MISCELÁNEA DEL 2/10/14

1.- Explicación de mi ausencia

La razón por la cual no había publicado ningún artículo en este blog desde el 23/09/14 (salvo por la reproducción que publiqué ayer sobre la trágica quema de las oficinas de la Embajada de España en Guatemala, ocurrida el 30/01/80) es que decidí tomarme unos cuantos días de descanso.

El “fisiquín” Alejandro Sinibaldi fue proclamado “Pre-candidato” (?) presidencial por la Vicepresidenta Roxana Baldetti y otros altos funcionarios públicos en una supuesta Asamblea General del partido denominado “Patriota”

La Vicepresidenta de la República Roxana Baldetti bailando como cabaretera “El Caballito de Palo” con uno de sus subalternos más cercanos.

Además, les confieso que me sentía deprimido por las cosas tan bochornosas que se han venido sucediendo en nuestra patria, por las cuales dan ganas de apagar la luz y largarse a otra parte. Tal vez pedir asilo humanitario a algún país africano. Porque me parece un excesivo abuso de poder, de corte autoritario, de parte del partido político denominado “Patriota” que haya desafiado en esa forma tan insolente al Tribunal Supremo Electoral (TSE) al hacer esa payasada en la Plaza de la Constitución que calificaron como “Asamblea General” para proclamar la “pre-candidatura” (?) presidencial del “fisiquín” Alejandro Sinibaldi durante la cual  los televidentes vimos bailar “El caballito de palo” a Roxana Baldetti, Vicepresidenta de la República, como si fuese una cabaretera; y, aun más, después hemos tenido que soportar que primero la Sala Quinta de Apelaciones de la Rama Civil y después la Sala de la Corte de Apelaciones del Ramo Penal de Procesos de Mayor Riesgo, constituida en Corte de Amparo, hayan otorgado un amparo provisional al PP y a la Vicepresidenta Baldetti, lo cual equivale a que un tribunal menor haya otorgado un amparo contra las sanciones emanadas de un tribunal superior, de carácter constitucional, como lo es el Tribunal Supremo Electoral que había suspendiendo por un mes al PP y cancelando que la Vicepresidenta Baldetti pueda desempeñarse al mismo tiempo como Secretaria General del PP. No cabe duda de que no actuaron jurídicamente como es debido, porque debieron remitir la solicitud de amparo a la Corte Suprema de Justicia.

Pero aquí estoy de nuevo para ofrecerles mis opiniones y comentarios sobre algunas de las cosas que ocurren tanto en Guatemala como en el extranjero. Lo cual trataré de continuar haciendo hasta el día que emprenda el viaje sin retorno, para lo cual sospecho ya que no hace falta mucho tiempo. Y no es que tenga prisa por morir, pero, francamente, dan ganas de morir el hecho de ver lo que está sucediendo impunemente en nuestra patria.

2.- Algo más sobre la tragedia en la Embajada de España

Escena del juicio que se está siguiendo contra Pedro García Arredondo, a quien se acusa de haber ordenado a los policías del Comando Seis que quemaran las oficinas de la Embajada de España y dicen que le oyeron gritar “¡Que no quede ni uno vivo!”

Ayer consideré necesario e impostergable volver a referirme a la trágica quema de las oficinas de la Embajada de España en nuestro país, donde murieron calcinadas 37 personas, hecho lamentable ocurrido hace 34 años, el 31 de enero de 1980, por el hecho que desde ayer se está desarrollando en el Tribunal Primero B de Alto Riesgo  un juicio contra el señor Pedro García Arredondo, quien por entonces era el jefe del llamado “Comando Seis” de la Policía Nacional y estaba al frente de los policías que trataron de penetrar en el inmueble con el propósito de rescatar a los rehenes de los intrusos invasores de la Embajada, que eran el ex Vicepresidente de la República, licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, el ex Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Adolfo Molina Orantes y el  catedrático de la Facultad de Derecho de la USAC, doctor Mario Aguirre Godoy (quien logró escapar a tiempo y aún vive y debería ser un testigo básico en este juicio), además de todo el personal diplomático y administrativo de la misión y algunas personas visitantes.

Se alega que los miembros y las instalaciones de las misiones diplomáticas acreditadas en un país gozan de inmunidad y que las autoridades de Guatemala no tenían derecho a ingresar a la casa que ocupaban las oficinas de la Embajada de España sin la solicitud o el permiso del Jefe de la Misión, de acuerdo a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas firmada por 174 Estados el 18 de abril de 1961, en Viena (Austria), y entró en vigor el 24 de abril de 1964, que en el artículo 22, inciso 1 establece que “Los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión”. Pero en el inciso 2 del mismo artículo se estipula: “El Estado receptor tiene la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se turbe la tranquilidad de la misión o se atente contra su dignidad”. Lo cual quiere decir que las autoridades de Guatemala, atendiendo las angustiosas solicitudes de auxilio recibidas por la vía telefónica, tanto en la Policía Nacional como en el Ministerio de Relacione de Exteriores, de parte de integrantes de la misión y, al haberse comprobado que las oficinas de la Embajada habían sido invadidas por intrusos no identificados y armados con pistolas, machetes y bombas molotov, en acatamiento del inciso 2 del mismo artículo 22 el gobierno del General Romeo Lucas García tuvo “la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se turbe la tranquilidad de la misión o se atente contra su dignidad”.

Por otra parte, hay que dejar muy claro que es falso eso que se alega de que las residencias y las oficinas de las misiones diplomáticas acreditadas en un país son equivalentes al territorio soberano de los países que representan, teoría basada en una supuesta “extraterritoriedad diplomática” que realmente no existe. porque los países anfitriones siguen siendo los únicos soberanos de todo el territorio del país. Las residencias y las oficinas diplomáticas son huéspedes del país anfitrión soberano, aunque sean de su propiedad. Antes se esgrimía la tesis que las instalaciones diplomáticas acreditadas en un país eran equivalentes a los territorios de los países representados, pero tal cosa no es verídica. En otras palabras, la inmunidad diplomática que los países conceden a las misiones extranjeras no quita la soberanía de los países anfitriones. Y cuando las misiones extranjeras pierden su inmunidad porque han sido tomadas por asalto por invasores intrusos –como fue el caso de la Embajada de España, ya que el embajador Cajal jamás quiso reconocer que él les había invitado a llegar–, el país anfitrión soberano tiene, no solo el derecho, sino la obligación de recuperarlo porque no puede permitir que se consuma el delito de invasión. O sea que los campesinos del CUC y los estudiantes guerrilleros urbanos que les dirigían en la “Operación Subida” no obtuvieron ipso-facto inmunidad diplomática por el hecho de haber invadido “pacíficamente” las oficinas de la Embajada de España. Por más que haya sido con la complicidad –no manifiesta– del nefasto embajador Máximo Cajal y López, quien ya está quemándose en el infierno de la Historia. Ese cobarde nunca reconoció que pocos días antes, durante un viaje que hizo al departamento del Quiché para visitar a unos sacerdotes españoles simpatizantes de la subversión guerrillera y al obispo Juan José Gerardi Conedera, quien, dicho sea de paso, también fue un decidido partidario de la subversión guerrillera, y habló con unos de los “comandantes” guerrilleros, como el tal “comandante Manolo”, y les dio la idea de “invadir pacíficamente” las oficinas de la Embajada a su cargo aprovechando la presencia del ex Vicepresidente Cáceres Lehnhoff y del ex Ministro de Relaciones Exteriores Molina Orantes, a quienes había convocado insistentemente para hablar sobre una futura reunión de juristas guatemaltecos y españoles, pero era para usarles como caja de resonancia para que denunciaran a nivel internacional, las represiones que estaban sufriendo los indígenas de parte del Ejército. Pero no por haberles invitado tenía derecho a endosar la inmunidad diplomática a los “invasores pacíficos”, aunque por lo menos habría justificado su presencia ante la Cancillería de Guatemala, con lo cual habría evitado la tragedia. ¡Pero no lo hizo porque sabía que los invasores “pacíficos” iban a usar esa sede para hacer un mitin contra las autoridades establecidas que, por cierto, no eran del agrado del nefasto embajador porque era bien sabido que tenía ideología socialista y se encontraba a disgusto en Guatemala ya que él habría preferido ser nombrado embajador en Cuba, porque era simpatizante de Fidel Castro.

Cuando yo fui embajador de Guatemala en México, una mañana entró sin pedir permiso un grupo numeroso de campesinos indígenas de Oaxaca (me dijeron después que eran como cien), dirigidos por varios elementos comunistas ladinos con el propósito de “ocupar” las oficinas de la embajada de Guatemala en protesta contra ciertas medidas del gobierno mexicano. Ya se habían apoderado de la parte delantera de las oficinas de la misión, que ocupaba el Consulado General, porque las oficinas propiamente de la Embajada estaban detrás de una puerta divisoria. Pero en el Consulado se encontraron con el Ministro Consejero, el Mayor Alfonso Prera, a quien obligaron a comunicarse conmigo por teléfono para darme cinco minutos para “entregarme”, amenazándome de que si no lo hacía iban a actuar “con violencia porque estaban dispuestos a todo”. El Mayor Prera me informó que iban armados de pistolas y machetes y que llevaban suficiente bastimento como para permanecer en la Embajada por lo menos una semana, como ya lo habían hecho otros invasores en otras embajadas. Entonces pedí al Mayor Prera que le pasara el teléfono a ese individuo y cuando este me contestó le dije “Si ustedes desean hablar conmigo para que transmita algún mensaje respetuoso a las autoridades mexicanas, con mucho gusto recibiré a una persona que designen como delegado, pero con la condición de que todos los demás desalojen de inmediato las instalaciones de esta misión diplomática. Pero si no lo hacen soy yo quien les da cinco minutos para desalojar las instalaciones de la Embajada, porque de lo contrario les va a tener que desalojar la Policía”. Y acto seguido llamé a la Cancillería mexicana para reportar la invasión, y el Canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, que era un comunistoide que odiaba a los militares y por ende al gobierno de Guatemala que estaba presidido por el General Fernando Romeo Lucas García, no me quiso recibir la llamada, sino simplemente ordenó al Jefe del Protocolo que me dijera que actuara como mejor me pareciera, porque lo mismo les estaba ocurriendo en esos momentos a las embajadas de Suiza y Líbano. A lo cual le respondí que le dijera al Canciller que no se preocupara porque a mí no me iban a intimidar los invasores, ni yo iba a prestarme a que usaran la embajada de Guatemala como caja de resonancia contra el gobierno de mi amigo el Presidente José López Portillo. Y acto seguido llamé al Director de la Policía del Distrito Federal, “General” (*) Arturo Durazo, apodado “El Negro”, a su teléfono directo y cuando me atendió le informé de la invasión y me preguntó: “¿Quieres que los eche a chingadazos?” y le respondí que yo no sabía cómo los iba a sacar, pero que por favor los sacara de la Embajada de alguna manera, tan pronto le fuese posible, porque yo no les había invitado y no iba a tolerar esa invasión después de lo ocurrido en la Embajada de España en Guatemala porque estaban violando la extraterritoriedad diplomática. Le dije eso porque yo hasta entonces creía que existía esa supuesta “extraterritoriedad diplomática” para las instalaciones de las misiones diplomáticas acreditadas en un país, pero pocos días después me enteré de que estaba equivocado. No existe la mentada “extraterritoriedad” diplomática. En todo el texto de la Convención de Viena no se menciona para nada.

El “General” (*) Durazo me dijo: “En cinco minutos te va a hablar por teléfono un coronel (de cuyo nombre no me acuerdo) que irá al frente de un grupo de agentes de choque. Pero, ¿me das permiso para que por lo menos lancemos una granadita de humo para amedrentarles?” Le dije que no lo hiciera, porque una de las funcionarias del Consulado estaba embarazada y le podría afectar el susto. En efecto, no más de cinco minutos más tarde me habló el anunciado coronel para decirme que ya estaban dispuestos a entrar. Le pregunté dónde se encontraban, y me respondió: “¡Aquí estoy, en la puerta de la Embajada, señor embajador. Me dijo el general Durazo que con su permiso podemos derribar la puerta de madera, pero que no se preocupe porque se la vamos a reponer hoy mismo!” Y más tardé en colgar el teléfono que en escuchar un fuerte estallido de cuando los policías derribaron la puerta y entraron al lugar donde estaban los invasores, que después supe que eran más de cien, y a cada uno le pegaron por lo menos un garrotazo, les quitaron las armas y el bastimento y les sacaron a empellones de las oficinas del Consulado. Y lo hicieron con muy buen tino, porque los policías de choque que sacaron a golpes a los invasores (la embajada estaba en un quinto piso), en el piso de abajo se los entregaron a unas mujeres policías para que fuesen ellas quienes sacasen a la calle a los invasores para que los camarógrafos de los noticiarios de televisión y los fotógrafos de los diarios impresos que ya habían acudido, seguramente llamados por los invasores, los retrataran custodiados por mujeres para que después no se quejaran en los medios de comunicación de la los golpes que les dieron. Los condujeron a un separo donde estuvieron presos preventivamente hasta que fueron juzgados y condenados por el delito que cometieron. Por cierto que mientras transcurría la entrada de los policías de choque me asomé al balcón y pude ver que abajo, en la calle Vallarta, habían muchos de los periodistas más identificados como críticos implacables del gobierno de Guatemala y partidarios de los guerrilleros subversivos, y con ellos por lo menos tres o cuatro conocidos dirigentes del Partido Guatemalteco de Trabajo (comunista) que estaban exiliados en México, quienes, obviamente, se llevaron un chasco porque esperaban que ocurriera otra cosa. Por cierto que las embajadas de Suiza y de Líbano, que habían sido ocupadas por invasores el mismo día que la Embajada de Guatemala, permanecieron ocupadas durante dos semanas. (*) He puesto entre comillas lo del “General” Durazo porque él se puso ese título y se mandó a hacer vistosos uniformes de color azul celeste cuando fue nombrado jefe de la Policía del Distrito Federal, pero sin haber sido militar.

Mi estimado amigo Quique Godoy dijo en el programa periodístico “A las 10pm” de Canal Antigua que los “invasores pacíficos” realmente no eran invasores porque habían sido invitados a llegar a la Embajada por el embajador Cajal. Pero no se cuántos años de edad tendría Quique en esos días, porque es obvio que ignora que el embajador Cajal jamás quiso reconocer públicamente que él les había insinuado la forma de hacerlo para llamar la atención mundial, pero no se atrevió a aceptarlo ni en su libro titulado “Saber quién puso el fuego ahí”, ni en su posterior declaración por videoconferencia, porque si lo hubiese hecho se habría comprobado su complicidad en el acto y la trampa alevosa que les tendió a los juristas Eduardo Cáceres Lehnhoff, ex Vicepresidente de la República, Adolfo Molina Orantes, ex Ministro de Relaciones Exteriores y Mario Aguirre Godoy, catedrático de la Facultad de Derecho de la USAC. Si hubiese tenido los pantalones de notificar a la Cancillería que los “invasores pacíficos” habían sido previamente invitados por él, los policías habrían tenido que retirarse y no habría ocurrido la espantosa tragedia en la que murieron calcinadas 37 personas.

En síntesis: la quema de la Embajada de España en Guatemala fue el resultado de la denominada “Operación Subida” que consistió en una supuesta “invasión pacífica” de campesinos del Triángulo Ixil del departamento del Quiché, miembros del Comité de Unidad Campesina (CUC), brazo armado de la subversión guerrillera, encabezados por su dirigente, Vicente Menchú, “un copropietario de 2.753 hectáreas de tierra asesorado por el Cuerpo de Paz”, según dice el antropólogo David Stoll en el capítulo 8 de su libro titulado “Rigoberta Menchú y la historia de todos los guatemaltecos pobres” y acusado de participar en el grupo subversivo de guerrilleros denominado Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). Como ya he dicho, la “Operación Subida” fue integrada por unos cuantos campesinos miembros del CUC, unos pocos estudiantes de la célula subversiva “Robin García” del Instituto Rafael Aqueche y varios estudiantes de la universidad de San Carlos dirigidos por la estudiante de Derecho y guerrillera urbana Sonia Welchez Valdés. Pero todo fue coordinado por el “comandante” guerrillero Gustavo Adolfo Meoño Brener (alias Manolo), mismo que, como dijo El Quijote de la Mancha –“cosas veredes Sancho amigo”– hoy está a cargo de los archivos de la Policía Nacional Civil (PNC). Ignoro si su testimonio ha sido requerido por los jueces que tienen a su cargo este caso.

Foto tomada en la reunión en Chiapas de la Dirección General del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). Entre los que aparecen de pie Ricardo Arnoldo Ramírez de León (alias Rolando Morán), Comandante en jefe del EGP; y a su lado, el más alto y con bigote, Gustavo Adolfo Meoño Brener (alias Manolo), segundo comandante del EGP. Él fue el coordinador de la trágica “Operación Subida”. ¿Ya le habrán citado a declarar?

Ya he publicado varias veces que por algunas circunstancias imprevistas yo fui testigo presencial de la tragedia, porque me encontraba parado frente al edificio que ocupaban las oficinas de la Embajada de España y observé todo lo que esta sucediendo y escuché primero los balazos disparados desde adentro por los invasores “pacíficos” contra los policías que trataban de entrar a rescatar a los rehenes, después se escuchó la estruendosa explosión y, finalmente, salió el fuego y el humo muy negro de las ventanas de una de las oficinas en el segundo piso. Repito: desde afuera se escucharon los disparos que hicieron contra los policías los invasores subversivos de las oficinas de la Embajada de España. Acto seguido se escuchó una terrible explosión y se vió salir de una de las ventanas del segundo piso mucho humo negro y el olor característico de la carne quemada por el fuego.

El ya desaparecido y muy prestigioso diario vespertino El Imparcial, al que no se le puede acusar de haber estado sesgado en favor del gobierno ni, mucho menos, de haber publicado nada favorable al gobierno por temor a las represalias, publicó lo siguiente: “Bomba Molotov por Parte de Ocupantes Provocó Incendio en Embajada Española”, como puede verse en este facsímil.Que no venga a decir ahora Rigoberta Menchú Tum, la querellante adhesiva en este caso y, aunque parezca increíble, premio Nobel de la Paz, que los agentes de la Policía Nacional tenían equipo lanzallamas y con ellas y con granadas de fósforo blanco quemaron a todos los ocupantes de las oficinas las oficinas de la Embajada de España. Pero si tanta es la insistencia de esta señora en tratar de vengar la trágica muerte de su padre, estoy seguro que a pesar de haber pasado 34 años los forenses todavía podrán examinar los restos de los quemados para cerciorarse si hubo fósforo blanco. Lo que pasa es que este juicio no es realmente de carácter jurídico, sino es de carácter político. Como una continuación del juicio por genocidio que se ha venido siguiendo contra el anciano general Efraín Ríos Montt. Suma y sigue. No me extrañaría que después de que el General Otto P´drez Molina le vayan a tratar de juzgar por su participación como “comandante Tito” en la lucha contra insurgente en el Quiché y en particular por la desaparición y muerte del “comandante” guerrillero Efraín Bámaca Velásquez.

Twitter@jorgepalmieri