MISCELÁNEA DEL 29/04/14

1.- Ayer habría cumplido 66 años mi amada esposa Anabella

Esta era mi bella amada esposa, Anabella Katherine Patricia Waelti Castejón de Palmieri. Fue la mujer más dulce, amorosa, alegre y positiva que he conocido en toda mi larga vida. Fuimos muy felices y la amé intensamente en vida y la sigo amando aún muerta. Y mientras yo tenga vida vivirá en mi corazón.

Me enamoré de ella a primera vista desde el momento que pasó frente a mi automóvil con un largo abrigo azul y se acercó a decirme “Perdoná, ¿vos sos Jorge Palmieri?”. Cuando la ví pasar frente al wind shield de mi carro me dije: “¡Dios mío, que sea ésta!”, presintiendo que íbamos a amarnos. Yo ya tenía edad suficiente para casarme pero aún no lo había hecho por ser muy mujeriego y negarme a contraer el compromiso matrimonial, pero ya estaba harto de esa vida y pensaba que ya era tiempo de casarme, pero quería asegurarme de que lo haría con una mujer adecuada. Anabella se había bajado de un taxi en el que iba con varias personas rumbo a su casa situada en el extremo norte de la ciudad, donde vivía con su esposo a quien no amaba y no la merecía y un hijo de dos años de edad, pero al identificar mi carro pidió al chofer del taxi que se detuviera para ir a pedirme que la llevara a su casa porque no confiaba en las intenciones de las personas que la acompañaban porque su esposo la había dejado sola en una fiesta en el parque La Industria y se había ido con su amante. A partir de esa noche hice todo lo que fue necesario para que nada ni nadie pudiese separarnos mientras los dos tuviésemos vida. Pocos días más tarde ella abandonó a su esposo y se fue a vivir con sus padres con su pequeño hijo Rodrigo, que solamente tenía 2 años de vida y a quien desde entonces comencé a querer como si fuese mi hijo y él me llamó papá hasta que murió su madre; y su padre biológico, que en casi diez años nunca se había ocupado de él, ni le había comprado absolutamente nada, ni había hecho el manor esfuerzo para hablarle, llegó al cementerio Las Flores, cuando estábamos enterrando a Anabella, y de su tumba aún abierta se lo llevó con él, con lo cual lo separó de su hermano menor que tenía 7 años de edad, y de quien durante cerca de diez años fue su padre putativo.

La historia de amor entre Anabella y yo surgió porque desde hacía algún tiempo ella era una de las fans de mis columnas en Prensa Libre y de mi programa de televisión denominado Ciclorama. Lo cual a su esposo le causaba tantos celos que le apagaba el televisor cuando ella veía mi programa y le arrebata de las manos el periódico  cuando estaba leyendo mis columnas. Con lo cual no se daba cuenta de que en vez de alejarla de mí la acercó para siempre. ¡Cosas de la vida!

Ella y yo estábamos destinados a amarnos como lo hicimos a partir del primer día que nos conocimos, durante el tiempo que fuimos amantes antes de que se divorciara y los años que estuvimos felizmente casados. Nos casamos en una ceremonia privada en la Municipalidad capitalina con el Alcalde metropolitano, licenciado Leonel Ponciano León. A partir de ese día hice todo lo que fue necesario para que nada ni nadie pudiese separarnos –salvo la implacable muerte– y desde entonces nos amamos entrañablemente hasta que falleció a la temprana edad de 35 años, como consecuencia de un ganglio linfático maligno que tenía en el mediastino (entre los pulmones y el corazón) que resultó ser lo que se conoce como Enfermedad de Hodgkin, que es una neoplasia que se origina en el tejido linfático. Este tejido comprende los ganglios linfáticos y los órganos relacionados que forman parte del sistema inmunológico y del sistema productor de sangre del cuerpo. Su tratamiento debe comenzar por haber una biopsia y no operar antes de saber de qué tipo de tumor se trata, como lo hizo irresponsablemente el doctor Rodolfo Herrera Llerandi que era un fanático de la cirugía y creía que todo se podía arreglar operando. Además, en Guatemala todavía no se practicaba la quimioterapia y el tratamiento de radiación de cobalto que le aplicaron en el hospital Herrera Llerandi fue excesivo, porque le quemaron parte de un pulmón y la punta del corazón, que 9 años más tarde se carbonizaron. En realidad, ella no murió por la Enfermedad de Hodgkin, sino como consecuencia de la excesiva radiación de cobalto. Aunque con la aplicación de la radiación hayan quemado también el tumor maligno en el mediastino.

Nueve años después de haber recibido el tratamiento de radioterapia con cobalto, y de haber consultado a los mejores especialistas de los Estados Unidos, ella ya se sintió muy mal, en las postrimerías de mi permanencia en México como embajador, a raíz del golpe de Estado contra el gobierno del general Romeo Lucas García y el general Efraín Ríos Montt se autonombró presidente de facto y se ciñó la banda presidencial, yo había renunciado al cargo de embajador, la llevé al Hospital Metodista de Houston para que la viera el eminente cirujano cardiovascular Michael De Backy, cuyo asistente era entonces el cirujano cardiovascular guatemalteco Rafael Espada, quien años más tarde se convirtió en mediocre vicepresidente de la República, durante la deplorable gestión del ingeniero Álvaro Colom. Y cuando el Dr. De Backy examinó la radiografía del torax de Anabella, me preguntó indignado “who was that butcher?” (quién fue ese “carnicero”) refiriéndose a quien le había aplicado la radiación de cobalto, porque le quemó la punta del corazón y una parte de un pulmón, lo que con el tiempo se carbonizaron y esa fue la verdadera causa de la muerte de Anabella. Porque ella no murió como consecuencia del mal de Hodgkin, sino de la indebida operación a la que sometió el doctor Rodolfo Herrera Llerandi y al exceso de radiación de cobalto que le administró un médico de apellido Carbonell, de quienes prefiero ni acordarme. No obstante su enfermedad y todo lo que tuvo que soportar, Anabella no se quejaba y mantenía siempre una sonrisa y fue muy amorosa con sus padres, sus hermanas y su hermano, y sus hijos Rodrigo y Alejandro, y con su marido que sufría mucho más que ella por la impotencia de no poder hacer nada para sanarla o aliviarla, pero tengo la satisfacción que le cumplí la promesa que le había hecho de llevarla a conocer varios países de Europa, el Parthenón de Atenas, las pirámides de Egipto, el mar Egeo y las islas griegas, y pasar varias semanas en las islas que más nos habían gustado durante las visitas que hicimos en un crucero, especialmente en la isla de Santorini, hasta que, dolorosamente, empeoró poco después de haberle cumplido su deseo de pasar por el Vaticano para despedirse del papa Juan Pablo II, quien un día nos invitó a almorzar con él en su palacio de verano en Castelgandolfo. Después de lo cual regresamos a Guatemala y a los pocos días de estar aquí tuvo que ser hospitalizada en el Herrera Llerandi, donde finalmente falleció de un paro cardíaco durante la tarde del sábado 4 de marzo de 1983 y la enterramos el domingo 6, en el mismo momento en que Juan Pablo II llegaba por primera vez a nuestro país. Cuando le visitamos en Castelgandolfo él le prometió: “Nos vamos a volver a ver cuando vaya a Guatemala”, a lo que ella contestó: “No Su Santidad, cuando usted llegue a Guatemala yo ya estaré muerta”. Y así fue. Ella fue mejor profeta que él. A las 5 de la tarde, aproximadamente, del sábado 5 de marzo de 1983, falleció, suavemente, sin agonía. Yo estaba a su lado y la tenía tomada de la mano cuando el aparato indicó que su corazón había dejado de latir. la enfermera me indicó que ya había muerto. Rodrigo y Alejandro se encontraban en el café del hospital y, con la mayor compostura de la que me fue posible, salí a darles la infausta noticia. Durante muchos días la lloré desconsoladamente. Es muy difícil dejar de llorar la pérdida de un ser tan querido como ella. Solo el tiempo me ayudó a consolarme, convencido de que tenía razón el monje zen budista japonés Ejo Takata cuando me dijo que la oruga llama muerte lo que la mariposa llama vida.

A 31 años de la muerte de mi amada Anabella, si aún estuviese con vida ayer habría cumplido 66 años de edad porque nació a las 2 y 15 de la mañana del 28 de abril de 1948, convoqué a almorzar en mi casa a sus dos amados hijos, Rodrigo y Alejandro, y brindamos por ella convencidos de que las personas que uno ama solo mueren cuando se les olvida. Y ninguno de los tres la ha olvidado. Ni la olvidaremos jamás mientras vivamos porque en verdad fue una mujer excepcional e inolvidable.

En esta foto, Rodrigo, hijo mayor de mi amada Anabella, yo, su esposo, y Alejandro, su hijo menor. Atrás pareciera que nos está observando en el magnífico retrato que pintó mi admirado y querido amigo el pintor Manolo Gallardo.

Alejandro vino acompañado de su esposa, Alejandra, y de su adorable hijo Paolo, mi muy amado nieto. Y con Rodrigo, Alejandro, Alejandra y Paolo aparece en esta foto mi querido amigo el eminente cardiólogo Carlos Armado Soto Gómez, mi ex compañero en el Colegio de Infantes, a quien yo había invitado a almorzar rabo de res, que es uno de sus platos favoritos. El retrato de mi amada Anabella, pintado por Manolo Gallardo, parece observarnos con complacencia.

2.- Una tempestad en un vaso de agua

Algunos medios de comunicación internacionales y nacionales se han rasgado las vestiduras y criticado que el hijo mayor de la vicepresidenta de Guatemala, Roxana Baldetti, haya usado su teléfono celular para sacarse una foto “selfie” con el papa Francisco al final de la ceremonia de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Lo cual, en mi opinión, equivale a hacer una tempestad en un vaso de agua. Y todo por haber asistido con uno de sus hijos y una comitiba desconocida a esa ceremonia.

Momento en que la vicepresidenta Roxana Baldetti y su hijo Luis Pedro Paz Baldetti saludaban al papa Francisco.

Todo comenzó porque un noticiario del canal Univisión transmitió esta información

Asimismo, el noticiario SOY5o2  publicó lo siguiente:

[youtube]lHvre9UWQ_U[/youtube]

La foto “selfie” del hijo de Baldetti con el papa Francisco quedó así

La foto circula en redes sociales.

Luis Pedro Paz, hijo de la vicepresidenta Roxana Baldetti, rompió el protocolo durante la canonización a Juan Pablo II y Juan XXIII. Él quería una “selfie” con el Papa Francisco.

La vicepresidenta viajó con una “pequeña” delegación a Roma, según la cancillería. Pero eso no evitó que llevara a su hijo mayor que protogonizó un escándalo diplomático siendo el primero en romper el protocolo al sacar una foto “selfie” al Papa.

Hasta el momento no se conoce el costo del viaje de Baldetti y su hijo a un evento en el que la vicemandataria realizó dos veces la fila para pedirle al Papa que visitaraGuatemala.

No es la primera vez que un hijo de la vicepresidenta se ve envuelto en problemas por sus publicaciones en redes sociales. Su hijo menor, Mario Paz, fue señalado por publicar fotografías de sus extravangantes artículos de moda y viajes. (Fin la nota de Soy502)

Como pude apreciarse, el papa Francisco estaba completamente consciente de que el hijo de la vicepresidenta Baldetti iba a tomar una foto “selfie” con su teléfono celular y se sonrió con aprobación, así que no fue tomada clandestinamente, a espaldas del Sumo Pontífice, sino con su consentimiento. Por lo tanto, no hay razón para que se les critique al hijo de la señora Baldetti y a ella por haber tomado esta foto “selfie”, como lo hicieron también numerosas personas.

No es que yo quiera erigirme en oficioso defensor de la vicepresidenta de la República, Roxana Baldetti, ni mucho menos de su hijo Luis Pedro Paz Baldetti, sino que me ha causado disgusto ver la forma tan escandalosa e injusta como algunos medios de comunicación y unos periodistas se han lanzado injustamente contra ellos. Y después se hayan puesto a investigar si el pasaje aéreo en primera clase del hijo fue pagado con fondos del estado o del propio dinero de la señora Baldetti, lo cual me parece una incalificable pequeñez, porque creo que ella ha tenido derecho a hacerse acompañar de su hijo mayor en ese largo viaje al Vaticano.

 Mi comentario final: tanto pedo que han armado por este incidente insignificante. Dicen que el hijo de la vicepresidenta Baldetti, Luis Pedro Paz Baldetti, “violó el protocolo” y yo pregunto ¿cuál protocolo? ¿De qué “protocolo” hablan?. Además, ¿a qué viene esgrimir el “protocolo” ante el papa Francisco que se ha caracterizado precisamente por violar todos los protocolos? ¡No jodan! Desde que hay teléfonos celulares que sirven a la vez para tomar fotografías, no es extraño que algunas personas quieran tomarse una “selfie” cuando están en compañía de algunas personas de su agrado y no tienen un fotógrafo a su disposición. Si no, recordemos el problema en el que se vio comprometido el presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, durante las ceremonias fúnebres del lider sudafricano Nelson Mandela. No en vano la “primera dama” norteamericana, Michelle Obama, se disgustó con él, como puede verse por la expresión de reprobación que puso, aunque hay quienes sospechan que lo hizo por los celos que le despertó la aún atractiva primera ministra de Dinamarca.

Twitter:@jorgepalmieri.com