Hay muchas cosas que me gustan de Miami, como sus excelentes vías de comunicación, el orden y la limpieza que hay por todas partes, sus grandes centros comerciales con las mejores tiendas, la enorme variedad de buenos restaurantes, la abundancia de mujeres bellas de diferentes países, etcétera. Pero, entre todo, lo que más me impresiona y me gusta es el enorme respeto a las autoridades y la seguridad e igualdad ante la ley que hay de parte de todos sus habitantes. Todos respetan a las autoridades y cumplen las leyes rigurosamente. No existen las características de desigualdad que hay en Guatemala, donde hay profundas desigualdades económicas, sociales y políticas y no todos los habitantes cumplen las leyes ni mucho menos tienen el debido respeto por las autoridades.
Allá cualquier persona puede caminar tranquilamente por las calles o los paseos, o los centros comerciales sin temor a ser asaltado o secuestrado porque, aunque es indudable que también puede haber delincuentes, como en cualquier parte donde hay seres humanos, las Policías son eficientes y se mantienen vigilantes. A diferencia de Guatemala, donde todo el tiempo tenemos que andar “ojo al Cristo” y temerosos de ser asaltados para robarnos o secuestrarnos. A menos que nos proteja un buen equipo de guardaespaldas. Ya no digamos si se tiene suficiente dinero para tener una comitiva de vehículos llenos de guardaespaldas fuertemente armados. Lo cual allá no se ve por ninguna parte. Por mucho dinero que una persona pueda tener, para vivir con seguridad y tranquilidad no tiene necesidad de tener un ejército de guardaespaldas como el que siempre acompaña a todos nuestros ricachones o altos funcionarios o personas prominentes.
En Miami no hay temor de ser asaltado para secuestrarle o para robarle su vehículo o su teléfono celular. Además, como dije anteriormente, todos los habitantes respetan a las autoridades y cumplen estrictamente las leyes por igual. No hay excepciones. No hay tales que por ser miembro de una familia muy adinerada o pariente de un alto funcionario público, se tiene permiso especial para hacer lo que se le de la gana y no cumplir las leyes. Una persona puede ser la más rica de Miami que exactamente igual a cualquier otra persona tiene que cumplir rigurosamente las leyes o atenerse a pagar las graves consecuencias sin contemplaciones de ninguna clase.
Por ejemplo, allá no es buena idea conducir un automóvil después de haber ingerido unos cuantos tragos, porque si se tiene la mala suerte de que lo descubre la Policía, se expone a ir a parar a la cárcel y le quiten por largo tiempo o para siempre su licencia para manejar. Insisto: aunque una persona pueda ser un pariente cercano de un alto funcionario público, o miembro de una familia prominente o muy adinerada, se tiene que obedecer a las autoridades y cumplir las leyes como si no tuviese un pariente que sea alto funcionario público o no tuviese un centavo. Eso no sirve de nada para que las autoridades le permitan conducir un vehículo cuando se tiene fuerte aliento alcohólico. No existe impunidad que valga, ni hay excepciones de ninguna clase. La igualdad ante la ley es una de las fuentes de seguridad.
En esta corta visita de tres días y medio a Miami tuve oportunidad de ilustrar esta diferencia con nuestro país por la profunda tristeza que me causó escuchar a un joven de 20 años que nació en Guatemala pero reside en Miami con su familia desde hace más de 15 años, quien me dijo que quiere obtener la ciudadanía estadounidense y no le gusta venir de visita a nuestro país porque le recuerda que cuando tenía apenas cuatro años de edad fue secuestrado y estuvo cautivo durante varios días en los que su familia tuvo que sufrir la indescriptible angustia de tener que negociar con sus secuestradores el precio de su rescate. Y le disgusta mucho que cada vez que viene a Guatemala siempre debe andar acompañado por guardaespaldas para su seguridad y tranquilidad de su familia, mientras que en Miami anda solo a todas partes y tanto él como su familia se sienten tranquilos porque saben que allá hay seguridad.