VIVENCIAS EN MÉXICO 2

El dios Tláloc y el Museo Nacional de Antropología e Historia


Tláloc, el dios de la lluvia que está a la entrada del Museo de Antropología.
Existen varias esculturas del dios Tláloc, pertenecientes a la época prehispánica, pero hasta ahora la más famosa por su tamaño y su peso se encuentra resguardando el acceso al Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México, a un lado del Paseo de la Reforma, en el Bosque de Chapultepec.
Esta enorme y pesada escultura de piedra maciza es conocida como el Tláloc de Coatlinchán, porque ahí fue descubierto. Coatlinchán pertenece a Texcoco, municipio del estado de México. El monolito pesa 125 mil kilos; el pintor José María Velasco (1840-1912), así como el profesor de zoología y botánica Jesús Sánchez fueron los primeros que hablaron de él, identificándolo con la diosa Chalchiutlicue; después, por algún tiempo permaneció semisepultado en la barranca de Santa Clara, y en 1903 Leopoldo Batres lo redescubrió, afirmando que, efectivamente, se trababa del dios Tláloc.
El monolito fue trasladado a la Ciudad de México el 17 de abril de 1964, fecha que muchos aún recuerdan por la tormenta que cayó conjuntamente a la inundación producida por el rompimiento de la tubería, a causa del peso del monolito que garbosamente transitaba por calles de la capital.
Por cierto que yo estaba exiliado en México y me encontraba en el Paseo de la Reforma viendo pasar al enorme y pesado monolito sobre camiones reforzados, muy cerca del lugar donde hoy se encuentra, a la entrada de donde ahora está el Museo de Antropología e Historia.
Yo estaba exiliado en México porque, a raíz del golpe de Estado contra el general e ingeniero Miguel Ydígoras Fuentes, el gobierno militar de facto del coronel Enrique Peralta Azurdia, me encontraba en la ciudad de Nueva York, donde permanecí durante un año sin poder obtener una visa para regresar a Guatemala porque -ridículo como era- entonces los guatemaltecos todavía necesitábamos una visa para poder entrar a nuestra patria. Recuerdo que ese día llovió a cántaros en la ciudad de México y más de alguno comentó medio en broma “¿Ya ven que sí es el dios de la lluvia?”
Tláloc (a veces llamado Nuhualpilli) es el nombre náhuatl del dios de la lluvia y de la fertilidad en la religión teotihuacana y náhuatl. Era conocido también con otros nombres en toda el área mesoamericana.
Tláloc, cuyo significado es “Licor de la Tierra”, es una de las divinidades más antiguas y veneradas de toda Mesoamérica. Su culto se extendió por gran parte del territorio centroamericano. Fue tomado por los nómadas aztecas que se instalaron alrededor del lago Texcoco, asimilándolo como divinidad agrícola. Siguió siendo uno de los dioses fundamentales de las distintas comunidades agrícolas autóctonas.
Originalmente representaba al agua terrestre, en tanto que la serpiente emplumada representaba al agua celeste. Es más conocido en relación a la cosmología azteca. Los aztecas hicieron sacrificios de niños para honrarlo, ya que tenían a Tláloc como el responsable de las periodos de sequía y de las lluvias torrenciales. Pensaban también que otros dioses crearon a Tláloc. Tláloc es originario de la cultura de Teotihuacan, a la caída de la ciudad, pasó a Tula y de ahí su culto se esparció entre los pueblos náhuatl. Los teotihuacanos tuvieron contacto con los mayas de ahí que ellos lo adoptaran o lo identificaran en la forma del dios Chaac. Tláloc vive en el mundo de las causas naturales.
En la cosmología tlaxcalteca, Tláloc se casó primero con Xochiquétzal, diosa de la belleza, pero Tezcatlipoca la secuestró. Tláloc se casó otra vez con Matlalcueye. Tiene una hermana mayor que se llama Huixtocíhuatl.
La voz Tláloc deriva de tlalli, que significa tierra y octli, que significa licor. En realidad la traducción literal sería “licor de la tierra”, es decir, aquello que bebe la tierra, en definitiva, la lluvia. Este es el dios de las aguas que llegan del cielo, pero no de las aguas que ya están en la tierra, como pueden ser los ríos. Para los ríos está la diosa Chalchiuhtlicue, también llamada “falda de turquesas”.
Este dios fue uno de los más importantes en el altiplano de México y uno de los más representados y quizás también uno de los de mayor antigüedad del panteón de Mesoamérica. Aparece representado desde la época remota teotihuacana. Se le manifestaba siempre con unos atributos característicos:
Anteojeras formadas por unas serpientes que se entrelazaban y cuyos colmillos acababan siendo las fauces del dios y una especie de bigotera que no era otra cosa que su labio superior. Se cree que este gran labio era el símbolo de la entrada en la cueva que comunica con el inframundo y que deriva de la boca de las figuras olmecas. La cara estaba casi siempre pintada de color negro o azul, más veces de color verde, para imitar los visos que hace el agua.
Llevaba en la mano una especie de estandarte de oro, largo y con forma de culebra, terminado en punta aguda; era para representar los relámpagos y los truenos que acompañan a veces al agua de lluvia.
En los dibujos de los códices puede verse que sus vestidos tienen pintados unas manchas que son el símbolo de las gotas de agua.
Tláloc está compuesto en sus representaciones por los tlaloques o dioses de los 4 rumbos. Cada uno de ellos manejaba y era el responsable de una vasija colocada en un rumbo y cada vasija proporcionaba una lluvia diferente.
El lugar conocido como el paraíso de Tláloc se llama Tlalocan y está situado en la región oriental del Universo. De este lugar procedía el agua beneficiosa y necesaria para la vida en la tierra. Las personas que morían ahogadas o por hidropesía iban a morar a este paraíso. También acogía a los que morían de la enfermedad de la lepra. Se trata de un enclave placentero, donde pueden verse toda clase de árboles frutales, así como maíz, chía (semilla de una especie de salvia que se usa en México como refresco), frijoles y más productos. La vida allí era enteramente feliz. Conocemos la descripción de esta morada del dios gracias a los escritos hechos por el padre Sahagún y otros personajes, que lo oyeron de boca de los indígenas. Algunos siglos después, se descubrió en Teotihuacan un mural bellísimo en que se veía representada punto por punto esta descripción. Así se pudo conocer de manera gráfica lo que ya se conocía a través de lo escrito.
No era un dios benévolo además de mandar la lluvia para que los aztecas pudieran regar sus cultivos y así permitir la germinación de las semillas, según lo que dice Bernardino de Sahagún enviaba los relámpagos y rayos, las tempestades del agua y los peligros de los ríos y del mar. En efecto dominaba también las fuerzas destructoras y si se le antojaba podía enviar granizos, inundaciones, sequías, heladas y rayos.
Estaba encargado de enviar el agua a la comunidad a través de sus ayudantes, los Tlaloques, seres enanos y antropomórficos según Juan Carlos Pérez Guerrero que desde el interior de los cerros enviaban las cuatro clases de lluvias. Ellos también recibían súplicas y en su honor se realizaban ceremonias y rituales. Alain Musset asevera que, en vez de enanos, son la representación de las montañas que rodean el valle de México y sobre las cuales parecen formarse las nubes que anuncian la lluvia. Su papel consistía en favorecer la venida de las aguas celestes pero también protegían a los pescadores y los navegantes.
La residencia de Tláloc era múltiple debido a la posibilidad de división de la sustancia que lo conformaba, característica que trataremos al hablar de los Tlaloques. Su morada se encontraba tanto en el Templo Mayor de Tenochtitlan, como en el Tlalocan, en el interior del cerro que lleva su nombre, el cual pertenece a la cadena montañosa Tlalocan, que separa el Valle de México del de Huezotzinco.
A consecuencia de este carácter dual la gente se sentía obligada a sacrificar seres humanos para ofrecer su corazón a Tláloc para que a cambio les de la lluvia esencial a la supervivencia. Tanto los ritos o sacrificios a Tláloc o a los Tlaloques se solían realizar en los cerros o en el interior de las cuevas. En la mayoría de estos ritos propiciatorios, como indica, en las ofrendas sacrificaban niños. Según el antropólogo Juan Carlos Román, la evidencia arqueológica indica que los aztecas sólo sacrificaban niños varones enfermos, pues todos los restos muestran indicios de alguna enfermedad infecciosa.
La cruz florida fue una evolución del símbolo de Tláloc y fue llamada Cruz de Tláloc. Esta cruz surge por una razón: el dios tenía cuatro hijos a los que se denominaban tlaloques. Vivían en cuatro ámbitos del cielo.
Tláloc se convirtió en época tolteca en un personaje semihumano. Su cara estaba formada por dos serpientes enroscadas, haciendo de marco de los ojos la curva de los reptiles. Las cabezas se proyectan en paralelo y constituyen el labio superior del dios.
En la cultura popular, Tlaloc fue el apelativo que adoptó el lider visionario que inspiró la revuelta de los Los Titanes contra el Imperio Antiguo mil años antes de los sucesos acontecidos en Dune: La Yihad Butleriana.

Otro aspecto de Tláloc donde puede verse el contraste con las modernas torres de departamentos de lujo que han sido construídos recientemente y se dice que pertenecen a un hijo del ex presidente Miguel Alemán Valdés.

El Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México
Es el más grande de Latinoamérica y uno de los más importantes del mundo. Está ubicado sobre el Paseo de la Reforma, esquina la avenida Gandhi, en la zona del Bosque de Chapultepec, y posee la colección más grande de arte precolombino del planeta, que está distribuida en 24 salas temáticas, cada una dedicada a alguna de las diferentes culturas que florecieron en el territorio mexicano desde hace 3000 años, entre las que encontramos la Sala Olmeca, la Sala Teotihuacana, la Sala Maya, la Sala Mexica, entre otras de igual importancia. Asimismo, el museo posee una sala de exposiciones temporales procedentes de otros de los museos más importantes de mundo. Durante estos días está en exhibición una interesantísima colección de objetos de arte de la Ciudad de Teotihuacán, conocida como “Ciudad de los dioses” o “Ciudad donde los hombres se hacen dioses”.
Este recinto ofrece una visión diferente a la de otros museos, ya que además mostrar piezas únicas del arte prehispánico, cuenta también con reproducciones de algunos de los edificios más destacados de las culturas mesoamericanas que nos sumergen en su cultura y su forma de vida. Por otra parte, la arquitectura del lugar es en si misma un motivo de belleza ya que entre sus atractivos cuenta con un gran domo del cual cae una cascada de agua en homenaje a Tláloc, el dios de la lluvia de los antigüos aztecas, así como otros elementos que aunados a su colección lo han colocado desde su creación entre los más destacados del mundo.
El edificio fue proyectado por el arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez, autor también de la nueva Basílica de Guadalupe, del Museo del Templo Mayor y de la famosa identidad gráfica de los Juegos Olímpicos de México 1968.
El Museo está abierto de martes a domingo de 9:00 a 19:00 hrs.
(Continuará)

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