Deseo a todos mis lectores que hoy gocen de una feliz Noche Buena, pero que ésta no sea solamente una fiesta pagana de la cual se aprovechan los comerciantes para vender sus productos o un banquete en el cual se comen platillos sabrosos, como un rico tamal, pavo o lechón, y se beben muchas copas de vinos y licores, sino que sea una noche para tener buenos deseos en la que podamos expresar y compartir amor con nuestros seres queridos y todas las demás personas que estén alrededor. Porque, de no ser así, esta noche no será Noche Buena, sino otra noche más como cualquier otra noche del año, pero en la cual comemos más de la cuenta, hasta hartarnos, y bebemos más de lo que nos conviene, lo que en vez de ser una noche buena podría llegar a ser una noche mala porque nos podría causar serios problemas digestivos y de otras clases, como sería la consecuencia de conducir automóvil en estado de ebriedad y disgustarnos con nuestros familiares y amigos.
No hay que creer que la celebración de la Noche Buena se debe solamente a conmemorar como un simple hecho histórico el que, supuestamente, hace tantos años como los que creemos que tiene hasta ahora la Era Cristiana, nació en un humilde pesebre de Belén un niño que se dice que dio a luz una mujer de nombre María que, no obstante haber estado embarazada durante nueve meses, y de haber dado a luz como cualquier otra mujer, fue vírgen antes del parto, en el parto y después del parto, porque se cree que a pesar de haber llevado en su vientre ese niño, como todas las mujeres que son madres, se afirma que ella no fue embarazada por José, su marido, sino fue preñada milagrosamente por el Espíritu Santo, sin haber tenido jamás contacto sexual con un hombre.
Según todas las religiones cristianas, ese niño que originalmente recibió el nombre de Emanuel, pero posteriormente fue llamado Jesús, fue “hijo único de Dios”, pero no como lo somos todas sus creaturas, sino por haber sido engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo.
Pero también hay quienes creen que ese niño realmente fue un ser humano como cualquiera, pero que después de haber vivido 33 años, algunos de los cuales dedicó a predicar que se debe amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, y de haber padecido todo lo que sufrió hasta que finalmente fue clavado en una cruz de madera, en lo más alto del monte Calvario de Jerusalem, mereció ser calificado como hijo único de Dios. Pero Dios sabe que todos somos hijos suyos.
Hoy no pretendo ponerme a analizar cuál de esas versiones pudiese ser la verídica, ya que he aprendido que es sumamente inconveniente discutir temas religiosos porque, como es bien sabido, hay personas que son tan fanáticas de sus propias creencias que no toleran que éstas se discutan en lo más mínimo, pero lo único que trato de expresar es que más que el hecho histórico del nacimiento del niño que llegó a ser llamado “hijo único de Dios” y fue el mártir del Gólgota,
lo que realmente se debe festejar en Noche Buena es el nacimiento en nosotros mismos del amor que Jesús predicó y que, a partir de mañana, cuando celebremos la Navidad, durante el próximo año y de ser porisble el resto de nuestra vida tratemos de compartir amor con todas las personas que nos rodean, como lo predicó Jesucristo. En fin, eso es lo que yo creo y es lo que deseo para ustedes.
Para ser sincero, yo soy católico, pero retirado, porque después de que fui bautizado en un templo católico cuando apenas estaba recién nacido, debido a que mis padres así lo decidieron, y yo no podía saber lo que ellos hacían ni, mucho menos, podía tomar mis propias decisiones, y después de haber vivido desde entonces tantos años que han sido una permanente búsqueda de Dios he aprendido que para amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo no es indispensable practicar ninguna religión ni -¡mucho menos!- acudir a esos enormes templos impresionantes en los que hay numerosas esculturas como muñecos y muñecas que son venerados en la misma forma que lo hicieron nuestros antepasados cuando adoraban a sus ídolos de piedra, y donde todos los días se celebran fastuosas ceremonias con las más geniales y espectaculares liturgias que se han producido. No es necesario hacerlo porque en nuestro corazón tenemos el templo que todos llevamos dentro para amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y si esta Noche Buena logramos realizar ese milagro, podemos estar seguros de que mañana vamos celebrar una Feliz Navidad. ¡Amén!
Eso es lo que yo creo, al menos, pero no me hagan mucho caso porque también en esto puedo estar equivocado, como lo he estado antes en tantas otras cosas.
Finalmente, para terminar este blog de Noche Buena, en víspera de Navidad, les invito a escuchar nuevamente la ya tradicional canción “White Christmas“, (Blanca Navidad), original del compositor estadounidense Irving Berlin, interpretada en español por el popular cantante mexicano Alejandro Fernández.
Que todos tengan una feliz Noche Buena y una feliz Navidad.
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Nota: Mañana no voy a publicar nada que yo haya escrito, pero cederé este espacio a una deliciosa crónica personal que escribió mi querido amigo el embajador Edmond Mulet, actualmente Subsecretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para las misiones de paz en el mundo, sobre su reciente periplo por unos remotos lugares. Les aconsejo leerla porque es sumamente interesante y está muy bien escrita.