LA REPRESIÓN EN TOTONICAPÁN

El presidente Otto Pérez  Molina dijo que los soldados solo habían disparado al aire, pero en esta fotografía este soldado está disparando en línea recta.

* Cualquier guatemalteco con un poco de sensibilidad y dos dedos de frente lamenta y se conduele de lo ocurrido en la Cumbre denominada Alaska en el kilómetro 170 de la carretera Interamericana, en el departamento de Totonicapán, cuando un numeroso grupo de campesinos protestaba porque desde la compañía española Unión Fenosa (ahora vendida a la compañía Energuate) que les había venido cobrando por el servicio eléctrico, pero nunca se los había dado. Con mayor razón, un periodista tiene la obligación de analizar y comentar lo ocurrido para tratar de contribuír a determinar en qué consistió lo sucedido y qué responsabilidades habrá que deducir a quiénes fueron culpables. Es obvio que lo más cómodo es solidarizarse totalmente con las víctimas y culpar unilateralmente a las fuerzas militares que llevaron a cabo la represión que causó la muerte a ocho personas y dejó heridas a más de treinta. Pero para poder juzgar este trágico hecho hay que conocer todos los datos de lo que lo causó y, sobre todo, tener ecuanimidad. Es natural que las opiniones de los políticos y comentaristas de izquierda suelan echar agua a su molino y tomar partido por quienes han sido víctimas de la represión de las autoridades del gobierno y, al mismo tiempo, aprovechar para condenar a las fuerzas militares como las que hace pocos días dispararon sus armas para defenderse, controlar o reprimir a los manifestantes que se dicen “pacíficos”, aunque no necesariamente lo sean, como ha ocurrido en otras oportunidades, lo cual, hace el juego a los sectores antagónicos al gobierno de turno porque explotan todas estas crisis para tratar de desprestigiarlo y de ser posible derribarlo, a pesar de que con ello se ponga en grave peligro la paz nacional. Pero, como todo en la vida, estas cosas son como monedas de dos caras y para poder ser ecuánimes hay que ver también la otra. Por una parte, no se puede aplaudir indiscriminadamente una represión de las fuerzas de seguridad del Estado, porque eso sería caer en el fascismo. Y ese tipo de gobierno autoritario e intolerante debe quedar para siempre en el pasado. Por el otro lado, tampoco se puede aplaudir a quienes, a sabiendas de que hacen mal, desafían a las autoridades y siembran el desorden y violan la Constitución de la República al impedir con sus “paros” el libre tránsito de vehículos sin entender razones, porque eso sería como caer en la anarquía. Y si caemos en una situación de anarquía nadie podrá poner orden ni garantizar la tranquilidad, la paz y la seguridad al resto de la población. Si se llega a ese momento más nos valdría apagar la luz para irnos a vivir a otro lugar. Aunque los embajadores de los Estados Unidos de América, Israel y de la Organización de Naciones Unidas (ONU) pidan al presidente de la República que no emplee al Ejército en los casos de protestas. ¡Como se dice popularmente: “El comal le dijo a la olla que tiznado estás”! Estos diplomáticos metiches no comprenden que en sus países –en los que también se producen este tipo de tragedias– cuentan con los elementos necesarios para no tener que emplear a los soldados en estos casos, como granadas lacrimógenas, tanques con chorros de agua, etcétera. Pero aquí, lamentablemente, carecemos de esas cosas. ¡No me explico por qué fregados el canciller Harold Caballeros humilla a nuestro país al dar explicaciones a los diplomáticos acreditados en nuestro país de lo sucedido!  Acaso en EEUU y en Israel convocan a los embajadores para darles explicaciones de cómo resuelven sus problemas? ¡Qué poca vergüenza la de este pastor evangélico! El ministro que debería renunciar es él. Y los batones de los policías nada pueden contra los leños y las piedras de los revoltosos. Todos los países del mundo se ven en la necesidad de reprimir los desórdenes generalmente con sus policías, pero tienen cuerpos de policías debidamente preparados y armados, a diferencia de nuestra deficiente Policía Nacional Civil (PNC) que no solo es incompetente y no tiene suficiente armamento en casos necesarios, sino se ha descubierto que entre ellos hay manzanas podridas coludidas con la delincuencia común, el crimen organizado y los traficantes de drogas. Por lo cual el gobierno tiene que recurrir al Ejército Nacional para estas delicadas funciones, porque es más confiable, a la vez que es más respetado y temido.

A este pobre le dispararon a la cabeza. Y si fuese verdad lo que dijo el presidente Pérez Molina tendría que haber estado volando, lo que no creo.

Pero ante esa disyuntiva uno puede explicarse a qué se ha debido la larga cadena de dictaduras militares que hemos sufrido desde que nos independizamos de España, sin desestimar la dictadura civil de 22 años de duración del licenciado Manuel Estrada Cabrera. ¿A qué se debe, nos preguntamos, que hayamos tenido que soportar tantas dictaduras a todo lo largo de nuestra Historia? ¿Por qué creen que los guatemaltecos hemos gozado tan pocos años de una “primavera democrática” y sufrido muchos años de sucesivas dictaduras? Elemental, mi querido Watson, como diría Sherlock Holmes, porque, lamentablemente, la mayoría de nuestro pueblo es llevado por mal y no está capacitado para vivir en democracia. Aunque los izquierdistas trasnochados les digan otra cosa. Una democracia consiste no solo en un gobierno democrático encabezado por una persona con ideología democrática, sino debe ser con un pueblo que comprenda lo que es una democracia. Con sus derechos humanos y constitucionales inalienables, es verdad, pero también con sus deberes y obligaciones. Porque nadie les ha hecho entender que vivir en democracia no es hacer lo que les dé la gana en nombre de la “libertad de expresión” y de la “resistencia pacífica”. Ni, mucho menos, aplicar lo que ellos llaman “justicia maya” (?) que, como ya han demostrado, consiste en linchar cobardemente a sus coterráneos sin hacerles un juicio, bañarles con gasolina y quemarles vivos. Por eso no ha de ser muy cómodo estar en los zapatos de los gobernantes guatemaltecos, por muy bien intencionados que ellos puedan ser. Me compadezco del presidente Otto Pérez Molina, quien parece que cree que le será menos difícil gobernar  a los grupos izquierdistas si es “asesorado” por elementos identificados por su militancia de izquierda, tales como el ex vicepresidente Eduardo Stein Barillas, Antonio Arenales Forno, Gustavo Porras Castejón, Edgar Gutiérrez, Miguel Ángel Balcárcel, Fernando Carrera y otros por el estilo. ¡Allá él si cree que con tener “asesores” izquierdistas va a poder controlar mejor a los que sobreviven de las guerrillas! No debería olvidar que aunque el Ejército ganó la guerra intestina  de más de 36 años en el campo de batalla, la perdió con la firma del Acta de “Paz Firme y Duradera” (?) –que, evidentemente, no ha sido ni firme ni duradera–, por la cual no ha habido amnistía que valga para los militares que defendieron al Estado y muchos de ellos están siendo perseguidos, enjuiciados y encarcelados por haber cumplido con su deber. Mientras que los guerrilleros subversivos no sólo están libres y campantes, sino algunos de ellos desempeñan ciertos cargos en el Gobierno de la República. Por otro lado, estoy de acuerdo en que se debe buscar la paz por medio del diálogo, pero en muchas oportunidades se entablan diálogos de sordos cuando alguna de las partes no quiere oír las razones que se les exponen, sino se empecina en que las cosas se deben ser como ellos quieren. De ahí los engorrosos bloqueos de carreteras que han sido tan inconvenientes. Y las manifestaciones de campesinos ignorantes pero obviamente organizadas y dirigidas por líderes que pretenden evitar a toda costa que se construyan hidroeléctricas y que se explore el subsuelo del país en busca de minerales valiosos que nos pueden traer mucha riqueza y pueden dar trabajo a muchos guatemaltecos. Y todo porque sus dirigentes se han dedicado a hacerles creer que esas actividades serán necesariamente nocivas para su salud y beneficiarían únicamente a las compañías transnacionales y a la oligarquía nacional.

Y mucho me temo que la mayoría de esos campesinos que participan en los mentados bloqueos de carreteras se dejan manipular por unos dirigentes sin escrúpulos que en esa forma tratan de justificar el dinero que reciben de las ONGs y de los países escandinavos para provocar todos esos incidentes, con los cuales pretenden demostrar que esos sectores más pobres del pueblo necesitan esos recursos económicos de ayuda para poder hacer publicaciones de protesta en los medios de comunicación y organizar manifestaciones portando mantas rojas y negras con la efigie del famoso médico, periodista, guerrillero y escritor argentino Ernesto “Ché” Guevara, tomada de la fotografía que le hizo Alberto Korda, la cual se ha venido empleando como ícono de las luchas reivindicadoras, pero en realidad no fue sino un cruel asesino y un fracasado en todo loque se propuso.

Ignoran que este médico, periodista, escritor y aventurero, argentino-cubano nació en el seno de una familia adinerada de Rosario (Argentina) pero se convirtió en marxista y “antimperialista” (enemigo jurado de los gringos), vino a Guatemala en 1953, donde trabajó en el Departamento Agrario Nacional (DAN), a cargo del capitán Alfonso Martínez Estevez, y de ayudante de médico en el hospital Militar, pero a la caída del gobierno del coronel Jacobo Arbenz Guzmán, antes de la entrada del denominado “ejército de liberación nacional” se asiló en la embajada de Uruguay y luego pidió asilo en México, donde conoció a Fidel Castro y se embarcó en el barco Granma para desembarcar en la Sierra Maestra y participar en la revolución de Cuba que, con el beneplácito del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, derrocó al dictador Fulgencio Batista, y tras el triunfo de la revolución ocupó varios cargos en los cuales fracasó en todas las responsabilidades que le confiaron: primero como jefe de la Milicia y director del Instituto de Reforma Agraria (1959), donde fracasó, luego como presidente del Banco Nacional de Cuba y ministro de Economía (1960) y, finalmente, como ministro de Industria (1961), donde también fracasó. En todo lo que le confiaron fracasó, a tal grado que en 1965 tuvo que abandonar silenciosamente Cuba y primero encabezó un grupo de milicianos aventureros que fue a pelear al Congo (África), en apoyo de un movimiento revolucionario en marcha, que fracasó. Relevado ya de sus cargos en el Estado cubano, por sus constantes fracasos, el Che Guevara regresó a Iberoamérica en 1966 para tratar de participar en alguna revolución que pudiese ser de ámbito continental: primero trató de incorporarse a cualquiera de las tres guerrillas de Centroamérica, la de Guatemala, la de El Salvador y la de Nicaragua, pero en ninguna de ellas se le dio cabida, por lo que, valorando la posición estratégica de Bolivia, eligió ese país como “centro de operaciones” para tratar de instalar una guerrilla que pudiera posteriormente irradiar su influencia hacia Argentina, Chile, Perú, Brasil y Paraguay. Pero de nuevo fracasó en su intento porque su guerrilla no prendió entre los campesinos bolivianos que lo delataron al ejército boliviano y cayó preso y herido en la zona de Valle Grande y murió asesinado por un agente de la CIA en La Higuera (Bolivia). Pero desde su muerte los marxistas le convirtieron en un ícono de los movimientos revolucionarios y de las luchas por las reivindicaciones sociales de los pueblos.

No me explico por qué en Totonicapán no prefieren emplear la efigie de su coterráneo Atanasio Tzul, quien fue un guatemalteco patriota. Para quien lo ignore, Atanasio Tzul fue originario de Totonicapán y provenía de una familia de jaboneros que habitaban el Barrio Linkah. Inició su vida en el plano político en 1813, al ser el Principal de la Parcialidad, también denominado calpul. Para 1820, ya era reconocido como representante no oficial de las parcialidades de Linkah, Pachah, Uculjuyub, Chiché Y Tinamit. En el mismo año, con la representación antes descrita y ante el interés de su pueblo por acabar con los impuestos eclesiásticos y el tributo, Tzul unió fuerzas con Lucas Aguilar y con el alcalde mayor de Totonicapán, Narciso Mallol y lucharon juntos contra el poder de la colonia española, manejada por el Jefe Político del Reino de Guatemala, el Arzobispo Ramón Casaus y Torres, la élite ladina local y los caciques de Totonicapán -diferenciados del resto de la población indígena y con privilegios debido a su apoyo a la conquista europea-. Los tributos reales habían sido suprimidos en 1811 por las Cortes de Cádiz, pero fueron impuestos de nuevo por el rey Fernando VII. Al menos durante unos días entre julio y agosto de 1920, actuó como el representante más destacado del gobierno indígena. Corría el año 1820 y los indígenas de la Alcaldía Mayor de Totonicapán se encontraban en zozobra por el pago de tributos. Por ello, decidieron hacer las consultas respectivas en Guatemala. En San Miguel Totonicapán, al conocer el resultado impositivo para dicho pago, el descontento se hizo popular. Mientras tanto, Atanasio Tzul y Lucas Aguilar realizaban sesiones conspirativas en sus casas, donde conocieron el contenido de la Constitución de Cádiz, que había sido promulgada en 1812, luego desconocida y puesta en vigencia nuevamente en 1820. En esa constitución se anulaba dicho tributo. Con base en ello se inicia una manifestación desconociendo a las autoridades locales. Atanasio Tzul fue coronado rey con máxima solemnidad. Y para muestra un botón: en el Museo Nacional de Historia se encuentra la silla que le sirvió de trono. Su reinado duró solamente 29 días, porque fue apresado y encarcelado en Quetzaltenango. Tzul representa la fuerza indígena, el clamor de su pueblo castigado y la búsqueda de la dignificación humana e igualdad de derechos de los nativos de Guatemala. Se desconoce la fecha de su muerte, pero los ideales por los que murió aún se mantienen vigentes. Poco tiempo más tarde el líder k’iché fue azotado durante nueve días y encarcelado en Quetzaltenango, después de que el movimiento sufriera una represión a manos de alrededor de mil milicianos ladinos. En marzo de 1821 fue liberado, después de una manifestación de individuos totonicapenses y de solicitar un indulto. ¡Ese sí debe ser un ícono de la libertad de los guatemaltecos… no el del argentino “Ché” Guevara! Pero aquí los dirigentes sindicalistas izquierdistas lo emplean como un símbolo de la lucha por reivindicar a las clases necesitadas.

No cabe duda de que todos los guatemaltecos tenemos derecho, garantizado por la Constitución Política vigente, de manifestar pacíficamente en favor de nuestras ideas e intereses por las calles y avenidas de las ciudades y las carreteras del país y en contra de las medidas que rechazamos; pero no hay que olvidar que la Carta Magna también garantiza la libre locomoción de todos los guatemaltecos y que es ilegal que las supuestas “manifestaciones pacíficas” bloqueen las carreteras y las calles e impidan la libre locomoción con lo cual no sólo violan los derechos de los ciudadanos que desean transportarse sin tener que formar largas colas para esperar largo tiempo a que los “manifestantes pacíficos” les de la gana dejar libre el paso para que las personas puedan llegar a su destino y los productos agrícolas de exportación perecederos no se echen a perder, porque esto ocasiona grandes pérdidas económicas a los comerciantes y transportistas en particular, y a la economía nacional en general.

Sin embargo, considero que se les pasa la mano a quienes califican de asesino al presidente Otto Pérez Molina, como dijeronreiteradamente, innumerables veces antenoche en un explosivo programa del canal VEA televisión conducido por la propietaria, Karina González de Rottmann, esposa del señor Otto Rottmann, gerente del canal, en el cual participaron el señor Sergio Ramos, coordinador del Comité de Unidad Campesina (CUC) –ampliamente identificado por las autoridades del Estado como brazo político de la subversión, el cual fue el principal participante en la infausta “Operación Subida” sobre la “invasión pacífica de campesinos del CUC y dirigidos por un grupo de estudiantes universitarios militantes guerrilleros, la cual culminó con el incendio de las oficinas de la Embajada de España y la muerte de ellos mismos y todos los demás ocupantes del edificio– y el licenciado Beltetón de León, asesor del mismo, y en el transcurso del mismo exigieron que el presidente Pérez Molina sea declarado culpable del trágico hecho, que ellos calificaron de “masacre” (?) (término tomado del inglés massacre, que en español significa “matanza, carnicería, asesinar cruelmente, matar felizmente, matar en masa”, como si hubiese sido premeditada la acción en la que lamentablemente murieron ocho y más de 30 fueron fueron heridos) y que le exijan al gobierno que proceda a destituir de inmediato a los ministros de Gobernación, Mauricio López Bonilla, y de la Defensa Nacional, general Ulises Anzueto. Creo que ambos son leales servidores de su gobierno y en ningún gobierno de corte democrático se le puede exigir a un presidente que destituya a dos altos funcionarios que le están sirviendo como estos. Porque no creo que alguien pueda negar que el minitro de Gobernación ha venido trabajando exitosamente. Por otra parte, el general Otto Pérez Molina fue electo en dos vueltas para desempeñar la Presidencia de la República, y él tiene la potestad para gobernar como crea más conveniente. Los columnistas de los medios de comunicación están en su derecho al expresar libremente sus opiniones sobre lo que ocurre, pero no tienen capacidad para exigir al Gobierno que se comporte como ellos lo desean. Hubo un momento álgido del programa, en el cual la señora Rottmann trató de azuzar aún más los ánimos caldeados, al extremo de atreverse a profetizar una “guerra civil” en el país entre indígenas de las distintas etnias y ladinos. después de diucho programa incendiario anunciaron otra entrevista con un miembro del partido LIDER. Por lo visto ese canal de televisión es la caja de resonancia de los opositores al actual gobierno. No obstante lo cual, el único comercial que transmitieron es de la compañía de carne que pertenece al adinerado Radiólogo Francisco Arredondo, ex candidato a la Presidencia de la República y ex ministro de Salud Pública que “renunció” poco tiempo después de haber asumido ese importante cargo, supuestamente por un disgusto con la Vicepresidente Roxana Baldetti. Cualquiera podría sospechar que está patrocinando ese VEA canal por despecho o venganza.

** La estimable columnista de elPeriódico Anabella Giracca, publicó en su columna del 19 de septiembre, titulada Militares al rescate sus opiniones sobre el papel que debe desempeñar el Ejército de nuestro país y dijo que “los militares no deben tener ningún poder de policía sobre la población civil, y que como fuerzas deben estar lo más alejados de la política. O sea hablo de su neutralidad”. Agregó: “Suficiente tienen con el narcotráfico, el trasiego de drogas y las fronteras contaminadas de contrabando, como para combatir la delincuencia común. ¡Zapatero a yus zapatos! Y concluyó: “El Acuerdo Sobre el fortalecimiento del Poder Civil y Función del Ejército, establece que “corresponde sl Ejército de Guatemala la función esencial de defender la soberanía nacional y la integridad territorial del país”. “No tendrá asignadas otras funciones y su participación en otros campos se limitará a tareas de cooperación”. Los Acuerdos trazaron un camino limpio hacia la paz. Pero le ponemos tranqueras. Extravíos. Emboscadas. Desvíos”.

Mi comentario: ¡Cualquiera diría que esta estimable educadora y columnista predijo la tragedia de Totonicapán! Y es innegable que tiene razón en lo que plantea al afirmar ” que el mismo Presidente  acaba de abrir la puerta al transmitir con insistencia su nueva pauta publicitaria sobre “¿Por qué necesitamos reformar nuestra Constitución?” Y explica: “Decididamente, el anuncio ha puesto énfasis en la reforma de las fuerzas armadas. “Necesitamos la reforma constitucional para que el Ejército pueda dar mayor seguridad a todos los guatemaltecos. Necesitamos nuevas leyes que permitan que el Ejército brinde protección ciudadana. La Policía Nacional ya no se da abasto”.  Sin embargo, no debería olvidar que, desafortunadamente, nuestra Policía Nacional Civil (PNC) no está capacitada todavía –pero espero que lo estará algún día– para cumplir con resguardar el orden en el país. Por otra parte, a la PNC no se la respeta como se respeta al Ejército, como se ha visto en muchas poblaciones en las que los habitantes han tomado por asalto las oficinas de la PNC y  las han incendiado, han quemado las radiopatrullas y han sacado más corriendo que andando a los agentes… para poder ejercer la “justicia maya” de linchar y quemar vivo a alguna persona señalada de haber cometido algún delito, pero sin darle la oportunidad de ejercer el precepto constitucional que todos somos inocentes hasta que no se nos haya probado lo contrario. Y si esto fuera insuficiente, hay que recordar que constantemente han caído en prisión algunos policías que han sido capturados por actos de delincuencia.

*** A continuación me permito reproducir para su consideración el sentido artículo que publicó hoy en su habitual columna el periodista Juan Luis Font, director de elPeriódico.

La muerte como instrumento

Un aprovechamiento indecente de este tipo de muertes.

“Nada, absolutamente nada hace admisible que ocho personas mueran al enfrentarse a las fuerzas de seguridad. En cualquier gobierno democrático, el ministro responsable tendría que haber presentado de inmediato su renuncia. O tendría que habérsela exigido el Presidente. Tropa del Ejército disparó. Tropa que escoltaba a dos camiones militares. Aún a falta de un informe completo de balística que refleje qué balas mataron a los vecinos de Totonicapán, el ministro de la Defensa, Ulises Anzueto, tendría que haber salido ya del gabinete. Y el Gobierno, cuya principal responsabilidad es resguardar a la ciudadanía, tendría que anunciar de inmediato una revisión de sus prácticas de recurrir a tropas del Ejército para tratar con manifestaciones públicas.

Solo un fallo de grandes proporciones en el operativo dispuesto para disolver la protesta pudo permitir que esas muertes se produjeran. El fallo parece encontrarse en que la escolta de esos camiones que movilizaban a tropa de patrulla como reserva, se encontraba armado en la zona de tensión.

Pero otro fallo previo, que se agiganta a medida que evolucionan los hechos, es la carencia de información de inteligencia civil o política de las autoridades respecto a los motivos de descontento.

Si el país posee un sistema nacional de diálogo, ¿qué hizo imposible atender las demandas de Totonicapán antes de llegar a las medidas de hecho?

El Estado guatemalteco de corte occidental encuentra dificultades una y otra vez para tratar con una organización comunitaria quiché como la de los 48 cantones. Es absurdo y costoso –pero sobre todo no democrático– carecer del mecanismo para interactuar con pertinencia cultural con las autoridades indígenas.

Guatemala está vergonzosamente acostumbrada a estos episodios de muerte a manos de sus soldados o policías. Hay una especie de pasmosa indiferencia frente a esa realidad cruel. Sobre todo, cuando los muertos son indígenas. Y cuando se oponen de una manera u otra al orden establecido.

Pero también hay un aprovechamiento gozoso e indecente de este tipo de muertes.

Los críticos del Gobierno en el extremo izquierda tienen hoy la ocasión perfecta para descalificar a la administración, para estigmatizarla como de mentalidad contrainsurgente. Hay un pequeño pero vociferante grupo sobreviviente de la guerra que no acepta su derrota militar y política y querría reeditar la ocasión para medirse de nuevo. Es el grupo que busca, contra toda evidencia, presentar lo ocurrido en Alaska como parte de un patrón de comportamiento del Gobierno y no como un hecho grave pero aislado.

No es demasiado distinta la conciencia conservadora en el país. Justificar la violencia del Estado como método para limitar la protesta social es salvaje, inescrupuloso y sobre todo, imbécil en términos de utilidad política. El país no puede vivir sometido a estas tensiones recurrentemente.

Guatemala necesita una tecnocracia profesional especializada en seguridad. Necesita inteligencia y método. Por sobre todo, necesita un ánimo distinto al que nos llevó a la guerra.” (Fin del artículo de Font)

Mi comentario: es indudable que las fibras sentimentales del director de elPeriódico vibraron por el dolor ante la lamentable tragedia ocurrida en la cumbre Alaska como consecuencia de la realidad nacional. Razón por la cual le aplaudo, aunque creo que se trata de una postura justa por un lado, pero injusta por otro lado, porque él debe saber que no existe en Guatemala una Policía Nacional Civil (PNC) que esté en condiciones de hacerles frente a quienes no quisieron dialogar y provocaron que, por nerviosismo, estupidez, o lo que fuere, unos soldados dispararon sus armas de fuego que dieron muerte a ocho campesinos e hiriera a más de treinta. Pero es atendible que las personas que presumen de izquierdistas, aunque sean izquierdistas de salón, de esos que piensan con los liberales pero comen con los conservadores, expresen su dolor por las víctimas de la violencia y su condena al Ejército Nacional por haber actuado en esa forma.

**** No obstante que el doctor Fernando Carrera desempeña el importante cargo de Secretario General de Planificación (Segeplan) del gobierno del presidente Otto Pérez Molina desde el 14 de enero de 2012, hoy publicó hoy en su blog en el diario cibernético Plaza Pública este artículo:

Perdón, Totonicapán

 

Conocí Totonicapán y su orgulloso pueblo K’iche’ de la mejor manera posible. Fui invitado por un gran líder, Don Benjamín Son, fundador de la Asociación CDRO, a visitar las instalaciones y conocer los proyectos de esa iniciativa de desarrollo que tiene más de 20 años de organizar comunidades del occidente de nuestro país.

“¿Quién en nombre de la sangre derramada por ellos y ellas pregona una Guatemala que busca la concordia, libre de violencia y amante de la paz?

Los compañeros y compañeras de CDRO me permitieron visitar el proyecto ecológico comunitario El Aprisco, en donde pude entrar en contacto con un pequeño ejemplo de los famosos bosques de Toto.  Los administradores de El Aprisco, jóvenes dirigentes comunitarios, me hicieron parte de su proyecto al invitarme a sembrar un árbol el cual ahora forma parte de los hermosos bosques de esa tierra bendita.

Totonicapán para mí es eso: organizaciones comunitarias, desarrollo integral social-ambiental y económico, bosques milenarios, y gente hermosa que ama la tierra que los vio nacer.  Por eso el pasado jueves 4 de octubre no pude comprender cómo esa bella tierra y ese noble pueblo podía convertirse en sinónimo de conflicto, violencia, sangre y muerte.  ¿Qué puede provocar semejante transformación de un paisaje y unas comunidades tan singulares y ejemplares?

En Guatemala hay muchos análisis de la violencia.  Todos ellos nos explican las razones de por qué hemos sufrido lo que hemos sufrido y por qué lo seguimos sufriendo.  Pero la verdad sea dicha, la razón principal de nuestra violencia está en la sin-razón.  Cualquier motivo parece ser válido para derramar sangre y matar al prójimo. El que es poderoso, mata porque es poderoso.  Y el que no es poderoso, mata para resistirse al poder.  Todos somos padres y madres de la violencia.  El diálogo, en cambio, siempre es huérfano.

Mientras tanto se acumulan las víctimas.  ¿Y quién se acuerda de las víctimas? ¿Quién, aparte de sus seres queridos, honran su memoria y su sacrificio? ¿Quién en nombre de la sangre derramada por ellos y ellas pregona una Guatemala que busca la concordia, libre de violencia y amante de la paz? ¿Quién les pide perdón por tanta irracionalidad y por tanta barbarie?

Nos hemos vuelto insensibles a la muerte.  Nos parece que la sangre es el precio justo que debemos pagar por mantener este sistema irracional de conflictos que generan conflictos.  Pero la sangre no la derramamos todos, sino solo las víctimas.  Así que es la sangre de los que ya no están, de los que se fueron, de los que perdieron, la que se sacrifica frente al altar del dios-violencia.

Yo pido perdón a las víctimas por nuestra irracionalidad.  Pido perdón a los fallecidos y heridos el pasado jueves, a sus familiares y a sus comunidades.  Pido perdón a Totonicapán y a todos los guatemaltecos y guatemaltecas que sufrieron ese día la muerte o la agresión de un ser querido.  Nada justifica que la sangre se siga derramando en Guatemala, y nada justifica que sus hijos e hijas sigan ofrendando sus vidas.

A los que llaman a odiar más como estrategia para enfrentar nuestros conflictos, les pido que por favor abandonen ese discurso.  Más odio no nos traerá más paz.  Todos los guatemaltecos y guatemaltecas somos personas con dignidad.  Merecemos respeto, respetar y ser respetados.   Y sobretodo, tenemos derecho al más sagrado de los derechos: el derecho a vivir, y a vivir en paz.  Nadie nos puede quitar ese derecho y nadie nos lo debe arrebatar.” (Fin del artículo del doctor Fernando Carrera)

Mi comentario: este es un excelente artículo, no cabe duda. No sólo esta muy bien escrito, sino tiene mucha razón. Pero viniendo del Secretario de SEGEPLAN creo que tendría más valor si viniese acompañado de su renuncia a dicho cargo para demostrar que actúa en consecuencia con lo que dice.

Twitter: @jorgepalmieri

 

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