1.- La entrevista al embajador Todd Robinson
Creo imprescindible hacer otra pausa en la serie de artículos que he venido publicando sobre la historia de nuestro país, para comentar otros temas. En primer lugar, la entrevista que le hicieron los periodistas Lucy Chay y Enrique García al embajador de Estados Unidos de América, Todd Robinson, la cual fue publicada ayer en elPeriódico. Me parece necesario comentarlo, porque las declaraciones del embajador Robinson marcan un hito en el campo diplomático, puesto que violan flagrantemente lo estipulado en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas acerca de la prohibición a los diplomáticos de inmiscuirse en los asuntos internos del país anfitrión. Si nuestra Cancillería lee esta entrevista sin protestar en alguna forma, quiere decir que acepta oficialmente que el gobierno guatemalteco está bajo la tutela norteamericana. Lo cual me parece un motivo de vergüenza nacional.
Aunque no es nada nuevo, porque siempre el gobierno de Estados Unidos de América ha intervenido en asuntos internos de los países hispanoamericanos. Y en vez de rechazarlo, hemos seguido extendiendo la mano para pedir que nos ayuden a resolver nuestros problemas de todo tipo. Lo cual me parece una vergüenza. No hay que olvidar, por ejemplo, que si está aquí la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) no fue por una imposición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ni tampoco del gobierno de Estados Unidos, sino fue por solicitud expresa del gobierno de Alfonso Portillo, quien hizo la gestión por medio del entonces canciller Edgar Gutiérrez. Pero obtuvo el respaldo del posterior del nefasto gobierno de Óscar Berger Perdomo y su vicepresidente, Eduardo Stein Barillas, quien fue integrante de la Comisión Diplomática de las fuerzas guerrilleras junto con Rigoberta Menchú, comisión que durante el conflicto armado interno trabajó intensamente en la oficina de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra (Suiza) para que se condenara a los sucesivos gobiernos de nuestro país. Por cierto que ahí se encuentra, en estos días, nuestro brillante Canciller Carlos Raúl Morales recibiendo reprimendas o condenas por las supuestas violaciones a los derechos humanos en Guatemala, por denuncias de las numerosas oeneges que operan aquí.
En la portada de elPeriódico de ayer dice el embajador Robinson: “Voy a luchar contra la corrupción y no importa si es un político, alguien del sector privado o del gobierno”. No dice que va a apoyar la lucha de las autoridades nacionales contra la corrupción, sino habla en primera persona al decir “voy”, como si él fuese el actual gobernante del país o fuese guatemalteco. Y luego explica que la lucha frontal contra la corrupción “es una de las condiciones más importantes para que los tres países del Triángulo Norte mantengan el apoyo de Estados Unidos”, y recomienda al Congreso “gestionar más recursos para el sistema de justicia y reitera la necesidad de una pronta reestructuración de la SAT”, con lo cual estoy de acuerdo, pero el tema no es competencia de ningún embajador, ni siquiera el de los Estados Unidos de América.
Los entrevistadores Chay y García le preguntaron su opinión acerca de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos y respondió: “Si se hace una reforma que responda a las demandas habrá un avance. Pero si al final del día la población todavía está manifestando frente al Congreso, creo que esto no califica como avance”.
Y cuando los entrevistadores le comentaron “Estamos en un proceso de elección de la nueva Corte de Constitucionalidad. El presidente Jimmy Morales se ha manejado con secretividad, ¿qué piensa de eso cuando hablamos sobre la corrupción y la transparencia?” y él respondió. “Pensamos que un proceso abierto y transparente siempre es mejor que un proceso cerrado. Hemos visto en el pasado ejemplos de procesos cerrados que fueron mejorados cuando una u otra institución decidió transparentar el proceso”. Y agregó: “Estoy pensando en la elección del magistrado Héctor Trujillo, él iba a ser el titular y Gloria Porras la suplente. Hoy en día nosotros estamos agradecidos que el presidente de entonces (Álvaro Colom) decidió cambiar su manera de manejar su decisión y abrir el proceso para la discusión pública de sus candidatos, hoy en día es ella la magistrada titular y el magistrado suplente está enfrentando las cortes en los Estados Unidos”.
Entonces le preguntaron “¿Ha conversado con el presidente Morales sobre este tema?” y el embajador respondió: “Yo hablo con él constantemente, la comunicación es muy fluida. Pero no ha sido el único tema, la agenda es bastante larga, mi agenda coincide con la agenda del presidente, mejor educación, mejor seguridad, mejor acceso a la justicia, corrupción. Yo creo que es importante tomar en cuenta que cuatro años es muy poco tiempo para hacer cambios y las necesidades en este país son muchas. Es importante empezar desde el primer día trabajando para cambiar al país. Tenemos que pensar hoy donde queremos estar en cuatro años y tenemos que programar las etapas para llegar allá”. ¿Quiso decir que la agenda de ambos “coincide” o que es la misma?
Como veterano periodista que soy, con más de 70 años de ejercer este fascinante pero incomprendido oficio, jamás había leído una entrevista en la que un embajador de Estados Unidos de América se haya atrevido a hablar con tanta crudeza sobre el papel que desempeña en el país. El embajador Todd Robinson no ha tenido pelos en la lengua, como decimos coloquialmente, al exponer con insólita crudeza cuál ha sido, es y será su papel en Guatemala. ¡Pero me parece un desvergonzado descaro!
Es indudable que aunque a muchos románticos o ingenuos, como yo, todavía creemos en la soberanía de los países y esas cosas, nos duela en el alma comprobar lo que ya era ampliamente sabido en Guatemala, que desde que llegó al país el embajador Robinson ha venido actuando como una especie de procónsul del imperio estadounidense. Más que como un diplomático como los de antes.
Este inusual descaro, totalmente reñido con lo que era acostumbrado en el mundo diplomático, hace que algunos se rasguen las vestiduras y que tengan ganas de salir a manifestar airadamente su protesta frente al edificio de la embajada de ese país en la avenida Reforma. Pero les aseguro que hacerlo estaría fuera de contexto.
Es probable que a estas alturas todavía haya algunos que lo ignoren, pero desde hace muchos años –muchos– el poderío de los Estados Unidos de América se ha hecho sentir en todo el mundo de una u otra forma. Particularmente en América Latina.
Han sido numerosas las veces en las que el gobierno de Washington ha intervenido en los asuntos internos de estos países. Guatemala lo ha tenido que soportar a regañadientes varias veces. De hecho, ahora que tendría que escribir la segunda parte de la caída del dictador Manuel Estrada Cabrera, me tocaría decir que para presionarle para que renunciara y entregase el poder sin más violencia, los Estados Unidos situó dos acorazados de su poderosa flota en aguas guatemaltecas, uno en el Pacífico y otro en el Atlántico, y desembarcó un contingente de marines que vino hasta la capital. Ni hay que olvidar que en la finca Helvetia se entrenaron los cubanos anticomunistas que invadieron Cuba con el propósito de derrocar a los hermanos Castro. Y para no remontarnos demasiado, no está muy lejos la intervención del llamado “ejército de la liberación” encabezado por el coronel Carlos Castillo Armas, organizado por la CIA y patrocinado por la United Fruit Company en 1954 para derrocar al gobierno legalmente establecido del coronel Jacobo Árbenz Guzmán. Para sintetizar, la mayoría de los golpes de Estado y cuartelazos que hemos vivido en Guatemala han tenido la bendición previa de los gobiernos de los Estados Unidos. Nadie se ha atrevido a romper el orden institucional de Guatemala sin antes haber contado con la aprobación del gobierno norteamericano.
Otra pregunta que le plantearon al embajador Robinson fue: “El vicepresidente Biden habló de seguir dando pasos juntos, ¿significa eso más supervisión?” Y el embajador respondió: “Más supervisión no, vamos a seguir con nuestro plan, con nuestros procedimientos. Pero hay demasiada atención sobre los recursos de los EE. UU. Y la comunidad internacional. El enfoque debe ser sobre los recursos de cada país, el Plan de la Alianza para la Prosperidad es su plan (de El Salvador, de Guatemala y Honduras). El Gobierno de Guatemala ha hecho un plan con sus propias condiciones, vale la pena preguntarle al Gobierno sobre sus metas y cómo van a llegar a esos resultados”.
Indudablemente se refería a que los presidentes de esos tres países ya estaban en Washington reunidos con Biden, como se puede ver en esta foto de los tres presidentes de los países del Triángulo Norte de Centroamérica reunidos con el vicepresidente Biden para recibir instrucciones.
Otra pregunta que le plantearon al embajador Robinson: “La semana pasada se registró una condena por delitos de lesa humanidad, ¿esto también es un avance?”
Y él respondió: “Felicito a Guatemala. Fue algo muy importante para Guatemala como para el ámbito internacional, fue muy importante buscar la justicia para las víctimas de estos crímenes. El Organismo Judicial cumplió con su tarea y es un mensaje para todo el país de que las instituciones sí pueden funcionar. Esto es un cambio bastante grande, esperamos ver este tipo de ejercicios en el futuro, no solo en las Cortes, sino de todas las instituciones. Todas las ciudadanas y ciudadanos deben esperar que las instituciones estén al servicio de ellos, no para la comunidad internacional”
Lógicamente, el embajador Robinson se refirió al reciente caso del juicio Sepur Zarco, en el cual un buen número de mujeres indígenas que se identificaron como analfabetas (pero algunas estaban chateando con sus teléfonos celulares) y con los rostros cubiertos, acusaron a un militar y a un comisionado militar de delitos que supuestamente ocurrieron hace muchos años. Lo cual constituye otra descarada intervención en los asuntos internos de Guatemala. En México, por ejemplo, por esto le expulsarían del país de inmediato declarándole persona non grata. Y lo mismo se puede decir del embajador de Canadá, quien también emitió un comunicado de su embajada felicitando a los jueces por su condena. Lo cual es opinar sobre asuntos internos de Guatemala. No se cómo pudieron aceptar que las mujeres acusadoras de delitos de lesa humanidad que supuestamente se cometieron hace muchos años, se mantuvieran con los rostros cubiertos. ¿Es eso un juicio imparcial apegado a Derecho? ¡No jodan!
3.- La mujer más odiada del país
La ex vicepresidenta de la república, Roxana Baldetti Elías, se presentó con su abogado, Benjamín Estrada, ante un juzgado de Villa Nueva, para dar su testimonio sobre el fraude por Q22 millones del caso del “agua milagrosa” de Israel por la que con la que dijeron que iban a limpiar de impurezas las aguas contaminadas del lago de Amatitlán. Las fotos que circularon por las redes sociales me parecen muy impactantes y me producen conmiseración. Una mujer que fue bastante guapa, que hace años ganó un segundo lugar en un concurso para elegir a “Miss Guatemala” que llegó a elevadas alturas de la vida política del país y llegó a ser muy poderosa políticamente y adinerada gracias a la corrupción, ahora está transformada en la mujer más odiada del país. Aunque me exponga a que se me mal interprete por decirlo, sinceramente lo siento mucho. Me entristece ver lo que es capaz de hacer una persona por su desmedida ambición de riqueza material. “Odia al delito y compadece al delincuente”, como dijo la abogada española Concepción Arenal.
Twitter@jorgepalmieri