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Ha sido la razón de mi ausencia.
Lamento muchísimo que no me ha sido posible escribir en este blog durante muchos días, desde el último que publiqué el 12 del mes en curso, pero se ha debido a que sufrí una delicada crisis en salud, que, aunque ustedes no me la están preguntando, ni yo tengo por qué andarlo contando, se los voy a narrar a continuación para que se cuiden mucho de los médicos charlatanes que no se toman el cuidado de examinar debidamentea sus pacientes antes de recetarles algún medicamento:
Todo comenzó con que padecí una persistente tos seca que a veces me dejaba sin aire y me parecía que iba a asfixiarme, por lo cual, por insistencia de un querido amigo, fui a consultar a un neumólogo de cuyo nombre no quiero ni acordarme, pero me han dicho que es el jefe del departamento de Neumología del Instituto Guatemalteco de Servicio Social. ¡Pobres sus pacientes en el IGSS! Su modesta clínica particular está situada en el edificio de Clínicas Médicas de la zona 10. Tiene una pequeña oficina en la cual hay numerosas imágenes religiosas y fotos de algunos de los papas. Es evidente que es un fanático católico idólatra. Apenas había tomado asiento cuando comenzó por hacerme una pregunta que, en mi opinión, era sumamente tonta: “¿Qué es lo que tiene usted?”, a lo que le respondí que la razón de mi visita a su clínica se debía precisamente a tratar de averiguar qué era lo que me estaba pasando. Entonces me preguntó: “Pero de qué está padeciendo?”, a lo cual le respondí que sufro las naturales consecuencias de la vejez y de haber llevado una vida en extremo placentera, porque ya tengo 82 años de edad, cerca de los 83, y padezco de una variedad de males, tales como diabetes e hipertensión arterial; pero agregué que para la diabetes estoy siendo tratado con buenos resultados por el Endocrinólogo Dr. Juan Luis Siekavizza y para el corazón y la hipertensión soy paciente del Cardiólogo Dr. Carlos Armando Soto Gómez. Y agregué que entre todos mis padecimientos el que más me entristece y disgusta es la disfunción eréctil, lo cual no le hizo gracia. La verdad es que ese médico es una persona muy desagradable, sin el menor sentido del humor. Se me quedó viendo con evidente disgusto y me invitó a pasar a un minúsculo cubículo adjunto donde se limitó a escuchar con su estetoscopio mis pulmones durante unos pocos minutos, tras de lo cual regresamos a su despacho donde me recetó un montón de medicinas, entre ellas el inhalador Symbicor budesonia formolerol (Turbuhaler 160/4.5 ug/dosis) que posteriormente me enteré que es un bronco dilatador que suele producir alteración en las palpitaciones del corazón. Lo cual me produjo una fibrilación ventricular, que pudo haberme costado la vida. Entre las prohibiciones que me hizo fue beber o comer cítricos, tomar café y bebidas carbonatadas, como soda, a lo que yo le contesté (bromeando) que no me molesta porque me gusta tomar whisky con agua natural, lo cual tampoco le hizo gracia porque es evidente que no tiene el más mínimo sentido del humor. Por lo que volvió a verme con evidente disgusto al responderme: “¡Le estoy hablando en serio! ¡No estoy bromeando, don Jorge!”. Esto me hizo comprender que ese señor no tiene sentido del humor. Y con solemne seriedad me indicó que tenía que volver a otra consulta la semana siguiente y le preguntara a su secretaria el día y la hora. Todo esto en no más de veinte minutos. Al salir, la secretaria me dió otra cita para un día de la siguiente semana y fríamente me dijo: “Son quinientos quetzales por la consulta!” ¡Púchica!
Para ser sincero, me pareció excesivo porque se había limitado a oír mis pulmones con su pinche estetoscopio durante pocos minutos. No tuvo el cuidado de examinarme cuidadosamente para que en vez de que me recetara ese inhalador que me causó las palpitaciones que salieron en el primer electrocardiograma que me hizo el doctor Juan Manuel Rodríguez Barillas en el que apareció que tenía fibrilación ventricular y probabilidad de infarto en el miocardio. Es obvio que el primer neumólogo cometió el error de recetarme ese inhalador que me causó fuertes palpitaciones y provocó la crisis cardíaca. ¡Esto me hace pensar que es lamentable que en Guatemala todavía no se haya legislado para penalizar la mala práctica médica! Por una estupidez o un error, o un descuido de un médico el paciente puede morir.
Al salir de esa clínica del neumólo en cuestión compré todas las medicinas que me recetó y comencé a seguir sus instrucciones, entre ellas la de emplear el mencionado inhalador, pero esto me hizo sentir mucho peor porque me causó las irregulares palpitaciones. Afortunadamente, al día siguiente hablé por teléfono con un querido amigo y cuando le conté la desagradable experiencia que había tenido con el primer neumólogo que había visitado me dijo que era necesario que esa misma tarde fuese a consultar a su médico, el Dr. Juan Manuel Rodríguez Barillas, FCCP, especializado en medicina interna, cuidados intensivos y enfermedades pulmonares. Además, ese generoso amigo se tomó la molestia de llamar por teléfono para conseguir que el doctor me recibiese esa misma tarde y me dijo que no me preocupara por la cuenta porque él la iba a pagar. De manera que esa misma tarde acudí al amplio consultorio del Dr. Rodríguez Barillas. ¡Qué diferencia tanto en la clínica como en el comportamiento personal de los dos doctores! Este dedicó casi dos horas a hacerme cuidadosamente una serie de exámenes, entre ellos un electrocardiograma en el cual descubrió que en mi corazón había una fibrilación auricular, que quiere decir que una de las aurículas no estaba latiendo al mismo ritmo. Sin duda alguna esto fue causado por el inhalador que me recetó el primer neumólogo. El Dr. Rodríguez Barillas me indicó que lo indicado que en un caso como el mío sería hospitalizarme inmediatamente, pero yo le contesté que me niego a ser internado en un hospital y que si por esta razón he de morir prefiero que sea en mi casa, y no dejar una enorme deuda a mis deudos. Entonces me puso en el vientre una inyección subcutánea de Clexane (Enoxaparina sódica) que me ardió muchísimo, pero me explicó que era para evitar que la aurícula que estaba acelerada fuese a enviar un coágulo al cerebro, lo cual me causaría un derrame cerebral o stroke. Sin pérdida de tiempo, llamó al teléfono celular de mi Cardiólogo, mi querido viejo amigo, compañero en el Colegio de Infantes, el Dr. Carlos Armando Soto Gómez, ex decano de la Facultad de Medicina y Ministro de Salud Pública y, posteriormente, Embajador en España durante el gobierno demócratacristiano del licenciado Marco Vinicio Cerezo Arévalo; y en vista de que éste no contestó la llamada en su celular, se comunicó con uno de los hijos del susodicho, que también son cardiólogos, y le pidió que informara a su papá de mi situación cardiológica anómala. El Dr. Rodríguez Barillas me dijo que ya no siguiese usando el inhalador que me recetó el primer neumólogo porque causa taquicardia. Después el Dr. Rodríguez me recetó otro montón de medicamentos distintos a los que me recetó el primer neumólogo. ¡Esos fueron los Q500 peor gastados de mi vida! Pero días más tarde tuve la satisfacción de llamar por teléfono a su secretaria para cancelar la cita que me había fijado y pedirle que le dijera al doctor que no iba a asistir porque, en primer lugar, él me había caído muy mal por antipático y por no tener ni el menor sentido del humor; y, en segundo lugar, porque no me había examinado debidamente y me recetó un inhalador que me causó palpitaciones.
Es evidente que el Dr. Soto Menegazzo informó inmediatamente a su papá el mensaje del Dr. Rodríguez Barillas, porque me llamó por teléfono para pedirme que lo visitase durante la mañana siguiente.
Pero antes de asistir a esa cita, por insistencia de otro querido y generoso amigo, fui al departamento de Radiología del Centro Médico a hacerme una Radiografía del Tórax P. A. y Lat. y una Tomografía de Senos paranasales, los cuales dieron los siguientes resultados:
“Infiltrado reticular bibasal probablemente a expensas de los lóbulos inferiores. Se observan algunas líneas de Kerley en el campo pulmonar medio izquierdo.
El corazón con borramiento de sus bordes, sobre todo en el lado derecho por compromiso infiltrativo del lóbulo medio. No se ven lesiones pleurales ni mediastínicas.
Corazón normal, prominentes pulmonares con redistribución del flujo y aorta esclerótica.
Las estructuras óseas y blandas restantes correspondientes a la edad con espondilosis inicial en la región dorsal.
Tomografía de senos paranasales
“En los antros maxilares, principalmente en el lado izquierdo, se observa discreto engrosamiento de la mucosa. Hay también compromiso de las celdillas etmoidales principalmente derechas.
Los complejos osteometales principalmente derechas.
Marcada asimetría de las fosas nasales por tabique desviado y obstrucción.
Parcial por edema de la mucosa y discreto aumento del volumen de los cornetes particularmente en la fosa nasal derecha.”
IMPRESIÓN:
Discreta senositis.
Rinitis, tabique desviado y aumento de volumen de los cornetes, particularmente en la fosa nasal derecha.
Neumonitis o edema pulmonar
Cardiopatía arterioesclerótica.
Cambios tróficos muscoloesqueléticos y articulares”
Cuando visité la clínica del eminente Cardiólogo Dr. Carlos Armando Soto Gómez, me hicieron dos electrocardiogramas y en ambos salió la mentada Fibrilación Auricular, por lo que me mandó a que me instalaran un Holter para monitorear el comportamiento de mi corazón durante 24 horas. Y al ver el resultado me dijo: “Mirá vos, desde que nos conocimos en el Colegio de Infantes siempre me has parecido un poco loco de la cabeza, pero ahora tenés loco el corazón”. Porque salió que tenía tenía Bigeminismo, o sea Arritmia compleja, extrasístoles ventriculares, extrasístoles supraventriculares en tripleta, en síntesis, Fibrilación Auricular. ¡Lo cual es de cuidado!
No entiendo nada de estos términos ni creo que ustedes tampoco vayan a comprender la jerga de los cardiólogos, pero, al asistir a la clínica del Dr. Carlos Armando Soto Gómez me hizo un electrocardiograma y al ver el resultado me dijo: “Desde que te conozco te he hecho un montón de electrocardiogramas y nunca habías tenido antes fibrilación auricular”. Tras de lo cual me recetó otras medicinas más y me indicó que tengo que guardar reposo y seguir una dieta muy estricta. Nada de licores, ni de vino, ni de grasas.
Como ustedes comprenderán, regresé a mi casa sumamente preocupado y bastante deprimido, y llamé por teléfono a mi hijo Alejandro para informarle de la crisis que estaba pasando. Y cuando él vino a me hizo este razonamiento muy maduro: “Mirá papi, ya tenés 82 años y te falta poco para cumplir 83. Si esa dieta tan rigurosa durante seis meses va a causarte las molestias de alterar tu estilo de vida para prolongarte la vida por un año más o menos, no hagás caso. Es mejor que sigás viviendo de acuerdo a tu estilo lo que te pueda restar de vida, sin sufrir tantas privaciones”. Sinceramente, su razonamiento me pareció sensato y acto seguido llamé al doctor Soto para comunicárselo. Pero él me respondió: “Mirá vos, no se trata de vivir o morir, sino de vivir con buena salud lo que te reste de vida”. Y le he hecho caso. He dejado de beber whiskys con mis amigos VVV y estoy comiendo muy poco, y totalmente sin grasa. Naturalmente, eso me ha hecho perder 12 libras de peso, lo cual, a su vez, me ha caído bien para la diabetes porque desde entonces todos los días que me he hecho la prueba de glucosa en la sangre me ha salido excelente. ¡No cabe duda de que es verdad que no hay mal que por bien no venga!”
Además, he estado guardando más reposo de lo habitual y no he tenido ningún deseo de comer. He perdido el apetito. Y tampoco he tenido ganas de escribir, a pesar de que hay tantos temas de interés nacional actuales para abordar en esta época tan complicada. Pero prometo que de hoy en adelante trataré de escribir más seguido en el tiempo que me reste de vida.
Unos cuantos días más tarde, el Dr. Soto Gómez me ha oído los pulmones y latidos del corazón con su estetoscopio y no ha encontrado que los bronquios estén cerrados, como estaban antes. Y me ha hecho tres electrocardiogramas y en ninguno ha encontrado Fibrilación Auricular. Y me ha dicho que mi presión arterial está muy bien.
Quiero dejar constancia de mi profundo agradecimiento a otro querido y generoso amigo que tuvo la atención de llevarme en mi automóvil a todas las clínicas y todos los laboratorios y demás lugares que tuve que visitar en el transcurso de ese tiempo y para ello abandonó todas sus importantes ocupaciones profesionales para poder servirme de chofer, guía y apoyo.
Ya he dicho muchas veces que no me asusta ni temo a la muerte porque nacemos para vivir y después morir. Siempre he comprendido que la muerte es inevitable y que todo lo que principia tiene que terminar algún día. Además, creo que podría ser una de las experiencias más trascendentales. Pero no me hace gracia que por descuido o error de un medico vaya a morir antes de que llegue la hora. Así que decidí que durante el poco tiempo que me queda de vida voy a tratar de que sea con la mejor salud que me sea posible. Aunque tenga que hacer ciertos sacrificios en mi estilo de vida. Pero cuando uno ha vivido muchos años es lógico que se deteriore el equipo anatómico, y yo ya he vivido ya más de 82 años y es natural que pronto me llegue el final. Al fin y al cabo, he tenido una larga vida sumamente interesante, llena de grandes satisfacciones y alegrías, aunque también de problemas, lágrimas y dolores. Por eso doy gracias por la vida tan interesante que me ha dado y estoy dispuesto a que en cualquier momento Dios recoja la chispa divina que nos da la vida humana. Por último, repito que la muerte no existe, porque es bien sabido que la energía no nace, ni muere, sino sólo se transforma. Como se dice en inglés: “You better believe it!“.