El martes pasado, 14 de octubre, elPeriódicopublicó en la sección de Opinión, dedicada a los columnistas, un desvergonzado artículo titulado Cajal escrito por el diplomático español Yago Pico de Coaña (en la foto), quien había sido ministro consejero de la misión diplomática de España en Guatemala cuando el embajador era el culto diplomático Carlos Manzanares y Herrero, de grata recordación en Guatemala, en el cual hace un inmerecido panegírico del infame embajador Máximo Cajal y López, uno de los principales responsables de la espantosa tragedia ocurrida en las oficinas de la embajada de España el 31 de enero de 1980, en la cual murieron carbonizadas 37 personas, entre ellas el ex Vicepresidente de la República, licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, el ex ministro de Relaciones Exteriores doctor Adolfo Molina Orantes, y el primer secretario y cónsul de España, Jaime Ruiz del Árbol y otros funcionarios y empleados de la misión española. Comienza diciendo: “Máximo Cajal se comportó como un auténtico embajador de España”, lo cual me parece que es no solo falso sino injusto y deshonroso para la generalidad de los embajadores de ese país porque estoy seguro de que la totalidad de los embajadores de España que he conocido han sido diferentes. Como lo es el actual embajador de España, Manuel Lejarreta, quien es una persona ampliamente respetada y estimada porque se comporta como un buen diplomático y no interviene en los asuntos internos de nuestro país, como lo estipula la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.
Yago Pico de Coaña termina su insidioso artículo diciendo: “Máximo Cajal se comportó en todo momento como un auténtico embajador de España. Su impecable actuación le costó sinsabores y peligros. Desde donde esté (seguro que será en un buen lugar) que no se preocupe. A pesar de todas las insidias miserablemente vertidas en su contra, la verdad se ha abierto definitivamente camino encontrando su lugar en la historia. Decanse en paz”. A lo que solamente agrego que donde está (seguro que es el lugar que merece) es el infierno, donde se estará quemando eternamente, per secula seculorum y el lugar que tiene reservado en la historia es la ignominia.
Cuando ocurrió esta tragedia, Yago Pico de Coaña ya no trabajaba en Guatemala, sino se encontraba trabajando como embajador de España ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), de manera que lo que dice no le consta, pero fue movilizado de inmediato a Guatemala por Marcelino Oreja, el canciller del gobierno de la Unión del Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez, para que se encargara de hacer los traslados de los cadáveres de los funcionarios españoles que murieron incinerados, y durante esa permanencia en Guatemala tuvo un comportamiento inamistoso con las personas que le habían dado su amistad cuando trabajaba en Guatemala.
El 31 de enero de 1980 yo me encontraba en Guatemala haciendo los arreglos pertinentes para la programada visita oficial a Guatemala del Presidente José López Portillo, y estaba precisamente en la Cancillería cuando, a solicitud del Subsecretario, atendí una llamada telefónica de una empleada de las oficinas de la Embajada de España, pidiendo auxilio en forma angustiosa informando que las instalaciones diplomáticas habían sido “tomadas por asalto” por un grupo de personas armadas que les dijeron que solamente se trataba de una “toma pacífica”, pero les advirtieron que si no hacían lo que se les indicaban podrían tener graves consecuencias porque iban “dispuestas a todo”.
Desde antes de que el abyecto Máximo Cajal y viniera a nuestro país a desempeñar el cargo de Embajador del Reino de España, el gobierno guatemalteco había sido informado confidencialmente por su respetable y bien recordado antecesor, el embajador Carlos Manzanares y Herrero, que Guatemala tendría que tener mucho cuidado con él por ser una persona conflictiva y de extrema izquierda, lo que no habría sido motivo de objeción de no ser porque aquí se estaba viviendo una confrontación armada entre las fuerzas regulares del gobierno y las fuerzas irregulares de la guerrilla subversiva apoyada por comunistas de varios países. No obstante, el gobierno del general Romeo Lucas García cometió el error de extenderle el beneplácito cuando fue solicitado. Con los datos que se tenían de él, el canciller Eduardo Rafael Castillo Valdés no debió conceder el beneplácito de ley. Además, se sabía que él realmente deseaba ir a Cuba con ese mismo cargo, pero aceptó a regañadientes venir a nuestro país con su compañera de vida Beatriz de La Iglesia, hija del famoso humorista Álvaro de La Iglesia, una mujer bastante atractiva y de su misma ideología política izquierdista, con quien tenía una relación de concubinato. El embajador Manzanares se había hecho merecedor del respeto y la simpatía de los guatemaltecos que le conocimos durante su gestión. Y dijo reiteradamente a varias personas que lo que más le dolía al marcharse de nuestro país era que sería sustituido por una persona peligrosa por su filiación política d izquierda extrema. ¡Y el tiempo le dio la razón!
Aún antes de presentar sus Cartas Credenciales al Presidente de la República, General de División Fernando Romeo Lucas García, Cajal expresó en diferentes reuniones ciertos comentarios impertinentes contra el gobierno de Guatemala y a favor de los subversivos, lo cual está prohibido por la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, al extremo que varios fines de semana viajó al departamento de Quiché para entrevistarse con elementos antigobiernistas encabezados por el entonces obispo de ese departamento, Juan José Gerardi Conedera, quien era sabido que simpatizaba con la subversión.
Por este comportamiento imprudente de Cajal, con el cual estaba en desacuerdo, mi querido amigo Jaime Ruiz del Árbol, el secretario de esa misión diplomática, deseaba ser trasladado a otro país, como nos dijo a varios de sus amigos, porque no estaba de acuerdo con las perversas intromisiones del embajador Cajal en los asuntos internos de Guatemala por su ideología socialista; aunque, después de la tragedia, cuando regresó a España, su inconsolable viuda María Dolores Cruz Moratinos (Lola) haya sido obligada a declarar lo contrario para no perder la indemnización y un empleo de poca importancia en el ministerio de Relaciones Exteriores. Pero cuando estaba frente al cadáver de su esposo, pocas horas después de la tragedia, le confió a su compatriota y amigo, el ingeniero, economista, industrial, periodista y escritor Francisco Pérez de Antón, que ella había pedido a su esposo que no acompañara más al embajador Cajal en sus visitas al departamento del Quiché para reunirse con dirigentes guerrilleros y curas españoles simpatizantes de la subversión.
El embajador Carlos Manzanares saluda al autor de este blog
Además, el insidioso artículo de Yago Pico de Coaña contiene una serie de inexactitudes y mentiras, como al afirmar que lo ocurrido “no se evitó por la incomprensión, barbarie y desatino de los responsables: un gobierno de facto y dictatorial presidido por el “enloquecido” general Fernando Romeo Lucas García”. De lo cual basta aclarar que el gobierno presidido por el general Fernando Romeo Lucas García no fue de facto, sino fue electo constitucionalmente. Y no fue un régimen dictatorial, pero el país se encontraba en una situación de guerra entre fuerzas irregulares de una subversión guerrillera comunista, entrenada en Cuba y en Vietnam y las fuerzas regulares del Ejercito y la Policía Nacional que cumplían con su mandato constitucional de salvaguardar la institucionalidad e impedir que se instaurara en el país un régimen comunista.
Quienes vivimos aquellos días nos pudimos enterar de que desde su llegada al país decía que él no estaba a gusto en Guatemala porque él había pedido ser designado embajador en Cuba, porque simpatizaba con el gobierno de Fidel Castro, y se lamentaba de haber tenido que venir a un país gobernado por “un régimen militar represivo”, según expresó muchas veces, afirmando que tenía simpatías por la subversión guerrillera, por lo que viajó varias veces al departamento del Quiché para entrevistarse con algunos de los líderes guerrilleros y del Comité de Unidad Campesina (CUC), brazo armado de la guerrilla, integrado por campesinos del Triángulo Ixil, y otros elementos afines al movimiento subversivo como el obispo Gerardi y los curas jesuitas Ricardo Falla, quien era párroco en San Antonio Ilotenango y Luis Gurriarán Pérez y su primo Javier Gurriarán, párroco del municipio de Ixcamán, “misioneros del Sagrado Corazón”, identificados como colaboradores de los guerrilleros en esa zona, y también otros sacerdotes católicos como los hermanos Melville, de la Orden Maryknoll, el cura irlandés Edward Doheny, el cura texano William Woods y varios curas españoles como el padre Juan Alonzo, párroco de Lancetillo, comunidad del municipio de Uspantán, y otros que habían abandonado su sacerdocio para empuñar las armas e incorporarse a la guerrilla. En la última visita que hizo Cajal al Quiché fue cuando acordaron llevar a cabo la “Plan de la Subida”, en el que unos campesinos del CUC, encabezados por Vicente Menchú, padre de Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz, estarían dirigidos por un grupo de estudiantes de la universidad de San Carlos y del comando guerrillero “Robin Ibarra”, del Instituto Rafael Aqueche, iban a realizar la toma de las instalaciones de las oficinas de la Embajada de España para protestar por las represiones militares en la zona donde vivían. Todo bajo la coordinación del guerrillero Gustavo Adolfo Meoño Brener, alias “comandante Manolo/Pancho”, quien ha reconocido que fue él quien la organizó. La cual terminó, como es bien sabido, en una espantosa tragedia por la quema de las oficinas de la embajada y la muerte de 37 personas quemadas vivas.
Era tan descarada la intromisión del embajador Cajal en los asuntos internos de nuestro país, que el primer secretario y cónsul de España, mi querido amigo Jaime Ruiz del Árbol, me confió un día que iba a solicitar su traslado a otro país porque no estaba de acuerdo con las actividades del embajador Cajal.
El embajador Cajal declaró que la quema de las oficinas de la embajada “fue planeada”, y en eso dijo la verdad porque, en efecto, él planeó con los guerrilleros subversivos y los campesinos del CUC la “toma pacífica” durante su última visita al triángulo Ixil del departamento de Quiché, donde acordaron lo que llamaron “Plan de la subida” (en contraposición a embajada) y para asegurarse que el hecho tendría resonancia internacional, convocó con inaudita insistencia para que se presentaran en su oficina exactamente a la misma hora que llegaran los invasores, a varios distinguidos juristas guatemaltecos para que sirvieran de rehenes: el licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, ex Vicepresidente de la República, el doctor Adolfo Molina Orantes, ex ministro de Relaciones Exteriores, el licenciado Luis Beltranena Sinibaldi, quien no quiso asistir porque por tanta insistencia se olió que algo andaba mal, y el doctor Mario Aguirre Godoy, quienes le habían solicitado una cita para hacer arreglos para una próxima reunión internacional de juristas que tendría lugar en Guatemala próximamente. Por eso digo que Cajal se comportó como un bellaco tramposo por haber invitado a los campesinos a invadir sus instalaciones para que, amparados en la inmunidaddiplomática de su sede, hicieran una denuncia internacional contra las autoridades militares, lo cual significa entrometerse en los asuntos internos de nuestro país; y por haber insistido en que llegasen a esa hora precisa los ilustres abogados para que sirviesen de rehenes de los invasores. Esa fue una cobarde y vil trampa artera queles tendió el embajador de España, Máximo Cajal, al extremo que hizo que su secretaria llamara por teléfono insistentemente a las residencias de esos distinguidos abogados recordándoles que debían llegar puntualmente a las 11 de la mañana… ¡porque era la hora en que estaba programada la “ocupación pacífica” de la embajada!
Entre las muchas falsedades que afirma en su artículo el pobre Yago Pico de Coaña, dice que esa tragedia mereció el repudio general de todas las organizaciones e instituciones internacionales, pero no dice que pocos días más tarde la colonia española residente en Guatemala publicó en un campo pagado de los diarios del país un mensaje en el que condenaron la actitud del embajador Cajal.
Cajal tuvo que hacer una declaración bajo juramento, la cual fue transmitida por video-conferencia al juzgado en Guatemala que tiene a su cargo ese caso, en la que aceptó que los invasores “pacíficos” llevaban pistolas, machetes y “cocteles Molotov”, algunos de los cuales él escondió detrás de unos libros, pero que uno de los ocupantes se puso nervioso y lanzó uno de los “cocteles Molotov” a los policías que trataban de penetrar al edificio para rescatar a los rehenes y devolver la paz y tranquilidad a la embajada. Escuchen con atención esta video conferencia que fue reproducida por elPeriódico.
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El diplomático Cajal, entonces de 77 años de edad, presentó su testimonio ante el juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional de España, sobre lo que ocurrió el 31 de enero de 1980, declaración que fue retransmitida al Juzgado Undécimo Penal de Guatemala, que investiga ese incidente en el juicio que se está siguiendo en contra del ex jefe del Comando Seis de la desaparecida Policía Nacional, Pedro Arredondo, a quien se responsabiliza de haber dirigido el grupo de agentes que participó en la acción para tratar de rescatar a los rehenes. Estos testimonios fueron aceptados por el tribunal como “pruebas anticipadas”. En ese caso, también se debería entablar un juicio contra el comandante guerrillero Gustavo Meoño Brenner, porque él mismo ha reconocido que fue quien ordenó a un comando del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), encabezado por la estudiante de la facultad de Derecho Sonia Magalí Welches Valdez, que era guerrillera urbana, al mando de de los guerrilleros urbanos Mateo López Calvo, Juan José Yos, Salomón Tavico Zapeta, Francisco Chen Tecú, Felipe Antonio García Rac, Trinidad Gómez Hernández, Luis Antonio Ramírez Paz, Edgar Rodolfo Negreros, Leopoldo Pineda, quienes acompañaron a los campesinos del CUC. Arredondo es la única persona detenida y procesada por este hecho, aunque el juzgado que conoce el caso emitió una orden internacional de captura con fines de extradición contra el entonces ministro de Gobernación, licenciado Donaldo Álvarez Ruiz. Pero éste nunca ha sido capturado.
Según las declaraciones del embajador Cajal, un grupo de campesinos indígenas, procedentes de la zona del triángulo Ixil, acompañados por un grupo de universitarios, “ocuparon en forma pacífica” la embajada española con el objetivo de “denunciar ante la comunidad internacional la represión militar de la que eran víctimas los pobladores del departamento de Quiché”. ¿Cómo puede decir que la invasión de los campesinos y guerrilleros fue “en forma pacífica”, cuando llevaban pistolas, machetes y”cocteles Molotov”? Porque en su testimonio bajo juramento, el ex embajador Cajal reconoció que los campesinos llevaban consigo botellas llenas de gasolina con mechas, que se conocen como “cocteles Molotov”, las cuales dice que él guardó detrás de unos libros, pero agregó que ignora si el incendio fue causado por uno de esos “cocteles Molotov” que uno de los subversivos lanzó a los policías por un agujero, pero no logró que saliera y rebotó sobre la alfombra plástica que se incendió y de inmediato hizo que estallaran los demás “cocteles Molotov” que causaron el fatal incendio. Sin embargo, Rigoberta Menchú y sus aliados han afirmado que el fuego fue provocado desde afuera con lanza-llamas de los policías, lo cual totalmente falso. ¿Cuándo ha tenido lanza llamas la Policía de Guatemala?
Según el abyecto embajador Cajal y López, los agentes de la Policía Nacional, “armados hasta los dientes con metralletas y hachas”, rodearon la sede diplomática y, por más que él intentó comunicarse con las autoridades para pedir que retirasen a las fuerzas de seguridad, no obtuvo respuesta. Habría qué preguntarle a ese bellaco si los policías deberían estar armados solamente con palillos de dientes.
Relató que “Se oyeron unos disparos y en ese momento inició el incendio”, pero no dijo que los disparos no los hicieron los policías desde afuera sino los hicieron desde adentro los “invasores pacíficos” con el propósito de repeler a los policías que trataban de entrar a devolver la seguridad y tranquilidad a los miembros de la misión diplomática española y liberar a los rehenes, de acuerdo a un mandato contenido en la Convención de Viena, y a desalojar a los invasores que estaban armados con pistolas y bombas molotov. Porque si bien hay un artículo de la Convención de Viena que establece que las instalaciones diplomáticas gozan de inmunidad (y algunos ignorantes creen que eso significa“extraterritoriedad”), pero en ese mismo artículo 22 de la Convención de Viena hay otro inciso que dice que los países anfitriones deben garantizar “la seguridad y tranquilidad” de las embajadas, y supongo que no había ni la una ni la otra desde el momento en que la embajada fue invadida “pacíficamente” (?) por los campesinos y los guerrilleros subversivos. Pero como estaba bajo juramento no se atrevió a mentir, como lo ha hecho anteriormente, cuando ha dicho que el incendio fue causado por lanza llamas de los policías.
En su declaración dijo que las autoridades guatemaltecas impidieron la entrada de los cuerpos de socorro a la sede diplomática para prestar auxilio a las víctimas, y afirmó que la mitad de ellas murieron calcinadas y el resto por heridas de bala. Sin embargo, al día siguiente los medios de comunicación informaron de que llegaron los bomberos y la Cruz Roja, al extremo que a Cajal le recibió al salir corriendo de su embajada la entonces funcionaria de la Cruz Roja Guatemalteca Odette Arzú de Canivel, miembro de una de las familias más adineradas del país, propietarias de la Cervecería Centroamericana, pero fue educada en España, casada con un español y simpatizante de la subversión, quien al parecer sabía que la “toma pacífica” iba a tener lugar y por eso estaba en el lugar desde mucho antes de que estallaran los cocteles Molotov, y posteriormente ha servido como testigo en favor de su amigo el embajador Cajal.
El embajador Cajal y el campesino Gregorio Yujá fueron los dos únicos supervivientes del asalto, con excepción del doctor Aguirre Godoy, quien logró escabullirse antes de que estallaran las bombas molotov, pero Yujá fue secuestrado dos días después de un sanatorio y su cuerpo sin vida, torturado, fue encontrado el 2 de febrero de 1980 frente a la rectoría de la Universidad de San Carlos. Nadie con dos dedos de frente puede creer que las fuerzas de seguridad del gobierno iban a ser tan estúpidas de haber secuestrado torturado a Yujá para después ir a tirarlo frente la rectoría de la USAC. Cualquiera puede comprender que si eso lo hubiese hecho el gobierno, habrían enterrado su cadáver o lo habrían ido a tirar al mar o al cráter de algún volcán en actividad. Por eso cabe la sospecha de que fue secuestrado y asesinado por los mismos guerrilleros, para evitar que declarase cómo se había organizado la “invasión pacífica” (?) a las oficinas de la embajada de España.
En la misma diligencia judicial prestaron testimonio también Beatriz de La Iglesia, la conviviente del embajador Cajal, quien durante la tragedia no se encontraba en Guatemala sino en España, y Pedro Bermejo, quienes denunciaron “las amenazas y acoso que sufrieron los diplomáticos españoles en Guatemala durante los días posteriores a la quema de la legación”. Sin embargo, en los días subsiguientes, un buen número de respetables españoles residentes en Guatemala publicó un desplegado en los periódicos repudiando la actitud del embajador Cajal.
La diligencia judicial se celebró a petición de la premio Nobel de la Paz 1992, la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, quien presentó una querella contra una decena de antiguos altos funcionarios guatemaltecos por el asalto a la embajada española.
Vicente Menchú Pérez, padre de Rigoberta Menchú, fue una de las 37 víctimas del asalto, entre las que figuraron también el Secretario de la embajada y Cónsul Jaime Ruiz del Árbol y los funcionarios Felipe Sáenz y María Teresa Vázquez de Villa y una señora de apellido Barillas, quien fue la persona que llamó por teléfono al ministerio de Relaciones Exteriores pidiendo al gobierno que les fuese a liberar. Yo contesté su llamada y tomé el recado que transmití inmediatamente al Canciller Rafael Eduardo Castillo Valdés, quien me dijo que ya había sido informado por el jefe de la Policía Nacional, general Chupina, que habían recibido una llamada telefónica solicitando auxilio.
A mí no me lo han contado, ni lo he leído en ningún periódico, sino lo viví. Para entonces yo era embajador en México, pero había sido citado por el ministerio de Relaciones Exteriores para ponernos de acuerdo en los detalles de una próxima visita a Guatemala del Presidente de México José López Portillo. Y me encontraba en el despacho del subsecretario Alfonso Alonso Lima cuando él recibió una llamada telefónica que le hizo palidecer y después de hablar unos cuantos minutos me dijo: “Haceme el favor de esperarme porque tengo que entrar urgentemente a hablar con el ministro Castillo Valdés sobre un asunto muy delicado. Te agradeceré que si acaso hay alguna llamada a mi teléfono directo, que la contestés y tomés el mensaje”. Y así fue, en efecto, pocos minutos después de que se fue el subsecretario Alonso Lima, sonó su teléfono y yo contesté la llamada. Era una voz de mujer de una señora de apellido de Barillas, quien se identificó como funcionaria de la embajada de España, que muy angustiada me dijo: “¡Por favor! Que venga la Policía a rescatarnos porque las oficinas han sido tomadas por asalto por un grupo de hombres armados de pistolas y bombas molotov. Pero que vengan pronto”. Dos minutos más tarde llamó la señora de Villa, secretaria de esa misión, quien preguntó con quién hablaba y cuando le dije mi nombre me dijo sumamente nerviosa: “Embajador Palmieri, yo le conozco a usted, hágame favor de pedir a la Policía o al Ejército que vengan a rescatarnos lo más pronto que sea posible. Yo ya pedí ayuda a la Policía, pero todavía no ha venido nadie”. Tras de lo cual me atreví a empujar la puerta del despacho del Canciller quien estaba hablando con el subsecretario Alonso Lima. Comprendí que era un abuso de mi parte entrar sin permiso al despacho del ministro en esa forma, pero les dije: “Perdonen pero he recibido dos llamadas angustiosas de funcionarias de la embajada de España pidiendo que se les vaya a rescatar porque las oficinas de la embajada han sido tomadas por asalto por un grupo de hombres armados”. Entonces Castillo Valdés y Alonso Lima me confiaron la información que tenían y me dijeron que ya habían pedido ayuda a la Policía Nacional. Yo me retiré porque tenía que ir a Casa Presidencial para almorzar con el presidente Lucas García. Y cuando estábamos almorzando, el general Lucas García recibió una llamada del ministro de Gobernación, licenciado Donaldo Álvarez Ruiz, y oí que el general Lucas le dijo: “Manténganme informado, pero decile a Chupina que actúe con calma porque en estos casos quien se enoja pierde”. Y me comentó: “Parece que la Policía tiene rodeado el local de las oficinas para asegurarse de que los invasores no vayan a hacerles daño a los rehenes”.
Cuando salí de Casa Presidencial me dirigí al hotel Camino Real, pero tomé la sexta avenida y al llegar a la altura de la 10a calle de la zona 9, por los Funerales Reforma, observé que adelante de mí iba el colega y amigo Álvaro Contreras Vélez, co-propietario y columnista de Prensa Libre quien llevaba su casco de comandante de bomberos, y se bajó corriendo de su automóvil. Yo estacioné mi vehículo y le seguí corriendo hasta hasta la esquina de la 6a. avenida “A”, donde estaba la embajada española y nos quedamos viendo lo que estaba pasando frente al edificio que ocupaban las oficinas de la misión diplomática de España. Allí se encontraban también numerosas personas observando lo que ocurría, cuando de pronto se oyeron varios disparos de pistola dentro del edificio hacia afuera, seguramente hechos por los “invasores pacíficos” para tratar de repeler a los policías que estaban tratando de entrar. Pero estoy seguro que no fueron disparados por los policías. Pocos minutos más tarde se produjo una fuerte explosión dentro del edificio y salieron llamas por una de las ventanas, tras de lo cual escuchamos gritos angustiosos de los campesinos y todas las demás personas que estaban muriendo asfixiados por la combustión y quemados por el fuego. Hasta entonces fue que los policías y los bomberos lograron penetrar al edificio y comenzaron a sacar algunos de los cuerpos calcinados. Y un sobreviviente de aquel espantoso infierno, que era el campesino Yujá. El otro sobreviviente fue el embajador Cajal porque supo escapar a tiempo y solamente sufrió algunas quemaduras, por lo que fue llevado al hospital privado Herrera Llerandi.
Yo volé de regreso a México esa misma tarde y por la noche me presenté en el programa noticioso de televisión “24 horas”, de mi viejo amigo y colega el periodista Jacobo Zabludovski, para explicar a la enorme tele audiencia de su programa lo que realmente había ocurrido en Guatemala. Con todos los datos del caso, expuse ampliamente la culpabilidad del embajador Máximo Cajal y López. Lo cual impidió que unos guatemaltecos comunistas diesen también su versión de los hechos en ese programa. Y al día siguiente llamé por teléfono directo a mi amigo el Presidente José López Portillo, a quien solicité que me recibiera en Los Pinos para explicarle lo que en realidad había sucedido. Lo cual impidió que se saliera con su gusto el entonces Canciller de México, el rabioso socialista Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, quien ya le había reportado al presidente de México su versión de lo ocurrido y le había propuesto romper relaciones diplomáticas con Guatemala, pasando por encima de la famosa Doctrina Estrada que es básica en la política exterior mexicana, por la cual los gobiernos de México tienen relaciones diplomáticas con los países y no con los gobiernos. Por lo cual el Presidente José López Portillo no accedió a su solicitud. Pero por el éxito de mi diligencia los funcionarios españoles (el Canciller Marcelino Oreja, el embajador Bermejo y Yago Pico de Coaña a la cabeza), pusieron como una de las condiciones para reanudar relaciones diplomáticas con Guatemala que yo fuese despedido del cargo de embajador en México, a lo cual el General Lucas García se negó y respondió que, por el contrario, estaba muy agradecido por habérmelas jugado en esa forma y estaba pensando cómo iba a premiarme. Y me ofreció condecorarme con la Orden del Quetzal, pero yo decliné ese honor diciéndole que si la recibía me iba a causar más enemistades y envidias. Pero le agradecí su solidaridad, lealtad y apoyo.
Tal parece que los residentes de estas tierras hemos venido padeciendo desde hace muchos años que ciertos españoles quemen vivos a nuestros antepasados, como lo hizo el sanguinario capitán Pedro de Alvarado el 7 de marzo de 1524 cuando quemó vivos a los reyes kichés Oxi Queb y Beleheb Tzi en la ciudad de Utatlán o Gumarcaaj, próxima al actual municipio Santa Cruz del Quiché; y lo hicieron también unos desertores españoles el 9 de febrero de 1526 cuando quemaron el poblado de Iximché y quemaron vivos a muchos de sus habitantes. En realidad, si nos ponemos a saldar cuentas, es seguro que España tendría que pagar muy caro a los descendientes de los habitantes originales de Guatemala a quienes durante la mal llamada “conquista” despojaron de su vida, de sus tierras, de sus riquezas, de su civilización ancestral y de su libertad, y todo por imponer por la fuerza la “civilización occidental” de aquellos tiempos y la religión católica.
En mi próximo blog voy a reproducir íntegramente un You Tube en el que hay reportajes gráficos de los noticiarios “Aquí el Mundo” del licenciado Mario David García y otros de aquellos tiempos, y termina con mis dramáticas declaraciones en el programa de televisión “24 Horas” de Televisa, del periodista Jacobo Zabludovsky, la misma noche de la tragedia, lo cual impidió que el entonces ministro de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, lograra convencer al presidente José López Portillo de romper relaciones diplomáticas con Guatemala, siguiendo el ejemplo de España.
No se pierdan mi próximo blog para ver ese YouTube que es todo un documental que tiene poco más de una hora de duración. Pero les aseguro que vale la pena verlo pacientemente.
Twitter: @jorgepalmieri