POSDATA DE LA CARTA ABIERTA A DALL’ANESE

Respetable doctor Francisco Dall’Anese:

El doctor Francisco Dall’Anese, comisionado de la CICIG

A manera de postdata a la carta abierta que publiqué ayer acerca de las declaraciones de su controversial compatriota la fiscal Giselle Rivera, agrego hoy que anoche tuve oportunidad de ver y escuchar la última parte de la entrevista que, en su programa denominado Cafecito Dominical, le hizo la directora del noticiario de canal 3, periodista Elsie Sierra, quien le solicitó que expusiera las pruebas de sus acusaciones y, francamente, la señora Rivera no me convenció en lo más mínimo porque no presentó pruebas de sus acusaciones, sino simplemente presentó fotocopias de las cartas que dirigió en su oportunidad al ex comisionado Carlos Castresana, en las cuales le informa todas estas cosas. Pero esos informes no son pruebas sino, simple y sencillamente, son palabras. Es verdad que fue sospechoso que el entonces comisionado Castresana se haya negado a dar trámite a dichos informes de las investigaciones de la fiscal Rivera, aduciendo que no era “el momento político” para hacerlo, pero, al mismo tiempo, es comprensible que, antes de dar trámite a unas acusaciones tan graves, el comisionado haya pensado que se tenía que investigar más profundamente el contenido del informe. Porque, de acuerdo a lo que ella estuvo repitiendo, sus acusaciones son simples suposiciones, por más que para ella sean deducciones de sus investigaciones y declaraciones de otras personas involucradas en el caso. ¡Pero carece de pruebas fehacientes! No es de extrañar que el comisionado Castresana haya pensado que ella no estaba bien de la cabeza. Y si lo está, es innegable que es demasiado locuaz. Sin embargo, le insisto en que se la debe dejar venir a declarar sin que corra el riesgo de ser asesinada o aprehendida y encarcelada. Se debería extenderle un salvoconducto por el tiempo que sea necesario, darle suficiente protección para que no corra riesgos mortales, e inmunidad para que no tema que será encarcelada. Que no se diga que la CICIG se ha negado a permitirle declarar. Sobre todo cuando –de acuerdo a lo que ella dice– fue usted mismo quien la recomendó a la CICIG para que viniese a ser fiscal de investigación. Insisto en que lo que llama “pruebas” la señora Rivera no son más que palabras… palabras… palabras, como dijo William Shakespeare. Lo único que sí prueban esos documentos es que ella los escribió en algún momento. Pero ella tampoco tiene derecho a obligarnos a creer que todo lo que afirma es verídico, como lo solía hacer Castresana, impunemente, mientras la totalidad de los medios de comunicación del país y ciertos embajadores, como el de Estados Unidos de América, le creían todo lo que decía como si fuese un dios o un oráculo. Acepto que puede haber alguna dosis de verdad en lo que la fiscal Rivera dedujo de sus investigaciones, pero eso no significa que sea verdad todo lo que ella especuló.

Espero que comprenderá que no es que por principio o necedad me oponga a que exista la CICIG, como dicen estúpidamente los maniqueístas que creen que quienes no están de acuerdo con ella es porque tienen “gusaneras que ocultar”, como dijo entonces el vicepresidente Eduardo Stein para que nadie se opusiera para que no cryeran que tenía algún delito que ocultar. A lo que me opongo es a que alguien como el nefasto Castresana haga caprichosos señalamientos calumniosos, sin ninguna prueba, que desprestigian a personas honorables, y que la CICIG no haya servido más que para fortalecer al presidente Álvaro Colom con el caso Rosenberg. Pero hasta la fecha no ha dicho absolutamente nada sobre el asesinato de los señores Khalil y Marjorie Musa, ni tampoco sobre el ex ministro Carlos Vielmann. ¿Porque qué otra cosa realmente importante hizo Castresana durante todo el tiempo que permaneció en Guatemala, ganando un elevado salario y actuando como un Virrey o un implacable Inquisidor como Torquemada? ¿No hay impunidad en eso? Pero le aseguro que deseo sinceramente que tengan éxito en cumplir estrictamente lo que está estipulado en el acuerdo que el gobierno de Guatemala firmó con la ONU. No vaya a creer que estoy comprometido en una campaña o conspiración contra la CICIG, en general, o contra Castresana en particular, aunque nunca he negado que ese señor me parece insoportable y nefasto para nuestro país.