LLAMADO A LA CONCIENCIA

Ayer leí con mucha atención en Prensa Libre esta columna que, obviamente relacionada con la muerte de siete campesinos y más de 30 heridos, me impresionó e impactó porque creo que es un llamado a la conciencia, por lo cual me voy a permitir reproducirla. Como de costumbre, a partir de mañana voy a comentarla.

EL QUINTO PATIO

Por culpa de la raza

En qué momento se decidió que las poblaciones originarias debían ser exterminadas, es un enigma histórico. ¿Cuáles son los atributos que les daban a los conquistadores esa supuesta preeminencia sobre los derechos de las poblaciones locales?

 

 

CAROLINA VÁSQUEZ ARAYA

 

 

En América —también en la del norte— han pasado ya muchos siglos desde la llegada de los europeos, pero el sentimiento de superioridad de los ladinos o criollos sobre poblaciones indígenas continúa acrecentándose y los pueblos originarios siguen perdiendo sus espacios y sus derechos.

El racismo se ha ido asentando en manifestaciones aparentemente inofensivas, pero que lo consolidan en el imaginario por medio de actitudes patológicas. Ya lo decía Juan Carlos Lemus en su columna del sábado: “El ciudadano racista quiere gente bien portada. Ve con simpatía al indígena siempre y cuando toque marimba, coma contento sus frijoles, hable de su folclor y haga romerías hacia los pies del Cristo Negro”. Pero no vaya a ser que comience a exigir respeto por sus territorios, mejores condiciones de vida, escuelas o agua potable porque entonces se transforman en las hordas de indios salvajes, malagradecidos y holgazanes que nunca se contentan con lo que tienen.

También hay actitudes aparentemente positivas en la expresión del racismo ancestral. Una de ellas es el gesto de admiración cuando se presenta en algún foro una destacada profesional vestida de corte y huipil. Es como si el hecho de que una mujer indígena que alcance una posición académica relevante fuera algo extraordinario, cuando en realidad esa mujer es tan parte de la sociedad y tan digna de figurar en los círculos de poder como cualquier hombre o mujer ladinos, cuyos méritos jamás provocan esas reacciones.

La distancia impalpable, el muro que divide a la sociedad constituye el principal obstáculo para el desarrollo de este país. En lugar de apreciar su diversidad y la riqueza de su cultura, se pone el énfasis en remarcar la autoridad y los privilegios ilegítimos de quienes, por medio de la fuerza y del sometimiento, han incrementado su poder y sus riquezas.

No se dice con claridad, no se publica en los medios, pero todos saben que las ínfulas de benefactor que se da el sector privado organizado con sus programas de responsabilidad social empresarial no es más que una estrategia para realizar con los gobiernos sus negociaciones privadas en el entendido de que así se ahorran impuestos, así eliminan a la competencia y pueden seguir acumulando beneficios particulares.

Pero cuando los líderes indígenas protestan y sus comunidades se manifiestan en contra de los abusos de esas grandes compañías, entonces el romanticismo de la marimba, del folclor y la devoción se convierte en un rebrote del desprecio ancestral de los conquistadores y así, los indígenas amables de la publicidad oficial se transforman, de acuerdo con los cánones del comportamiento de las razas inferiores, en hordas de indios salvajes.

El bienestar social está ahí. A la mano. El territorio es rico y generoso, solo falta un liderazgo visionario, inteligente y generoso que lo desarrolle con políticas incluyentes. (Fin de la columna de Carolina Vásquez Araya)

Twitter: jorgepalmieri

 

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