MI TESTIMONIO EN EL JUICIO A GARCIA ARREDONDO

El lunes 24 a las 10:00 horas, acudí al Tribunal Primero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente (Mayor Riesgo, Grupo “B”), en calidad de testigo de descargo en el juicio que se sigue contra el señor Pedro García Arredondo, ex jefe del “Comando Seis” de detectives (Policía Secreta) de la Policía Nacional, acusado de haber sido el responsable de que se quemaran las oficinas de la Embajada de España en Guatemala, el 31 de enero de 1980, por lo cual murieron calcinadas 37 personas, entre ellas el ex Vicepresidente de la República, licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff, el ex Canciller, doctor Adolfo Molina Orantes, el primer secretario de la misión Jaime Ruiz del Árbol y otros dos españoles, Luis Felipe Sanz y María Teresa Vázquez, así como también los demás empleados y ocupantes de las oficinas, incluyendo a los campesinos del Comité de Unidad Campesina (CUC) y unos estudiantes de la Universidad de San Carlos (USAC) y unos estudiantes del Instituto Rafael Aqueche de la célula “Robin García”, todos bajo el mando de la estudiante de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la USAC Sonia Welchez Valdés, quienes, en calidad de “cuerpo de choque”, o guardaespaldas, acompañaron a los campesinos en su fatal aventura, de acuerdo al denominado “Plan de la Subida” preparado por el Jefe de Operaciones del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), Gustavo Adolfo Meoño Brenner, quien, aunque usted no lo crea, hoy desempeña el cargo de director del Archivo Histórico de la Policía Nacional Civil. Pero nunca se le ha enjuiciado por haber sido el autor del malhadado “Plan de la Subida”.

Si se preguntan ustedes cómo es posible que 34 años después de ocurrida esa espantosa tragedia el caso todavía no ha prescrito, la explicación es que, con el obvio propósito de saciar su venganza, buscando un “chivo expiatorio” —no quién se las debe sino quién se las paga–, lo han calificado como delito “de lesa humanidad”, y este tipo de delitos no prescribe nunca.

El licenciado Moisés Galindo, abogado defensor de García Arredondo, fue quien me propuso como testigo, pero me pareció descortés que no se haya comunicado antes conmigo para consultarme si aceptaba ser testigo, porque los periodistas somos cronistas de la historia contemporánea, no somos protagonistas. Sin embargo, acepté acudir a la audiencia para cumplir con la responsabilidad ciudadana de contribuir a esclarecer los hechos históricos que se ventilan. Llegué a la Torre de Tribunales con más de media hora de anticipación, para ser el primero en ser escuchado, y pocos minutos más tarde fueron llegando otros dos testigos de descargo, el mayor Rolando Archila Marroquín, quien fue Subsecretario de Relaciones Públicas de la Presidencia de la República cuando ocurrió la tragedia, y el comerciante Luis Mendizábal Barrutia, propietario de la Boutique “Emilio”, la cual entonces estaba en la sexta avenida y 10 calle de la zona 9, a muy corta distancia de las oficinas de la Embajada de España y pudo ver la entrada “en fila india” (o sea uno tras otro) de los supuestos invasores “pacíficos”.

Nunca había estado en un juzgado penal no en una audiencia pública y cuando me hicieron pasar me encontré con que la sala estaba llena de personas de diferentes nacionalidades, españoles, estadounidenses y guatemaltecos indígenas, todos miembros de ONGs de supuestos “Derechos Humanos” (de esos que solamente se aplican a los izquierdistas militantes) que reciben abundante dinero del extranjero para desestabilizar al gobierno de turno y a la sociedad guatemalteca en general, y las personas que me acompañaron: el empresario Christopher Dent Dávila, el doctor veterinario Ricardo Méndez Ruiz, presidente de la Fundación contra el Terrorismo, mi hijo menor, Alejandro Palmieri Waelti, y el licenciado Stuardo Juárez Charchalac, como puede verse en la foto de arriba.Me sentaron en el banquillo correspondiente frente a las tres señoras jueces integrantes del Tribunal “B” de Mayor Riesgo, encabezadas por la jueza presidenta, señora Irma Jeannette Valdés Flores, quien me dio instrucciones sobre lo que tenía que ser mi papel como testigo y a continuación me ordenó ponerme de pié, levantar la mano derecha a la altura del hombro y jurar que iba a decir la verdad sobre todo lo que me preguntaran. Al lado derecho estaban el acusado, Pedro García Arredondo, y sus abogados defensores y del lado izquierdo los abogados de la parte acusadora, los del Ministerio Público (MP), y los de los acusadores adhesivos. Atrás de ellos estaba sentada la principal acusadora, Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz 1992, quien ha dedicado 34 años de su vida a velar porque se enjuicie y se castigue con todo el peso de la ley a los altos jefes militares y de la Policía Nacional que actuaron como represores contra la subversión marxista. Y es la abanderada de la lucha para tratar de establecer que en Guatemala sí hubo genocidio y que fue llevado a cabo en el Quiché por órdenes del entonces presidente de facto, General Efraín Ríos Montt, a quien están empeñados en que se le condene a purgar sus últimos años de vida en prisión.El honorable Tribunal Tribunal Primero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente (Mayor Riesgo, Grupo “B”)compuesto por las abogadas Janeth Valdez, presidenta, y las vocales María Castellanos y Sara Yoc Yoc y al lado derecho están los abogados de la parte acusadora, los del Ministerio Público (MP), los de los querellantes adhesivos. Durante mas de tres horas di mi declaración. Lo básico de mi declaración consistió en que 1) el acusado, Pedro García Arredondo, jefe del llamado “Comando Seis” (detectives de la Policía Secreta) no fue quien iba al mando del pelotón de agentes uniformados de la Policía Nacional (PN) que rodearon y trataron de entrar a las oficinas de la Embajada de España, sino fue el subdirector de la PN, Manuel de Jesús Valiente Téllez; 2) que al ser invadidas -aunque haya sido en forma supuestamente “pacífica”(?)– las instalaciones de las oficinas de la Embajada de España, el embajador Máximo Cajal perdió el control de la misma y, por lo tanto, perdió la inmunidad diplomático, porque no es el edificio el que goza de inmunidad, sino solo las personas del personal de la misión diplomática española, lo cual significa que no gozaban de inmunidad diplomática los invasores “pacíficos” solo porque habían tomado por asalto las instalaciones y declarado rehenes a sus ocupantes, diplomáticos o no, por lo cual tenían que ser tratados como delincuentes o terroristas por las autoridades, que de acuerdo al inciso 2 del Artículo 22 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, estaban obligadas a desalojarles y rescatar a los miembros de la misión diplomática y a los rehenes para devolver la paz y la armonía a los diplomáticos; 3) que si no hubiese habido previamente una invasión “pacífica”(?) de la embajada, tampoco hubiesen habido rehenes ni necesidad de que las autoridades actuasen drásticamente para tratar de rescatarles indemnes; y 4) que si los invasores “pacíficos” no hubiesen llevado los “cocteles Molotov”, no se habría producido el incendio y, en consecuencia, no habrían muerto calcinados los 37 ocupantes del edificio; 5) que ninguno de los agentes de la Policía Nacional disparó un solo balazo, ni, mucho menos, empleó un “lanza-llamas”, como ha icho reiteradamente la parte acusadora. Sobre todo, en mi declaración hice hincapié en que Guatemala estaba inmensa en una guerra interna entre las fuerzas de seguridad del Estado (Ejército y Policía Nacional) y las fuerzas subversivas marxistas apoyadas por los gobiernos de Cuba y Vietnam, porque en ambos países se entrenaban.

Sin embargo, los medios de comunicación del país, tanto los escritos como los televisivos, sintetizaron demasiado mi testimonio como si solo hubiese hablado durante media hora. Y una jovencita reportera del diario Siglo 21, de nombre Glenda Sánchez, a quien desde el principio noté que estaba previamente parcializada en favor de la parte acusadora y en contra de mi testimonio, por lo que al pasar frente a ella y ver su reacción de repudio a mi persona le hice una caricia en su cara porque me conmovió verla tan jovencita tratando de hacer el papel de reportera, para lo cual era evidente que carece de la deseada preparación, como lo comprobó con la estúpida nota que publicó, la cual reproduzco a continuación textualmente:

Palmieri difiere testimonio

“Una declaración contradictoria brindó Jorge Palmieri, embajador de Guatemala en México en los años 80, quien declaró como testigo de Pedro Arredondo durante la continuación del debate contra este, como único procesado en el caso de la quema de la Embajada de España, donde fallecieron 37 personas, entre ellas 22 campesinos.

Palmieri no tuvo problemas durante su narración de los hechos. La controversia surgió cuando los abogados de los querellantes, entre ellos el de Rigoberta Menchú, le repreguntó sobre lo sucedido el día de los hechos.

El exembajador expresó que el día del suceso estaba en un almuerzo, pero luego cambió las horas y tiempo de duración del mismo, que inicialmente dijo.” (Fin del “reportaje”).

¡Qué estupidez! En ningún momento cambié las horas y tiempo de duración del almuerzo con el Presidente Lucas García. Respondí hasta las preguntas más irrelevantes y absurdas que me hicieron los abogados de las partes querellantes y del MP para tratar de hacerme cometer involuntariamente algún error. Pero al preguntarme constantemente si “me constaba” algún hecho de los que mencionaba, tuve que responderles que tampoco me consta que Napoleón haya perdido la batalla de Waterloo, pero se cree que así fue porque lo dice la Historia. Y cuando me preguntó el abogado del MP si sabía en qué fecha llegó a Guatemala el embajador Cajal, le respondí que no sabía la fecha, pero si sabía que fue en mala hora. El colmo fue que una de las abogadas quería saber cuánto tiempo me había tomado almorzar con el Presidente de la República, General Fernando Romeo Lucas García, y si había bebido agua o whisky, y le tuve que responder que yo bebí whisky porque el agua es tan mala que para que sea buena hay que bendecirla. Lo único que les faltó preguntarme fue si habíamos comido kakik, que era el plato favorito del entonces presidente. Sus preguntas fueron de los más intrascendentes y absurdas.

¡Pobrecita patoja! ¡Me causa mucha lástima! En primer lugar, se refiere a mí despectivamente con mi apellido, sin ningún respeto, llamándome simplemente por mi apellido, sin tomar en consideración que yo no soy la única persona en Guatemala con ese apellido. Es evidente que su estúpido “reportaje” es totalmente sesgado (hacia la izquierda, naturalmente), sino que para ser periodista está impreparada. No en vano a las gentes como ella las empresas periodísticas les pagan una miseria, por su trabajo es tan mediocre. Dice ella en su nota que murieron 22 campesinos, pero ni siquiera sabe el número exacto, mucho menos se tomó el trabajo de mencionarles por sus nombres, por lo que no tengo el menor inconveniente en informarle como se llamaban: Vicente Menchú Pérez (secretario general del CUC y padre de Rigoberta Menchú), María Ramírez Anay, María Ramírez Anay (hermana), Gaspar Viví, Mateo Sic Chen, Regina Pol Juy, Juan Tomás Lux, María Pinula Lux, Juan Us Chic, Gabina Morán Chupé, José Angel Xona Gómez, Mateo Sis,  Juan Chic Hernández, Juan López Yac y Francisco Tum Castro. Y para su conocimiento (y el de los abogados del MP y de la acusación adhesiva, quienes me pidieron especificar quiénes eran los invasores “pacíficos”, y especificar quiénes eran campesinos y quiénes eran guerrilleros, aquí les va la lista de los últimos: Mateo López Calvo, Juan José Yos, Salomón Tavico Zapeta, Francisco Chen Tecú, Felipe Antonio García Rac, Trinidad Gómez Hernández, Luis Antonio Ramírez Paz, Edgar Rodolfo Negreros, Leopoldo Pineda, todos bajo el mando de Sonia Magali Welches Valdez, estudiante de la Facultad de Derecho. Ahora están informados.

Por otra parte, en la página web del diario Prensa Libre por Internet se publicó un video (que les sugiero ver), en el que el autor editó mi larga declaración de tres horas de duración y en vez de referirse al motivo de mi presencia, la quema de la Embajada de España, dijo que yo había pedido que sacaran “a como diera lugar” de la Embajada de Guatemala en México, de la cual yo era titular, cuando un grupo de aproximadamente 80 campesinos de Oaxaca trató de apoderarse de las instalaciones de la Embajada, entonces situada en el quinto piso de la calle Vallarta número 1, pero solamente habían tomado el Consulado sin percatarse de que las oficinas de la Embajada estaban detrás de una puerta cerrada y cuando el cabecilla me llamó para darme cinco minutos para presentarme, le respondí que yo le daba a él y a sus acompañantes 15 minutos para desalojar las instalaciones de la Embajada y el Consulado de Guatemala, porque de lo contrario les haría sacar por la Policía del Distrito Federal al mando del “general” Arturo (“el Negro”) Durazo, pero llamé primero a la Secretaría de Relaciones Exteriores para informar lo ocurrido al comunistoide Canciller Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa y al Subsecretario, licenciado Alfonso de Rosenzweig Díaz, pero ninguno de los dos recibió mi llamada (o no quisieron recibirla) y en su lugar pusieron el Jefe del Protocolo a que me atendiera, como si se tratara de algún tema protocolario, y cuando le informé de lo que ocurría, se limitó a decirme que la Cancillería no podía hacer nada al respecto y que en esos mismos momentos estaban siendo ocupadas también las embajadas de Líbano y de Suiza, y los embajadores estaban “apechugando” hasta que los invasores quisieran irse “por las buenas”. Yo le respondí que no estaba dispuesto a “apechugar” nada ni a esperar que los invasores se fuesen “por las buenas”, porque no les había invitado, y en  ni ignorancia agregué que exigía la protección de las autoridades del país, en base a la llamada “extraterritoriedad” diplomática de las embajadas. Y entonces ese señor me aclaró que eso de la “extraterritoriedad” es un mito. Que no existe la supuesta “extraterritoriedad” diplomática. Entonces decidí llamar a su teléfono directo a mi amigo el “General” Arturo (“Negro”) Durazo, director de la Policía del Distrito Federal y cuando le dije lo que pasaba me preguntó: “¿Me autorizas para que los saque a chingadazos de tu embajada?” y le respondí que sí, pero le pedía que no corriese sangre. Entonces me preguntó: “¿Me permites que por lo menos les tiremos una granada de humo para amedrentarles?”, y le respondí que no porque una de las funcionarias de la embajada estaba embarazada y podría causarle daño. Y a los cinco o diez minutos, a lo sumo, me llamó por teléfono un coronel de la Policía para informarme que ya estaban en la puerta y preguntarme si les permitía tumbarla, con el compromiso de repararla o reponerla. Y de inmediato les autoricé para hacerlo. Un par de minutos más tarde escuché el estallido cuando derribaron la puerta y entró un pelotón de policías que sacó a “cachimbazos” a los invasores, y les decomisó 20 pistolas, ropa de vestir para cambiarse, muchas chamarras y suficiente comida como para permanecer allí una semana. Y cuando les hubieron sacado del quinto piso, en el cuarto piso se los entregaron a un pelotón de mujeres Policías, que fueron quienes les sacaron golpeados y custodiados a la calle para que los reporteros de prensa, radio y televisión vieran que habían sido capturados o al menos sacados por mujeres policías y no reclamaran después que habían sido golpeados brutalmente. Después supe que querían usar la Embajada de Guatemala como caja de resonancia para protestar contra algunas medidas que había tomado el gobierno del Presidente José López Portillo. Y yo no estaba dispuesto a hacer el mismo papel que hizo en Guatemala el bellaco embajador Máximo Cajal y López, de triste recordación. Después de todo lo ocurrido, el presidente López Portillo me llamó por teléfono para felicitarme y decirme que si las demás embajadas hubiesen reaccionado en la misma forma desde un principio¡, cuando comenzaron a producirse las  ocupaciones, éstas se habrían terminado de golpe. Los invasores fueron conducidos a los reparos de Policía y quedaron detenidos hasta que se les abrió un proceso judicial y fueron sentenciados a purgar un período de prisión por el delito que cometieron.

Pero en la forma como lo reportan en este Video de Prensa Libre, cualquiera diría que yo estaba pidiendo que sacaran “a como diera lugar” a los invasores de la Embajada de España en Guatemala. Si acaso quedase alguna duda sobre todo esto, tengo entendido que en el juzgado hay una cinta sonora de mi declaración que podría consultarse.

Al día siguiente de la audiencia, Prensa Libre publicó el siguiente reportaje en su edición electrónica:

Declaran dos exfuncionarios por quema de Embajada

Dos exfuncionarios del gobierno de  Romero Lucas García  declararon ayer en el juicio contra el exjefe del Comando Seis de la extinta Policía Nacional, Pedro García Arredondo, ambos propuestos por el procesado.

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Testigo señala a manifestantes por quema de embajada

Jorge Palmieri, quien era embajador de Guatemala en México, relató que el 31 de enero de 1980 —día del siniestro— se encontraba en el país para coordinar la visita que haría el  presidente del país vecino.

Detalló que cuando almorzaba con  Lucas García, este recibió  una llamada de Donaldo Álvarez Ruiz, su ministro de Gobernación, quien le informó que tenían rodeada la misión española porque   había sido tomada por guerrilleros y terroristas.

Agregó: “La Embajada se quemó porque estallaron los cocteles molotov que llevaban los invasores, y uno de los invasores lanzó un coctel molotov.

Lógicamente yo no me encontraba allí para ver eso, pero conocí el testimonio del doctor Mario Aguirre Godoy, quien logró salir”.

Aseguró que integrantes del Comité de Unidad Campesina advirtieron de que no permitirían que los capturaran y que estaban dispuestos a inmolarse.

Rolando Archila Marroquín, entonces subsecretario de la Presidencia, refirió que, después del incidente, en conferencia de prensa se mostró la mochila de un campesino que tenía molotov, panfletos, latas de comida y café, así como el documento Plan de la Subida, sobre cómo se ejecutaría la toma  de la Embajada.

Rony Samayoa, en aquella época dirigente estudiantil de la Escuela de la Normal,  dijo, como  testigo del Ministerio Público,  que durante el sepelio de las víctimas vio a García Arredondo que junto a otros policías llevaba un arma de fuego en la mano, en alrededores del Paraninfo.

Al detalle

Son 37  las víctimas mortales por la quema de la sede diplomática.

Una persona es  procesada por este caso.

Entre las  víctimas figuran Vicente Menchú, padre de la Premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú; el  cónsul español  Jaime Ruiz del Árbol; el  vicepresidente del país  Eduardo Cáceres  y el canciller  Adolfo Molina.

Donaldo Álvarez  Ruiz, entonces ministro de Gobernación, permanece prófugo.

El Tribunal  Primero  de Mayor Riesgo B citó a 30 testigos de las partes procesales para que declararan en el juicio.

Solo hubo  dos  sobrevivientes: el embajador Máximo Cajal y López, quien murió en abril de este año, y el campesino Gregorio Xujá, secuestrado un día después del siniestro, de un hospital privado, en la zona 10.

POR BYRON ROLANDO VÁSQUEZ / GUATEMALA

Obsérvese que esta nota se refiere en general al tema de la quema de la Embajada de España, no se limita a referirse a mi testimonio, como debería ser. En cambio, no dice ciertas cosas que yo declaré que son básicas para el juicio que se está siguiendo contra Pedro García Arredondo.

En cambio, en el noticiario del Canal Guatevisión publicaron una nota informativa, aunque me pareció excesivamente breve e incompleta, pero “algo es algo” y no tengo inconveniente en reproducirla. Lo único que tengo que aclarar es que yo declaré que me encontraba en las oficinas del Subsecretario de Relaciones Exteriores, licenciado Alfonso Alonzo Lima, cuando recibí dos llamadas telefónicas de parte de dos funcionarias o empleadas de la Embajada de España, solicitando que acudiera la Policía Nacional a rescatarles porque habían sido tomados como rehenes por el grupo de invasores armados que se había apoderado de las oficinas de la Embajada. La primera era de una señora de apellido Barillas y la segunda de la señora de Vásquez o de Vila, si mal no recuerdo. Ambas sonabas terriblemente asustadas y angustiadas. Y en lo que dice la reportera pareciera que yo recibí esas llamadas mientras me encontraba en la Embajada de Guatemala en México.

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Además, la joven reportera Susely Contreras, del noticiario de Guatevisión, me hizo una entrevista cuando me disponía a salir de las instalaciones judiciales, la cual les invito a que la vean y escuchen atentamente. Agradezco al director del noticiario de Guatevisión, mi colega y viejo amigo Haroldo Sánchez, que me haya enviado los youtubes de lo que transmitieron a las 9 de la noche, los cuales reproduzco con mucho gusto.

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Twitter@jorgepalmieri