Clinton y su esposa la ex Primera Dama y ex Senadora Hillary Rodham Clinton, quien a partir de ayer se hizo cargo de la Secretaría de Estado después de haber sido confirmada por el Senado con 94 votos en favor y 2 votos en contra de senadores a quienes no les pareció conveniente que asumiese ese importante cargo en vista de los aportes internacionales que recibe su esposo el ex presidente Clinton, pero quienes votaron en favor de que fuese confirmada dijeron que están convencidos de que esta brillante señora va a ser una excelente Secretaria de Estado. Y yo comparto esa opinión.


Como puede verse en esta foto, al lado de la flamante limousine denominada “La Bestia” caminan agentes del Servicio Secreto encargados de velar por la seguridad del mandatario y la Primera Dama. Esta impresionante limousine marca Cadillac super blindada ha sido bautizada con el apodo de “La Bestia” por su gran blindaje y estar dotada de todo tipo de armas defensivas, es una de las que están al servicio del Presidente Obama y en ella se condujeron de la Casa Blanca al Capitolio el presidente electo Obama y George W. Bush. Una vez terminada la ceremonia de juramentación, Barack Obama y su esposa Michelle Obama la abordaron juntos para integrar el desfile y dirigirse de regreso a la Casa Blanca para presenciar un desfile militar. Pero después de la ceremonia de juramentación acompañaron al ex presidente Bush y a su esposa Laura por la puerta trasera del Capitolio para abordar el helicóptero presidencial que les condujo al aeropuerto militar Andrews donde abordaron el famoso avión presidencial Air Force One que les llevó a Dallas, Texas. Son envidiables estos actos de altura política y civismo que ocurren en ese gran país. A diferencia de lo que por lo general sucede en nuestra amada Guatemala, donde poco falta para que el presidente que ha asumido el poder envíe a su antecesor a la cárcel o al exilio.


Esta fue una parte de la caravana de vehículos y el desfile de bandas musicales de 50 estados de la Unión Americana que recorrieron 1.5 millas de la avenida Pensilvania en honor del nuevo presidente de los Estados Unidos y para deleite de más de 350 mil espectadores que abarrotaban ambos lados de la ancha avenida en la cual se encuentra la Casa Blanca.


Dos veces se bajaron de la limousine presidencial, denominada “La Bestia”, el Presidente Obama y su esposa Michelle para caminar a pie a media calle en el desfile por la avenida Pensilvania y saludar a diestra y siniestra de la concurrencia. La primera vez caminaron durante 7 minutos y 22 segundos y la segunda vez 7 minutos con 40 segundos. Me imagino que esta actividad puso sumamente intranquilos, nerviosos y tensos a los miembros del Servicio Secreto encargados de velar por su seguridad.


Durante la noche continuaron las celebraciones y en el llamado “Baile Popular, el Presidente Barack Obama y su esposa, Michelle Obama, bailaron un rato sobre una alfombra con el sello presidencial. Es asombroso que todavía a esas horas hayan tenido fuerzas suficientes para seguir celebrando.

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