MISCELÁNEA DEL 22/01/13

Voy a reproducir sin comentarios varios excelentes artículos publicados en diferentes medios de comunicación social sobre varios temas de mucho interés.
1.– Artículo publicado en Prensa Libre de hoy

REGISTRO AKÁSICO

Virtudes ciudadanas

Por Antonio Mosquera Aguilar

El cristianismo se llama en el oriente, la religión del amor universal. En efecto, se ve como un acto heroico, cuando no extravagante, puesto que llama al amor de los enemigos. El perdón y la aceptación de la ofensa, serán compensados eternamente por Dios. En consecuencia, cuando representantes eclesiásticos manifiestan que someterán a fuero especial a un cura que ha purgado una pena, causa cierto asombro. La justicia es una virtud cardinal que debe ser objeto de observación por los cristianos, pero hacer escarnio abierto de un sacerdote, dejar de lado la presunción de inocencia y anticipadamente señalar el castigo, solo demuestra que el amor universal es una prédica sin práctica. Peor aún, cuando fue sancionado por la autoridad temporal, vale decir las leyes y tribunales de justicia, queda la duda sobre la eficacia del nuevo procedimiento canónico. ¡Suerte! No existe el Tribunal del Santo Oficio con el poder que tuvo en la Colonia. Ya estaría la pira y seguramente la infamatio daría lugar a tormento previo, para obtener la confessio. Esto sucede en una instancia moral; pero igual, las virtudes republicanas están en el suelo. Un magistrado obligado a retirarse por la edad, pelea con argucias y argumentos leguleyos para evadir la ley. Con su actitud refleja el bajo sentido de justicia que posee y lo mal que resuelve los asuntos sometidos a su juicio. No hay peor que un convenenciero, en asuntos judiciales. Por qué vamos a solicitar de un juez menor imparcialidad y equidad; si el juez supremo tiene tan baja moral pública. Aceptar el llamado a la unidad nacional es una tarea difícil. ¿Cómo es posible que el representante de la nación, injurie pública y abiertamente a la representación soberana del pueblo? Los vilipendia de “mercantilistas” y “politiqueros”. ¿Por qué declaró que sus invitados al Palacio tienen una mayor representación que el Congreso de la República? ¿Acaso desea que sus achichincles le pidan prorrogue el mandato o disuelva las instituciones, como su antagonista, Jorge Serrano Elías? La ciudadanía espera equilibrio de poder y respeto; para el efecto hay instituciones que monopolizan la fuerza del Estado Constitucional de Derecho. Jamás se puede acometer físicamente contra el representante de la unidad nacional o contra un representante popular, por mucha enemistad política que puedan profesarse mandatario y diputados. Al final, cada quién tiene asignadas sus funciones en la Constitución Política que todos juraron defender. Si desea evitar exabruptos, es legítimo enviar por escrito el informe presidencial anual, pero no comenzar los dimes y diretes, haciendo gala de bravuconería. Además, la justificación de inasistencia quedó anulada pues, al día siguiente, acudió a una sala menor del Congreso y no pasó nada: ni pena, ni gloria. ¿Cómo es posible que una diputada amenace con arma, en el hemiciclo, a otro colega? La nación requiere convivencia educada y si no es posible, al menos guardar las formas desde lejos. (Fin del artículo de Antonio Mosquera Aguilar).

2– Acerca del “juicio eclesiástico” al padre Mario Orantes 
Este es el cuarto artículo que sobre el pretendido “Juicio Eclesiástico” que la Iglesia Católica está siguiéndole al padre Mario Orantes, publicó ayer en su periódica columna titulada Vox signata del diario Siglo.21 el reconocido doctor en Derecho Gabriel Orellana:
Vox signata Gabriel Orellana gorellana@siglo21.com.gt Mario Orantes y la Constitución (IV) Me interesa dejar muy claramente establecido que el enjuiciamiento que de Mario Orantes se realice conforme al ordenamiento propio del Derecho Canónico carece de fundamento constitucional alguno porque, —para aclarar la duda que me han expresado algunos lectores—no tiene ninguna semejanza con el ordenamiento jurídico penal del fuero militar. El primero, repito, no tiene reconocimiento expreso alguno en nuestra Constitución en tanto que el segundo lo tiene expresamente manifestado en los artículos 219 y 250 de la Ley Suprema. Dispone el primero que: “Los tribunales militares conocerán de los delitos o faltas cometidos por los integrantes del Ejército de Guatemala” y el segundo que: “El Ejército de Guatemala se rige por lo preceptuado en la Constitución, su Ley Constitutiva y demás leyes y reglamentos militares”. Se trata, por lo mismo, de distintas categorías. A riesgo de repetir algunos conceptos –el tema lo justifica—quiero enfatizar que tratándose de un enjuiciamiento legalmente infundado, en nada cambia que Mario Orantes acceda a someterse voluntariamente al proceso canónico por varios y trascendentales. A título enunciativo y no limitativo cito los siguientes: 1º. Porque al tenor del artículo 5º constitucional, ninguna persona “está obligada a acatar órdenes que no estén basadas en ley y emitidas conforme a ella”;  2º. Porque los derechos humanos son irrenunciables, ya que: “En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos. […] (y porque)  Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra condición que menoscabe su dignidad. […]”. 3º. Porque de acuerdo con el artículo constitucional 44 son nulas las disposiciones gubernativas o de cualquier otro orden que disminuyan, restrinjan o tergiversen los derechos que la Constitución garantiza. Espero que quienes integren el tribunal canónico a cargo del juzgamiento referido ponderen la responsabilidad que personalmente asumirán con su personal actitud, ya que, según el artículo 45 constitucional: “La acción para enjuiciar a los infractores de los derechos humanos es pública y puede ejercerse mediante simple denuncia, sin caución ni formalidad alguna”. Claudia Méndez Villaseñor (El Periódico 09.01.13) expuso un hecho notorio al citar literalmente las palabras del vicario judicial del Tribunal Eclesiástico: “A Orantes se le juzgará por encubrimiento o complicidad en la muerte del obispo Gerardi” y “Concluido el proceso, el expediente será enviado a la Santa Sede desde donde se dictará la sentencia”. (Fin del artículo del doctor Gabriel Orellana)
3.– Hugo Chávez  y el Cid Campeador
El renombrado historiador, ensayista y editor mexicano Enrique Krauze, director de Letras Libres y Editorial Clío, publicó este brillante artículo acerca de la incierta situación que está viviendo Venezuela por la prolongada ausencia del presidente Hugo Chávez, quien supuestamente aún se encuentra en un hospital de La Habana, Cuba, recuperándose de una delicada operación para extirparle dos vértebras y sustituirlas con dos vértebras metálicas. Pero sigue ausente de Venezuela a pesar de que después de haber sido reelecto para un tercer período, debió presentarse a tomar posesión del cargo el 10 del mes en curso, de acuerdo a los dictados de la Constitución Política de la República Bolivariana de Venezuela.
El duelo y el despertar
Por Enrique Krauze

Es probable que, con su agonía, Hugo Chávez haya logrado la inmortalidad que buscó siempre, esa certeza de veneración eterna reservada a los santos, los mártires, los redentores. Las imágenes en las calles de Venezuela son inequívocas: no comparan a Chávez con Bolívar -su numen secular- sino con Jesucristo. Algunos carteles van más lejos, más hondo: “el pueblo es Chávez”, “todos somos Chávez”: un nuevo milagro de la transubstanciación. No es imposible que los jerarcas de Cuba, en cuyas manos está el desenlace, decidan que Chávez siga gobernando como el Cid Campeador, que ganaba batallas después de muerto. Pero si, como es lo más probable, Chávez muere, en cuanto su muerte se haga pública lo que sobrevendrá es el doloroso duelo de un amplio sector de la sociedad venezolana. Algo similar ocurrió con Eva Perón, la heroína de “los descamisados”, que murió de un cáncer fulminante a los 33 años. Su santificación fue instantánea y perdura hasta hoy. A partir de esa premisa, los escenarios futuros son diversos y, como siempre, inescrutables. El mío es el siguiente: el duelo durará varios meses y Venezuela convocará a elecciones. Si éstas tienen lugar, el sentimiento de pesar, aunado a la gratitud que un amplio sector de la población siente por Chávez, serán factores determinantes en el probable triunfo de un candidato chavista. A ello contribuirán también los órganos electorales, fiscales, judiciales y -en parte- los legislativos, que seguirán en manos del chavismo. En esta misma lógica, el candidato más probable será Nicolás Maduro, el ungido por Chávez (y los Castro), pero las complicaciones de la sucesión pueden favorecer finalmente al candidato menos atractivo para Cuba, a Diosdado Cabello. Tampoco es descartable un triunfo de la oposición. En cualquier caso, creo que el escenario de violencia es remoto. Mientras transcurre el duelo, Venezuela vivirá un chavismo sin Chávez. Su retrato en tiempos de gloria, su silla vacía, su imagen retransmitida interminablemente, acompañará por un tiempo al nuevo presidente. Pero en todas las religiones (y en la naturaleza humana) los duelos tienen un fin. Y en ese momento, que será como un extraño despertar, todos los venezolanos, chavistas y no chavistas, deberán enfrentar la ineludible y gravísima realidad económica. Ocurrió en la URSS en 1989, ocurrirá definitivamente en Cuba, ocurrirá en Venezuela. Los indicadores de alarma son del dominio público. El déficit fiscal es del 20% del PIB, unos 70 mil millones de dólares. El tipo de cambio oficial es de 4.3 bolívares por dólar, pero en el mercado negro llega a 18. La inflación, por varios años, ha sido la más alta de la región. El desabasto (que debido al desmantelamiento sistemático de la planta productiva, el éxodo de la clase media profesional y la falta de inversión, se ha convertido casi en una tradición venezolana) sólo se palió en 2012 a un altísimo costo, cuando el gobierno de Chávez echó la casa por la ventana en la compra de todo tipo de productos para agradecer (aceitar, inducir) el voto de sus partidarios. Pero ahora Venezuela padece una aguda carestía de divisas. ¿Cómo explicar que un país que en la era de Chávez ha percibido más de 800,000 millones de dólares por ingresos petroleros presente cuentas tan alarmantes? Buena parte de la explicación está en el petróleo. En 1998 Venezuela producía 3.3 millones de barriles diarios y exportaba (y cobraba) 2.7 millones de barriles diarios. Ahora la producción se ha desplomado a 2.4 millones de barriles diarios, de los que sólo cobra 900,000 (los que vende a Estados Unidos, el odiado imperio). El resto que no se cobra se divide así: 800,000 van al consumo interno, prácticamente gratuito (y que provoca un jugoso negocio de exportación ilegal); 300,000 se destinan a pagar créditos y productos adquiridos en China; 100,000 se restan por importación de gasolina; y 300,000 van a países del Caribe que pagan (si es que pagan) con descuentos y plazos amplísimos, o pagan como Cuba (a la que se exportan 100,000), simbólicamente (con envío de personal médico, educativo, y policial), y se benefician del petróleo venezolano al extremo de reexportarlo. Con respecto al inicio del gobierno de Chávez, el ingreso efectivo de Venezuela por exportaciones de petróleo ha disminuido a la tercera parte. En medio del duelo o inmediatamente después, un presidente chavista deberá enfrentar esta realidad y encarar al público. Pero ese presidente chavista ya no será Chávez, el hipnótico Chávez, Chávez el taumaturgo, Chávez el líder que lo explicaba todo, lo justificaba todo, lo amortiguaba todo. Fiel a la antigua cultura política de raíz hispana, el pueblo reaccionará a esas situaciones con indignación: culpará a los chavistas de no estar a la altura del líder y su legado, dirá “Chávez no lo habría permitido”, “Chávez lo habría resuelto”. Ese podría ser el fin del chavismo sin Chávez. Y la gran oportunidad de la oposición. Después de largos años de inconsistencias y errores, la oposición venezolana ha estado unida, eligió a un líder inteligente y valeroso (Henrique Capriles) y tuvo un desempeño notable en las elecciones: recabó casi 7 millones de votos. Durante la agonía de Chávez, sin dejar de alzar la voz de protesta, la oposición ha mostrado una notable prudencia. Y ha hecho bien: cualquier desbordamiento de las pasiones puede ser leído como una provocación y desembocar en la violencia. Pero si la oposición -que ha esperado tanto- conserva la cohesión y el ánimo, podría avanzar en las siguientes elecciones presidenciales y recuperar -sobre todo después del duelo- las posiciones que ha perdido. En ese despertar, una fuerza ahora apagada y latente deberá despertar también: los estudiantes. Tuvieron un papel clave en el referéndum de 2007 (que impidió la conversión abierta de Venezuela al modelo cubano) y quizá lo tengan una vez más ahora. Lo que está en juego no es sólo la recuperación económica de Venezuela ni la normalización de la democracia, trece años secuestrada por el redentorismo político de Chávez. Lo que está en juego es la convivencia elemental en una sociedad desgarrada por la intolerancia, la discordia y la propaganda de odio inducida desde el poder. Carl Schmitt, el filósofo del nazismo, acuñó la teoría del “amigo/enemigo” como el binomio esencial de la política. Chávez ha sido su discípulo fiel. Pocos gobernantes latinoamericanos han practicado con igual fanatismo esa doctrina. Tras el duelo, ese binomio debe desaparecer del debate público. Sólo así llegará la reconciliación de la familia venezolana. (Fin del artículo de Enrique Krauze)